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En nuestro tiempo los hábitos alimenticios han cambiado. Hemos dejado de comer tan sano como lo hacían nuestros abuelos y nuestro deteriorado estado de salud da cuenta de ello. La industria lo sabe y sabe también que comer mejor es una preocupación real y una prioridad en muchas, muchísimas familias. Viendo esto es que se han dado a la tarea de investigar y proponer la mejora de algunos alimentos y con ello la salud de la población, intentando evitar un futuro aún más desastroso.
De ahí es que surgen algunas ideas como adicionar o suplementar ciertos alimentos con sustancias que pueden prevenir enfermedades o complicaciones asociadas a algunas de ellas. De ahí el concepto “alimento funcional”.
Según la Revista Salud Pública y Nutrición* el término fue propuesto por primera vez en Japón en la década de los 80. Se conocían como FOSHU o Foods por Specified Health Use o Alimentos para uso Específico de Salud y se refiere a los alimentos procesados que contienen ingredientes que desempeñan una función específica en las funciones fisiológicas del ser humano, más allá de su contenido nutrimental.
En Europa se define alimento funcional como aquél que satisfactoriamente ha demostrado afectar benéficamente una o más funciones específicas del cuerpo, más allá de los efectos nutricionales adecuados en una forma que resulta relevante para el estado de bienestar y salud o la reducción de riesgo de enfermedad. La posición de la FDA (Food and Drug Administration) en USA es que las sustancias específicas de los alimentos pueden favorecer la salud como parte de una dieta variada. En México no hay una ley que regule los alimentos funcionales, pero se utiliza el término entre la comunidad científica.
Lo que es un hecho es que a estos alimentos se les han agregado nutracéuticos, es decir, sustancias con aplicación nutricional y farmacéutica. Los productos que los contienen son un propuesta de la industria para que los alimentos procesados sean de alguna manera más nutritivos.
Los alimentos funcionales deben, claro, consumirse dentro de una dieta sana, equilibrada y variada y en la misma cantidad que los otros alimentos. No necesariamente más es mejor ni exagerando aumenta su papel preventivo de los factores de riesgo que provoca la aparición de enfermedades.
Hay muchos componentes que pueden adicionarse o suplementarse y a los cuales se les han encontrado posibles efectos. Calcio, hierro, zinc, fósforo, yodo, vitamina C, D, E, antioxidantes, omega 3 y 6, probióticos, fibra, entre otros.
Con el calcio se busca reducir el riesgo de osteoporosis, el zinc y el hierro apoyan al sistema inmune, los antioxidantes previenen el deterioro celular, el ácido fólico previene daño en bebés recién nacidos y disminuye el riesgo cardiovascular, así como los omegas que ayudan a las células del cerebro, la fibra al tránsito intestinal y modifican la absorción o no de algunos nutrientes. En fin, cada uno tienen muchas funciones. En el caso de los probióticos, son eficientes en mejorar la salud digestiva y las diarreas.
Sucede que en nuestro tracto gastrointestinal hay más microorganismos que células en todo nuestro cuerpo y en un solo gramo de nuestro colon pueden existir entre uno y mil billones de bichos, principalmente bacterias. Los probióticos son organismos vivos cuyo objetivo es reforzar la flora bacteriana intestinal, clave en la última etapa de digestión y con la importante función en defensas de nutro organismo contra las infecciones (López M.A.)
¿Dónde encontramos nutracéuticos? En infinidad de productos o alimentos funcionales. Uno de los de más fácil acceso, riquísimo y que puede tener varios ingredientes adicionados (calcio, vitamina D, fibra, probióticos) es el yogurt, que ha cobrado popularidad gracias a los beneficios comprobables para la salud de quienes lo consumimos. En mi caso me gusta con fruta, solito, en salsas, sopas o aderezos, para smooties y aunque no lo crean, para sanar quemaduras por el sol… nada funciona mejor que el yogurt para regenerar la piel. Como verán y como siempre, el botiquín está en el refri…
http://www.medigraphic.com/pdfs/revsalpubnut/spn-2002/spn023g.pdf