Carne sin matanza, limpia, falsa y sintética son las alternativas a la carne elaboradas mediante vegetales o células animales aún provocan que muchos rechinen los dientes.
Para los productos fabricados a partir de células animales “no hay un verdadero consenso”, afirma Matt Ball, portavoz de The Good Food Institute, una asociación que promueve esas alternativas.
Durante su presentación en 2013, la primera hamburguesa cocinada in vitro llegó a los titulares de la prensa con el nombre de Frankenburger. En aquel momento, se habló de “carne de laboratorio”, “artificial” o “de cultivo”.
Más tarde llegó la expresión carne limpia, antes de la más reciente carne a base de células.
En busca de la mejor palabra para atraer a los consumidores, The Good Food Institute publicó en septiembre de 2018 un estudio de 37 páginas sobre la percepción de las distintas denominaciones.
En Estados Unidos, el Departamento de Agricultura se encargará del etiquetado de esos nuevos productos cuando lleguen al mercado, a partir de 2021, según las empresas más avanzadas del sector.
Las autoridades exigirán probablemente términos “precisos y descriptivos” para evitar, por ejemplo, alergias.
“En Francia no nos preguntamos cómo definir ese producto [de carne celular], porque no suscita mucho interés”, dice Jean-François Hocquette, director de investigación del Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA) y editor de la revista Viande et produits carnés (Carne y productos cárnicos).
Para él, la carne elaborada a través de células, tal y como se hace actualmente, es un “montón de fibras musculares” cuya textura está muy alejada del solomillo, el pollo asado o la costilla de cerdo, ya que su sabor es una incógnita.
En EU, los ganaderos intentan anticipar el cambio para evitar la experiencia de los productores de leche, quienes asistieron al auge de bebidas vegetales vendidas con el nombre de leche de coco.