Al preguntársele por la globalización y su papel en la industria automotriz, un vicepresidente de una empresa logística española comentaba: “Un proveedor británico de nivel 2, con planta en Barcelona (España), exporta sus piezas a un proveedor de nivel 1 situado en Hermosillo (México). Este proveedor ensambla un módulo con esas piezas y con otras procedentes de otro proveedor que las fabrica en Gyeongju (Corea), pero que tiene su sede central en Osaka (Japón). El módulo resultante se monta en un coche de marca alemana, fabricado en México y que se exporta a Estados Unidos, China y Europa”.

Este es un ejemplo del tamaño y complejidad que las cadenas de suministro de la industria automotriz han alcanzado. Por supuesto, dicha complejidad ha sido el resultado de la búsqueda constante de reducir los costos de operación y maximizar la eficiencia del suministro para lograr que los consumidores de todo el planeta puedan beneficiarse de automóviles mejores y más económicos.

No obstante, la guerra comercial emprendida por el gobierno de Estados Unidos podría lapidar en poco tiempo un trabajo que ha llevado años construir.

En mayo, la administración del presidente Donald Trump declaró que abriría una investigación con el objetivo de averiguar si las importaciones de coches hacia Estados Unidos suponían un problema de seguridad. De ser así, el gobierno norteamericano aplicaría aranceles de 25% a todos los automóviles y autopartes importadas.

No son pocas las voces que se han declarado en contra de esta propuesta. Las automotrices alemanas y japonesas han manifestado su inconformidad ante tal medida. Toyota, por ejemplo, ha estimado que con un arancel de este tamaño habría un costo adicional de mil 800 dólares por manufacturar un Camry y que seguramente tendría que transferir dicho costo a sus clientes.

Es esperable que el mismo efecto se observe en otros fabricantes. La empresa consultora LMC Automotive estimaba que el mercado estadunidense podría perder hasta 2 millones de ventas de vehículos nuevos.

Las asociaciones de concesionarios de Estados Unidos también han levantado la voz. Para muchos expertos del sector, el arancel de 25% sería un gran golpe para las agencias de este país, particularmente para aquellas que comercializan principalmente automóviles importadas de marcas de lujo alemanas.

La revista Autonews señala que existen 9 mil 600 concesionarios importadores de autos en Estados Unidos, los cuales emplean a 577 mil personas cuyo empleo podría estar en riesgo ante tal medida.

Cuando consideramos el alto nivel de globalización de la cadena de valor automotriz, es fácil encontrar ejemplos de autos cuyas partes podrían estar siendo producidas prácticamente en todos los confines del mundo.

Los aranceles propuestos por el gobierno estadounidense derivarían irremediablemente en represalias por parte de otros gobiernos para productos automotrices y de otras industrias estratégicas, llevándolo a actuar en consecuencia, lo que podría provocar un círculo vicioso del cual resultaría muy complicado salir.

Ante aranceles por 50 mil millones de dólares a productos chinos, el gobierno de China ha respondido con una medida similar a productos estadounidenses, incluyendo automóviles.

La guerra comercial ha iniciado y no sabemos hasta dónde llegará ni cuáles serán sus consecuencias con exactitud. Lo cierto es que, de aplicarse este arancel, los más afectados serían, sin duda, la industria automotriz estadounidense, que terminaría perdiendo competitividad y, por supuesto, los consumidores finales.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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