Poco a poco la vida está volviendo a la normalidad en Pekín tras la pandemia de coronavirus.
Gran parte de la población mundial permanece socialmente aislada para evitar la propagación de covid-19. Pero después de meses de encierro en China, la gente está volviendo al trabajo.
Este miércoles, además, han reabierto las escuelas en el epicentro de la pandemia, Wuhan, y los alumnos han asistido a clase después de pasar por el control de temperatura y con las mascarillas puestas y guardando el distanciamiento social.
Ante eso, nos preguntamos ¿cómo es la vida ahora en el gigante asiático?
Cuando Gao Ting salió de Wuhan, en la provincia china de Hubei, para regresar a su ciudad natal para el Año Nuevo Lunar, estaba entusiasmada por ver a viejos amigos y salir a cenar.
En aquel entonces, recuerda que las mascarillas eran raras entre sus colegas y la gente en general. Ella tampoco la usaba.
Salió de la capital provincial, donde trabaja, tres días antes del 23 de enero, cuando sería sometida a un estricto cierre para frenar la expansión de la enfermedad que luego se llamaría covid-19.
Como consecuencia, Gao, de 34 años, pasaría 68 días atrapada en el apartamento de sus padres en Yichang, una ciudad de cuatro millones de habitantes a unos 300 kilómetros al oeste de Wuhan.
"Quedarnos en casa era la única opción. Todos los días venían personas a tomarnos la temperatura", cuenta Gao.
"Fue bueno pasar más tiempo con la familia, comer juntos, conversar juntos. Éramos ocho, incluida la familia de mi cuñada y mi cuñado".
Más de dos meses después, el 29 de marzo, Gao volvió a trabajar. "Había mucha gente en el metro", dice sobre el primer viaje de regreso. "Todos llevaban mascarillas".
Aparte de eso, el resto era lo de siempre, ya que la mayoría de las personas estaban absortas en sus teléfonos. Era casi como si nada hubiera cambiado.
Pero el panorama laboral contaba una historia diferente.
Un duro desafío
Gao trabaja en gestión de operaciones para el conglomerado chino Wanda Group en una de las zonas comerciales más populares de Wuhan.
Chǔhé Hànjiē es una calle larga y pavimentada llena de marcas internacionales y locales, pero el negocio es lento.
Parte del trabajo de Gao consiste en medir la cantidad de clientes que llegan a ese lugar para su empleador, quien invirtió y desarrolló el área.
"Llegaban 60.000 personas, en promedio, diariamente en 2019. Ahora son alrededor de 10.000 personas por día".
A pesar de eso, Gao está cada vez más ocupada y su trabajo se ha vuelto más arduo, y suele quedarse en la oficina hasta las nueve de la noche.
Los fines de semana trabaja desde casa, para avanzar en lo que le quedó pendiente.
Su papel también implica llamar a las empresas locales para tratar de atraerlas con el fin de para arrienden las unidades vacantes.
"Las marcas no están haciendo buenos negocios. Tratamos de ayudarlas. Muchas empresas no tienen dinero y no pueden pagar el alquiler. Algunas están cerrando", dice Gao.
Y las que no lo han hecho deben tener cuidado de no contribuir al aumento de las tasas de infección.
Los restaurantes de Wuhan ahora cierran a las siete de la tarde y los clientes no pueden sentarse adentro. Se ve muy poca gente deambulando por las calles después de esa hora.
En el caso de Gao, la empresa se encarga de la entrega de almuerzos y cenas.
Fin de semana más largo
Durante gran parte de febrero, millones de ciudadanos chinos trabajaron desde casa, lo que para muchos fue una experiencia nueva.
Ahora algunos, pero no todos, han regresado a la oficina, aunque una menor actividad económica significa que algunas empresas en dificultades están reduciendo las horas de trabajo y los salarios.
Otros, como Gao Ting, están trabajando más tiempo que antes mientras intentan poner en marcha otra vez el negocio.
Las autoridades locales de China han propuesto fines de semana de dos días y medio para alentar el gasto del consumidor.
La provincia de Jiangxi, en el este de China, implementó ese plan recientemente. Sin embargo, las nuevas medidas son voluntarias y las empresas pueden elegir cómo implementarlas.
Otras provincias, como Hebei, Gansu y Zhejiang, también han recomendado el fin de semana de 2,5 días para estimular la economía.
El miedo a una segunda ola de infecciones
La presencia de covid-19 todavía está en la mente de todos, mientras los funcionarios de salud se preocupan por una posible segunda ola de infecciones.
Muchos edificios de oficinas y departamentos cuentan con personal de seguridad para que midan la temperatura de quienes van a ingresar.
Amal Liu, de 26 años, trabaja para una importante compañía de seguros estatal china en el sur de Shenzhen.
En su oficina, y en muchas otras, todos deben usar mascarillas y practicar el distanciamiento social.
