La economía mundial va bien. ¿O quizá no tanto?
El FMI vaticinó en julio un crecimiento del PIB global de 3.2% para 2019 y de 3.5% para 2020. No son cifras despreciables.
Sin embargo, el clima dominante en los mercados internacionales no es de satisfacción sino de una ansiedad que "se hace más profunda cada día", según apuntó en un reciente editorial la revista The Economist.
El nerviosismo de los inversores se hace más visible en el comportamiento de las bolsas pero, en especial, en los tipos de operaciones que realizan.
El precio del oro, un refugio por excelencia para los capitales, se encuentra en su punto máximo de los últimos seis años.
Al mismo tiempo, se mantiene la demanda por los bonos gubernamentales de economías sólidas y predecibles como Alemania y Suiza, aunque ofrecen tasas de interés negativas.
Y mientras Estados Unidos goza de la tasa de desempleo más baja en medio siglo y del periodo de expansión económica más largo de su historia, se multiplican las voces que anticipan el final de la buena racha.
Algunas de ellas apuntan que la economía estadounidense registra desde hace cinco meses una curva de rendimiento (o "curva de yield") invertida, un fenómeno que se produce cuando las tasas de interés de los bonos del Estado de largo plazo son más bajas que las de corto plazo y que usualmente anticipa el surgimiento de una crisis.
"Recesión" parece ser la palabra de moda entre analistas, pero ¿a qué se deben estas expectativas negativas si el PIB global sigue creciendo y no ha estallado aún ninguna crisis severa?
La respuesta parece estar en los problemas que presentan algunas economías clave del globo. BBC Mundo te cuenta cuáles son esos países.
Con una expectativa de crecimiento del 2,6% para 2019 (la tasa más alta dentro del G-7, que reúne a los países más industrializados), a Estados Unidos parece irle bien.
"Nuestra economía es la mejor del mundo, con diferencia. El menor desempleo que se haya visto en casi todas las categorías. Rumbo a un gran crecimiento después de que los acuerdos de comercio se concluyan", dijo Donald Trump el pasado domingo en Twitter.
Sin embargo, los analistas temen que la guerra comercial con China termine por impulsar al país a la recesión.
Aparentemente consciente de los posibles "daños colaterales" de ese enfrentamiento, Trump postergó la semana pasada hasta después del próximo 15 de diciembre el aumento de aranceles previsto para productos procedentes de China.
Pese a ello, el choque entre Washington y Pekín causa impactos que van más allá de estos dos países y es considerado como un elemento central que puede ser decisivo para causar una recesión internacional.
La economía de China sigue registrando una importante tasa de crecimiento del 6%. Sin embargo, es la menor que ha registrado ese país en los últimos 17 años.
La ralentización obedece en parte a los esfuerzos del gobierno del presidente Xi Jinping de intentar que el país crezca en sectores de mayor nivel como los servicios y la alta tecnología, pero también por la reducción de los rendimientos derivados de su modelo de capitalismo de Estado, que muestra lo que algunos analistas consideran como "signos de agotamiento".
En los últimos años, el Estado aumentó su control sobre la economía en detrimento de los actores privados y la mayor parte de los nuevos créditos bancarios estuvieron dirigidos a empresas públicas.
Además, la producción industrial cayó en julio a su punto más bajo en los últimos 17 años, algo que puede ser parcialmente atribuido a los aranceles impuestos por Trump.
Las medidas tomadas por Washington también han causado una ralentización de las exportaciones, lo que tiene implicaciones para la economía mundial.
Durante el segundo trimestre de 2019, la economía de Reino Unido se contrajo en 0,2%.
Ante este fenómeno, los analistas atribuyen sus dificultades económicas a las dudas relacionadas con el proceso de salida del país de la Unión Europea (UE), conocido como Brexit, previsto originalmente para el pasado 29 de marzo.
La promesa del actual primer ministro, Boris Johnson, de hacer realidad el Brexit el próximo 31 de octubre -haya o no acuerdo con la UE- y los actuales intentos en el Parlamento británico para evitar una salida sin acuerdo, le echan más gasolina al fuego de la incertidumbre.
