El Metropolitan Club de la ciudad de Washington, adonde acudió ayer Jesús Seade, negociador comercial del virtual presidente electo de México, invitado por el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, para una comida privada, está a justo una calle de la Casa Blanca, en una ubicación idónea para convertirse en uno de los lugares con más pedigrí y exclusivos de la capital de EU.
El lugar es favorito de Lighthizer, quien en agosto pasado se reunió en el mismo sitio con el canciller mexicano Luis Videgaray. Este viernes, Lighthizer llevó a Seade al término de las reuniones sobre la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Fundado en 1863 por miembros del Departamento del Tesoro de aquella época, su objetivo, según afirma, es promover el avance de objetivos “literarios, de mejora común y sociales”. No permitió la membresía de mujeres hasta 1988 y hasta 1972 aceptó a un miembro de la comunidad afroestadounidense, el obispo John T. Walker.
En un artículo publicado por The New York Times en 1983, se mencionaba que para poder ser miembro había una lista de espera de hasta cinco años. La cuota anual ascendería hasta 5 mil dólares, de acuerdo con el rotativo.
Por su sede —su edifico actual fue inaugurado en 1908 y está registrado como lugar histórico nacional— han pasado todos los presidentes de EU desde Abraham Lincoln, así como numerosos líderes internacionales.
En sus inicios estaba reservado sólo para clases altas y de riqueza. A diferencia de otros, en los que los requisitos de entrada podían ser, por ejemplo, un nivel intelectual excelso (como el Cosmos Club). La posibilidad de tener una membresía se centraba, casi en exclusiva, en criterios sociales y políticos.
Tan exclusivo es que sólo se puede acceder siendo miembro o por invitación y acompañado de uno de ellos. Su dificultad de acceso lo ha convertido en un escenario perfecto para líderes mundiales que quieren evitar que el público y la prensa puedan saber qué están haciendo dentro, o con quién se vieron.
Según su página web, el secretismo que emana del interior es tan extremo que están prohibidos los aparatos electrónicos en las áreas públicas y el salón de comidas, haciendo que la correspondencia tengan que usar un salón especial para comunicaciones con el exterior.
Además, no se pueden poner a la vista ni intercambiar “papeles personales o empresariales” en lugares públicos. El código de vestido está establecido: miembros e invitados “deben vestir de forma apropiada todo el tiempo”. Para los hombres, traje y corbata; para las mujeres, vestido o traje formal. Si se viste diferente, “se debe entrar por la puerta lateral o trasera”.