Desde 2014 la balanza comercial petrolera registra un déficit, que crece desde 2016. En ese año la cifra reportada fue de 12 mil 748 millones de dólares. El año pasado se incrementó a 18 mil 402 millones de dólares sin que existan condiciones para modificar la situación en los años inmediatos siguientes. En 2017 el déficit de la balanza petrolera equivale a 96% del total que registra la balanza de bienes y servicios. La mayor parte de las exportaciones es petróleo crudo, mientras que en las importaciones son derivados del petróleo y gas natural.
A la fecha los recursos obtenidos por la venta en el extranjero del petróleo crudo son inferiores a los dólares que se han utilizado para importar gasolinas, gasoil y diésel.
La diferencia no es resultado de un notable incremento en el consumo de gasolinas y diésel. En parte se explica por el estancamiento y reducción en la extracción de petróleo crudo y por la disminución de lo exportado. Pero el problema mayor es la disminución en la producción de gasolinas en el país.
Desde hace muchos años no se construye una nueva refinería. Para algunos no es pertinente hacerlo. Se afirma que las rentabilidades que se lograran son menores y no justifican los recursos utilizados.
Otros sostienen que en materia de energía y de transporte un futuro relativamente cercano es de los vehículos movidos por electricidad o en su caso los híbridos.
Además, en la generación de electricidad, también las fuentes renovables son la opción a desarrollar. Sin embargo, los cambios no se observaran en plazos cortos y las presiones sobre las cuentas comerciales con el exterior se incrementarán generando mayores dificultades y una demanda creciente de dólares que no se obtendrá por medio del comercio exterior.
A la fecha las mayores empresas petroleras privadas cuentan con sus propias refinerías. Es común que integren el conjunto de la cadena de producción y la comercialización en esa actividad.
Además de los procesos de exploración y explotación de petróleo realizado en varias partes del mundo, tienen refinerías en diversos países y también una red de gasolineras con su propia marca.
Las rentabilidades que alcanzan son resultado del control de la cadena completa de producción y comercialización. Cuentan con proyectos de inversión que consideran ese conjunto y es a partir de esa complementariedad que buscan maximizar sus beneficios.
Incluso, algunas de ellas realizan actividades financieras, como participar en los mercados para garantizar precios futuros de los hidrocarburos. El punto es que no renuncian a contar con capacidad suficiente de refinación y su red de comercialización. En México, los hechos han sido diferentes desde hace años. Lo más grave es que existe una notable reducción en la refinación de gasolinas y de diésel.
De 2006 a 2013 la refinación de gasolinas decrece ligeramente en alrededor de 5%. El diésel disminuye en una cantidad semejante. Sin embargo, en los años siguientes la reducción es significativa.
En 2017 las gasolinas refinadas son 56% de lo transformado en 2006. Por lo que corresponde al diésel, en 2017 se refina una cantidad que equivale a 47% de 2006.
Las refinerías están trabajando muy por debajo de la capacidad con la que operaban hace pocos años. Es urgente contar con un plan para recuperar la producción. Identificar las medidas a realizar, tanto en materia de mantenimiento, como reparaciones mayores o cambios en algunos procesos con los costos respectivos y los plazos para lograr modificar la situación.
También es urgente avanzar en el proyecto de construcción de una refinería. En esta materia los plazos son mayores, pero sin duda implica un mejor uso del petróleo que se extrae. En conjunto, a partir de estas acciones es posible modificar positivamente la balanza comercial petrolera y generar actividades económicas en el país que propicien el crecimiento.
Departamento de Economía Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa
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