Desde la realización del reñido referéndum en el que se decidió la salida de Reino Unido de la UE en junio de 2016, la libra esterlina pasó de valer US$1,46 a US$1,21.
Considerada por décadas como la locomotora económica del tren europeo, la economía alemana cayó un 0,1% durante el segundo trimestre de este año.
Conocida por su gran capacidad exportadora -especialmente de maquinarias, camiones y vehículos-, fue precisamente en este sector donde se originó el retroceso de la economía germana, que resultó afectada por una fuerte caída de sus ventas, especialmente de las dirigidas a China.
En términos interanuales, las exportaciones de Alemania cayeron 8%.
Esta situación ha llevado a algunos analistas a vaticinar que el país va rumbo a una recesión inminente.
Si eso ocurriera, la cuarta economía del mundo tiene un buen superávit fiscal de 7,4% del PIB que le permitiría disponer de fondos para estimular la economía.
Con una deuda que supera el 130% de su PIB y una economía estancada que cayó un 3% entre 2008 y 2018, muchos creen que Italia puede convertirse en la nueva fuente de inestabilidad económica dentro de la Unión Europea.
Su sector bancario, en el que tienen intereses instituciones financieras de otras parte de Europa, parece lastrado por deudas difíciles de cobrar.
Mientras tanto, el sector manufacturero intenta dar la pelea -aunque con resultados infructuosos- ante la competencia procedente de China.
Hace una década, Brasil era destacado como miembro de los Brics, un grupo conformado por economías emergentes con tasas aceleradas de crecimiento económico (los otros miembros era Rusia, China, India y Sudáfrica) que superarían en 2050 a los países desarrollados.
Los resultados de la última década, sin embargo, arrojan serias dudas sobre esa posibilidad.
En los meses previos a la elección de Jair Bolsonaro como presidente, los mercados se crearon expectativas favorables sobre el país.
Sin embargo, menos de un año después de su llegada al poder, las perspectivas de crecimiento significativo han quedado postergadas hasta 2020.
Una parte sustancial de las malas perspectivas que enfrenta Brasil son consecuencia de los problemas que ocurren en otros lugares.
Entre estos está la crisis económica en Argentina, su vecino y socio en el Mercosur; la ralentización del crecimiento en China, que ahora requiere importar menos materias primas de Brasil; así como los temores por la posibilidad de que también caigan sus ventas a EE.UU. como consecuencia de la guerra comercial entre Washington y Pekín.
Tras las recientes elecciones primarias en Argentina, cuyos resultados vaticinan un muy probable regreso al poder del peronismo, la Bolsa de Valores de Buenos Aires (Merval) sufrió la segunda mayor caída registrada en el mundo desde 1950.
Además, la cotización de los bonos de la nación descendió hasta 54 céntimos por dólar, lo que significa que los mercados consideran como muy probable que el país incurra en un impago de su deuda.
Entre el 9 y el 14 de agosto, la relación del peso argentino con el dólar pasó de 45 a 1 a 60 a 1.
Pero las dificultades económicas no empezaron con estos resultados electorales. Argentina ha estado en recesión durante el último año y registra una inflación superior al 50%.
El índice de pobreza es ya del 35% frente al 27,3% del primer semestre del año pasado, según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
Estos factores parecen haber sido fundamentales en la derrota electoral sufrida por el presidente Mauricio Macri.
Sin embargo, la posibilidad de un triunfo final de la candidatura peronista formada por Alberto Fernández como candidato a presidente y Cristina Fernández de Kirchner como aspirante a la vicepresidencia, genera fuertes temores en los mercados, donde muchos empiezan a dar por hecho que Argentina incurrirá en el impago de su deuda.
La posibilidad de una recesión se alza en el horizonte próximo de la economía de Singapur después de que en el segundo trimestre de este año su PIB registrara un descenso del 3,3%.
Los analistas achacan los malos resultados principalmente al descenso de sus exportaciones de bienes manufacturados, así como a la caída de las ventas como consecuencia de la disminución del turismo chino.
De este modo, Singapur sería otra víctima colateral de la guerra comercial entre Washington y Pekín.
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