Estamos por cerrar un año muy turbulento en términos económicos. El 2017 inició con el famoso gasolinazo, que impactó fuertemente el indicador inflacionario en nuestro país.

Posteriormente vino la toma de posesión del presidente Donald Trump, con la cual comenzó una nueva etapa en las relaciones con el vecino del norte y que si bien el efecto en el tipo de cambio y en el desempeño de la economía mexicana fue menor de lo que se esperaba en un principio, agregó una dosis de volatilidad e incertidumbre durante este año.

Similarmente, la renegociación del TLCAN ha tenido fuertes vaivenes derivados de cambios imprevistos en el discurso y la situación podría intensificarse el próximo año.

La posibilidad de que Estados Unidos se salga del acuerdo aún está vigente, y con ello, el temor a que las potenciales consecuencias de este escenario sucedan.

La aprobación de la reforma fiscal de aquel país también ha sido otro choque externo que ha influido en la volatilidad de la economía mexicana al no saber exactamente qué implicaciones tendría en el corto, mediano y largo plazo.

El alza de tasa por parte de la Fed también ha significado que nuestro país eleve la tasa de referencia. De 2016 a la fecha, la TIIE que determina el Banco de México pasó de 4% a 7.25%.

Si 2017 fue un año de mucha incertidumbre, se espera que 2018 lo sea aún más. La elección presidencial y la duda sobre quién será el siguiente presidente de México, más el incierto desenlace que tendrán las negociaciones del TLCAN 2.0 sientan las bases para que sea un año muy vertiginoso.

En ese contexto, México tendrá que responder también a la reforma fiscal en Estados Unidos. Estos episodios nos recuerdan la importancia de mantener la estabilidad macroeconómica, como un cimiento fundamental para poder sortear los cambios que se avecinan.

Como lo señala la Visión 2030 del Consejo Ejecutivo de Empresas Globales (CEEG), mantener las finanzas públicas robustas y una política monetaria sana son ingredientes indispensables para que México tenga una base sólida que le permita incrementar la productividad y lograr un crecimiento económico sostenible e incluyente ante un entorno complejo.

La designación de Alejandro Díaz de León al frente de Banxico manda un mensaje de estabilidad en un contexto económico complicado. Su principal misión será garantizar la estabilidad económica, mantener una férrea disciplina en la base monetaria, y tratar de cumplir con la difícil tarea de regresar la inflación a la meta de 3%.

Deberá resistir la tentación de inyectar reservas internacionales para apalancar el tipo de cambio. Díaz de León tendrá que lidiar con el proceso electoral y con el resultado del 1 de julio, teniendo muy presente el mandato constitucional y la autonomía de la organización que preside.

Similarmente, José Antonio González Anaya, el tercer secretario de Hacienda del sexenio, deberá asegurar una disciplina financiera, mantener un presupuesto austero, continuar reduciendo la relación deuda-PIB, procurar que el gasto sea eficiente y transparente, así como preparar una transición sin costuras.

Es importante también que los gobiernos estatales, especialmente las nueve entidades en donde habrá elecciones para gobernador, manejen de manera responsable las finanzas públicas.

Ello incluye no endeudar más sus estados, reducir el costo de financiamiento y ejercer el presupuesto de forma transparente.

Si en algo han coincidido los últimos reportes sobre la economía en México, ha sido en su resiliencia ante la adversidad del entorno internacional.

Se deberá continuar por la misma vía, evitando caer en visiones cortoplacistas e intereses partidistas que pongan en riesgo los cimientos sólidos que se han venido construyendo durante los últimos años. Éste será el mejor punto de partida para minimizar la incertidumbre que habrá en 2018.

Presidente y Director General de UVM
y Laureate México

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