El incremento en el precio de los fertilizantes químicos presiona los costos de productores del campo y encarece los bienes agropecuarios en perjuicio de la economía familiar, por lo que expertos ven la necesidad de fomentar el uso de biofertilizantes.
En octubre pasado, el precio al mayoreo de los fertilizantes aumentó 20.7% frente al mismo periodo del año anterior y fue la mayor alza desde enero de 2012, de acuerdo con el Inegi.
Este incremento se ha convertido en una oportunidad para valorizar los nutrientes de los residuos que quedan en forma natural de los procesos productivos del campo y hacer uso de ellos a través de los biofertilizantes, dijo Ignacio Simón, presidente de la Unión Nacional de Productores de Bioinsumos.
Entre las metas del programa de Producción para el Bienestar de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) se propuso la transición agroecológica, en términos de que los productores recuperen los procesos de selección de semillas para su mejoramiento y generen sus propios bioinsumos, como los biofertilizantes, con el fin de bajar sus costos y subir sus rendimientos, explicó Héctor Robles, director general de Organización para la Productividad de la dependencia federal.
El costo de este tipo de fertilizantes puede ser inferior al de los fertilizantes químicos en 70%, si se usan recursos locales, y entre 40% y 30% si provienen de otras regiones, lo que contribuye a reducir los precios de los productos agropecuarios para los consumidores finales, comentó Ignacio Simón.
DEPENDENCIA DEL EXTERIOR
La crisis energética actual disparó los precios internacionales del gas natural, que es un insumo crítico para la elaboración de los fertilizantes nitrogenados.
Este problema se agrava si se toma en cuenta que, en 2020, México elevó su dependencia del mercado externo, pues mientras la producción nacional de fertilizantes se redujo 7% frente a 2019, con un volumen de 2.3 millones de toneladas, las importaciones crecieron 20% para llegar a 3.5 millones de toneladas. Un 70% de estas compras fueron de fertilizantes nitrogenados, 18% de potásicos y 12% de fosfatados.
Esta situación y su mayor precio comprometen la capacidad de producción de los alimentos, que se verá seriamente disminuida en el corto y mediano plazo, tanto en su disponibilidad como en el incremento de su costo.
CARESTÍA ALIMENTARIA
Los precios de los alimentos del campo que compran los hogares mexicanos subieron 10.9% en los primeros 10 meses de 2021 y fue la tasa más elevada para dicho periodo en 23 años.
En particular, los precios promedios de las frutas y verduras aumentaron 15.5%, la mayor alza para dicho periodo desde 2006. Entre los bienes que más subieron destacan: el chile serrano con un aumento de 107.2%; tomate verde, 47.9%; aguacate, 47.7%; cebolla, 31.3%; toronja, 30.3%; limón, 29.8%; y jitomate, 27.7%. Por su parte, las tortillas de maíz se elevaron 15.8%. Esto encareció la canasta básica, cuyo precio se incrementó 8.0%.
VÍA ALTERNA
Ante las alertas rojas sobre el cambio climático y el compromiso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 por detener y revertir la degradación de suelos, es necesario pensar en un ajuste a la política que se está aplicando con los programas de fertilización química y abrir el pensamiento a las soluciones más ecológicas.
Por ejemplo, en los suelos se pueden dar procesos de biofertilización a partir de minerales de forma natural, compostas mineralizadas, fermentos de microorganismos o la utilización de abonos verdes, explicó Ignacio Simón, también director de la empresa Gaia asesoría integral ambiental.
El problema es que se ha estigmatizado a los biofertilizantes por su origen de residuos como el estiércol o abonos verdes, sin embargo, nada más es cuestión de darle un buen proceso.
Otra crítica es que su uso reduce la productividad, pero es un mito, porque si se tiene un suelo degradado con los químicos, los fertilizantes orgánicos empiezan a recomponerlo en un proceso que puede durar de seis meses a un año, dijo Simón.