El mayor salario mínimo ayuda a mejorar el ingreso de un grupo importante de trabajadores y se ha constituido en los últimos cinco años en un factor clave en la reducción de la pobreza, opina José Nabor Cruz, secretario ejecutivo del Coneval.
“Si bien no hay un dato exacto”, hubo reducciones del indicador de pobreza laboral a partir de 2018, afirma el directivo.
Por ejemplo, la población cuyo ingreso laboral era insuficiente para pagar la canasta alimentaria fue de 38.9% a finales de 2019 y luego bajó a 36.6% en los primeros tres meses de 2020, “en buena medida por el aumento al salario mínimo general de 20% en aquel entonces”.
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Desde su perspectiva, el alza en los mínimos tiene un “efecto faro”; es decir, capacidad de influir en las negociaciones salariales contractuales, que se suma al tradicional dinamismo económico al inicio de año con la puesta en marcha de nuevos proyectos.
Sin embargo, el investigador reconoce que mientras no se logre disminuir el incremento anualizado de la canasta alimentaria en un rango de 6% a 8%, difícilmente se podrá volver a 36.6% de pobreza laboral que se tenía en los primeros meses de 2020.
Para analistas de Banorte, el “efecto faro” seguirá siendo moderado, pues la dinámica reciente y los datos disponibles de este año sugieren que el impacto del alza al mínimo en el resto de la distribución salarial se mantiene limitado.
En el banco estiman que el salario mínimo puede subir otro 22% o 25% en 2024, con el objetivo de cubrir el ingreso mínimo necesario para que una familia adquiera al mes la canasta alimentaria y no alimentaria en las ciudades.
El pasado jueves, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) anunció un alza del mínimo, excluyendo la frontera norte, de 172.87 a 207.44 diarios que entrará en vigor el próximo 1 de enero.
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