(La coautora de este post es Andrea Ortega Lee, mejor conocida como Manchita.)
La semana pasada me di cuenta de que pertenecía a un grupo cerrado de Facebook, de puras mujeres, al que desconozco cómo llegué. Jamás se había manifestado en mi timeline, hasta que salió esto:
QUÉ PEDO.
¿”Muchachas”? ¿”Me está viendo la cara”? ¿”Todavía me sale con que no le pago bien”?
Un rápido vistazo a otros posts del grupo me reveló que había caído en un grupo de mujeres de clase media alta, la mayoría del poniente de la Ciudad de México. Esa parte del mapa que intenta con todas sus fuerzas aislarse del resto del DF, borrar cualquier rasgo característico de identidad chilanga, parecerse más a un suburbio gringo... sin renunciar, claro, a los privilegios de vivir en una sociedad desequilibrada e injusta conlleva –cuando tú perteneces al grupo en el poder–. Por ejemplo, pagar sueldos de mierda y tratar a las trabajadoras del hogar como ciudadanas de segunda.
Miren algunas de las respuestas:
“La mía”. “Yo tengo dos”.
“Sale cada 15 días”.
“La consiento con vacaciones y aguinaldo”.
“1300 a la semana. Hace de todo”.
Y había peores, pero no alcancé a darles pantallazo porque me sacaron del grupo. Ah, sí: como era de esperarse, me puse muy loca con mis #plaquejas y les empecé a mandar links al trabajo de Marcelina Bautista y a este artículo de Sara Hidalgo para horizontal. Luego firmé mi destierro cuando dije algo así como “Las trabajadoras domésticas ya tienen su sindicato. Ojalá pronto se organicen y ya no se dejen de nosotros, bola de clasemedieros pendejos explotadores”.
Por ese comentario, una chava hasta amenazó con acusarme con “los alemanes”, jaja.
“Estoy de acuerdo con que son seres humanos”. Gracias amiga, eres muy sensible y una taxónoma sumamente avispada. Y sí, “los alemanes” se van a enojar conmigo por decir que me avergüenza pertenecer a una clase social que trata a otras personas como si fueran objetos desechables.
(La verdad es que ni pertenezco a esa clase social: aunque quisiera con todo mi corazón comprar una pinche pañalera de veinte mil pesos –¡rebajada a tan sólo diez mil!– como la que anunciaban en el mismo grupo facebookero, no me alcanzaría:
Total que ya no pude seguir de morbosa porque me sacaron a patadas virtuales.
Sin embargo, no contaron con que UNA INFILTRADA que me pasó más pantallazos: Manchita, que además de ser una excelente comediante y actriz, es una persona consciente, sensible, brillante y, pues, con sentido común. (Manchita, te amo, UNA PORRA PARA MACHITA).
Acá un pequeño intercambio de los muchos que sostuvo aquel día:
¡Qué chistosa, señora! ¡Qué buena broma! Por un momento creímos que usted, con sus hijes güeres posando en Disneylandia, ganaba menos de 6 mil pesos al mes y tenía un día de descanso cada 15 días, ¡jajajaja! ¬¬
Bueno, pues Manchita me siguió mandando pantallazo, ya no de ese post porque lo borraron, pero sí de otro que empezaba así:
Primero, levante la mano quien se las ha arreglado para ir a echar la siesta a la azotea, al baño o a la sala de juntas y no por eso ha bajado la calidad ni el rendimiento de su trabajo:
o/
Ahí está, todes. Quizá no en el primer día de trabajo, pero, señora... ¿no se le ocurrió preguntarle a esta mujer que iba a TRABAJAR para usted (no “ayudarla”, como eufemiza en el texto) por qué necesitaba una siesta? ¿Quizá porque viene desde, no sé, el Estado de México profundo, y llegar a su casa incomunicada en Cuajimalpa le tomó más de tres horas? ¿Quizá porque no tenía dinero para desayunar algo y anda con el estómago vacío? ¿De verdad cree que nada más por “floja”? ¿Y de verdad usted trabaja “de sol a sol”? Si sí, ¿bajo qué condiciones? ¿Cuánto gana? ¿Por qué está en esa posición? ¿Nada más porque “le echó ganitas”, o porque ya estaba en una posición privilegiada que le permitió estudiar la universidad sin preocuparse por comer? ¿Y porque tenía las relaciones para conseguir ese empleo, o el dinero familiar para emprender un negocio? No sé, no la conozco, pero a veces los que pertenecemos a las clases favorecidas creemos que el dinero crece en los árboles y que quienes no lo tienen es porque no quieren agarrarlo, y por eso –paradójicamente– lo pichicateamos enfermizamente.
Pero espérense porque, además de los comentarios que ya salen en el pantallazo de arriba, llegaron más respuestas burlándose de la trabajadora que había pedido dormir una siesta:
Manchita, su hermana y otras mujeres que aún seguían en el grupo llegaron a señalarles lo asqueroso que era el post y las respuestas. Y entonces:
Manchita y compañía no se callaron. ¿La respuesta de #LadyRacista?
¡Ya SUPÉRALO! ¡Move on porque a nosotras no se nos va a quitar lo racistas! ¡O sea hello!
¡Aj! Al parecer, se puso tan álgida e insoportable la discusión que una chica que no conozco, pero con la que tengo amigos en común muuuuuy chingones, publicó este chorote que me hizo ponerme de pie y aplaudir:
¿La respuesta del lado conservador? “Creo q están Exagerando”.
“Dejen de armar grilla en el grupo”. Sí, qué horror, se va a volver de flojera, o sea, ¿qué sigue? ¡¿Que hablemos de Derechos Humanos?! Qué oso, mejor toleremos el racismo, ¿va?
Y ya.
Qué horror. Por supuesto que sé que vivimos en un país repugnantemente clasista y racista, pero como estoy acostumbrada a que mi feed sea de puras cosas chairas y feministas, se me olvida. De alguna forma, vivo tan fuera de la realidad como estas personas del grupo ese fresa. Por eso me escandalizaron tanto las cosas horribles que leí. Y también por eso vengo a compartirlas con ustedes, para que recordemos que allá afuera de nuestra burbujita, pero no muy lejos (digamos que a unos cinco, diez o veinte amigos en común), hay gente que usa sus poderes (el dinero) para el mal.
Snif.