El mundo no entró en una desglobalización, en realidad vive un proceso de “poliglobalización”, que se caracteriza porque resurgen los regionalismos, se regresa al proteccionismo y se retoma la política industrial, entre otras características.
La secretaria general de la Organización de las Naciones Unidas Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Rebeca Grynspan, explicó que se observa, por un lado, una desconexión comercial hacia China, y, por otra parte, se implementan estrategias para diversificar las cadenas de valor, a través de nuevos socios comerciales o la relocalización o nearshoring.
En un artículo publicado en la Revista de la Cepal de abril de 2024, Grynspan expuso que después del aumento de la desigualdad, del proceso de desindustrialización y de la hiperglobalización, “tuvieron repercusiones profundas en el mundo, primero políticas y después geopolíticas”.
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La secretaria general de la organización dijo que “los países del Sur Global se han sentido agudamente abandonados... con las promesas incumplidas de financiamiento climático, la falta de solidaridad respecto de las vacunas durante la pandemia de COVID-19 y el crecimiento de brechas de inversión para el desarrollo, lo cual los ha llevado a tomar una postura geopolítica más escéptica”.
Hubo un desencanto de las nuevas generaciones, “ante el aumento de la desigualdad y la falta notable de acción climática durante el período de la hiperglobalización”.
A lo que se le sumó la aparición de tensiones comerciales sobre todo en la Organización Mundial de Comercio (OMC) cuyo órgano de apelación dejó de operar desde finales de 2019, lo que deja más vulnerables a los países en desarrollo, quienes no tienen un organismo en donde dirimir diferencias.
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Grynspan afirmó que actualmente estamos ante tres factores:
Por otro lado, hay un “programa de política industrial, pero de índole más proteccionista, basado en sanciones al sector de semiconductores de algunos países, especialmente dirigido a China”.
Para Grynspan “estamos en un período de transición, un cambio de dirección de péndulo en la profundidad de la globalización. La poliglobalización puede ser una promesa de convergencia entre diversidad y unidad, un camino hacia un futuro más incierto, pero posiblemente también más inclusivo. Pero esta transición no está exenta de riesgos.
“Nos enfrentamos a la resistencia de viejas estructuras, a la inercia de las prácticas obsoletas y, lo más crítico, al riesgo real de no entendernos”, todo ello en medio de conflictos humanos, “del espectro real de una nueva guerra global” y de que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que impulsan los países parece que no se alcanzará.
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