"En la cantina debemos sentarnos separados", dice Liu.
Cuenta que algunos trabajadores extranjeros, con quienes se comunica para trabajar, ahora sienten los efectos de sus propios confinamientos prolongados.
"No me gustaba trabajar desde casa, no era tan eficiente como en la oficina", dice Liu, quien prefiere la regularidad del horario de la oficina.
Para otros, las relaciones con clientes internacionales también se han reducido.
Ariel Zhong, de 25 años, trabaja para una plataforma china líder de transmisión de videojuegos en Hu Ya, Guangzhou, y es responsable del desarrollo de los mercados emergentes.
Zhong estuvo viviendo en México y haciendo viajes regulares entre Asia y América Latina, pero para finales de marzo estaba de regreso en China.
Al llegar a su país, fue puesta en cuarentena en un hotel y luego trabajó desde su casa durante una semana. Desde el 15 de abril, regresó a la oficina, con algunos cambios notables.
Antes del Año Nuevo Lunar, su horario de trabajo era fijo. "Pero ahora tenemos horarios flexibles de entrada y salida, siempre que trabajemos durante un período de nueve horas, incluido el almuerzo", dice.
Estas horas escalonadas se deben en parte a que el distanciamiento social en el transporte público causa demoras y también impide que muchas personas entren y salgan del edificio al mismo tiempo.
A pesar de no poder viajar al extranjero, Zhong se siente feliz de estar de vuelta en la oficina, porque dice tener una rutina de trabajo más eficiente, especialmente porque necesita una velocidad de internet estable y rápida.
El problema es que su sueldo ha disminuido significativamente, dado que el 60% de su salario está compuesto por incentivos para viajar al extranjero, algo que no puede hacer en las circunstancias actuales.
Trabajo menos eficiente
Zhang Xiaomeng, profesor de comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios para Graduados de Cheung Kong, en Pekín, descubrió que muchos empleados reportaron una reducción de la eficiencia cuando trabajaban desde casa.
En un sondeo llevado a cabo por su equipo, más de la mitad de los 5.835 encuestados informaron de una reducción de la eficiencia al trabajar desde casa.
Casi el 37% no informó un cambio en su eficiencia, mientras que menos del 10% dijo que trabajaba de manera más eficiente desde su hogar.
Krista Pederson, quien trabaja en Pekín para Hogan Assessment Systems, una compañía que realiza evaluaciones de personalidad, dice que China está en una posición ideal para incluir un estilo de trabajo más flexible, con la tecnología y la infraestructura para respaldar esta alternativa.
Pero esta flexibilidad adicional podría tener un costo.
Una mayor presión sobre los empleados
"También hemos visto un aumento en las expectativas sobre la capacidad de respuesta en todo momento, con una mayor presión para que los empleados respondan más rápidamente o estén dispuestos a tener reuniones en horario no laboral", cuenta Pederson.
Sin embargo, esta tendencia no se ve en todos los sectores.
"Hemos escuchado que algunos de nuestros clientes de empresas estatales están investigando y tratando de volver al entorno laboral tradicional", dice.
Pederson cree que esto se debe a que "son organizaciones altamente estructuradas que confían en la estructura para hacer las cosas".
Ella dice que en las evaluaciones de personalidad, los líderes en estas compañías a menudo obtienen puntajes más altos en aspectos como "tradición" y "seguridad".
"No podemos decir que estamos seguros"
No toda China se vio gravemente afectada por la covid-19, pero hubo efectos colaterales en el país en general.
He Kunfang, de 75 años, es una doctora jubilada que practicaba la medicina tradicional china.
Vive con su esposo en Kunming, en la provincia suroccidental de Yunnan.
"No hemos sido muy afectados por el virus", dice. "El suministro de alimentos se mantiene estable, pero solíamos nadar tres veces por semana, y ahora no podemos ir a la piscina".
Su hija de 30 años, quien residía en Pekín, ahora vive con ellos.
"Mi hija es intérprete en conferencias. Trabaja como autónoma y su empleo se ha visto afectado", cuenta He.
Los viajes al país todavía están muy restringidos, por lo que el negocio de las conferencias internacionales, sin mencionar el turismo, se ha visto muy afectado, un efecto secundario que se está replicando en todo el mundo.
"Tiene que pagar el alquiler en Pekín, así como préstamos, tarifas y seguros".
Muchos países están mirando a China para tener una idea de cómo sería la vida cuando se levanten las restricciones para quedarse en casa.
Pero todavía hay mucha incertidumbre en China y muchos están ansiosos mientras ven que otros países luchan por contener el virus.
"Todavía estamos en el período de coronavirus", dice Ariel Zhong, y subraya que el final de esta pandemia global depende en gran medida de un esfuerzo colectivo mundial.
"Mirando a otros países, no podemos decir que estamos a salvo... Si otros países no lo controlan, todos nos veremos afectados".
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