En los años 50 tuvo una difusión mundial por la participación de pilotos y autos que rodaban por una carretera construida de frontera a frontera, al sur con Guatemala y al norte con U.S.A. dándole vida a muchas historias de los equipos participantes de la justa.
Supersticiones de los Solana. Era la época cuando se realizaban carreras en carreteras, y tal como les comenté en la columna anterior, hoy les platicaré a lo que le temían los Solana. José Antonio y su hermano Joaquín se inscribieron en la primera carrera Panamericana con un auto Nash y al llegar a Laredo para la salida, quisieron pintar el coche con el número y nombre de ellos, y los pocos pintores que había en ese lugar estaban ocupados.
El único que estaba libre era un chino que aceptó pintarlo pero a José no le pareció porque según el, un chino era de mala suerte pero no hubo de otra y lo rotuló… Arrancaron con mucho entusiasmo pero antes de llegar a Durango se despistaron y cayeron en una barranca. José Antonio, molesto, le dijo a Joaquín: “¡te lo dije, el chino era de mala suerte!” Estaban discutiendo y de repente, un Cadillac derrapó cayéndoles encima pero afortunadamente no les paso nada.
Moisés a los 19 años. Del 19 al 23 de noviembre de 1954, Moisés Solana debutó en la quinta carrera Panamericana finalizando sexto lugar de la Categoría Turismo Especial, siendo el más joven de los pilotos -19 años- así fue la revelación de la carrera porque le dio pelea al Italiano Piero Taruffi, el zorro plateado, y también al veloz argentino Oscar Cabalen, entre otros.
Pero hoy la carrera Panamericana es algo muy diferente porque su recorrido ha sido modificado por diversas razones; las etapas siguen siendo de velocidad y de traslado, y continúan siendo de gran atracción para los pilotos que recorren las carreteras en México. Disfrutar de las hermosas área verdes del sur es atractivo para los pilotos que participan en la Carrera.
Recuerdo muy bien en esos años 50 que mi padre nos llevaba a ver el paso de los coches en la zona conocida como la Marquesa, de la carretera del D.F. a Toluca, y teníamos que llegar la noche anterior con cobijas, café, tortas, cámara fotográfica, etc. Era espectacular el sonido de los motores que resonaban en medio de las montañas. Eue la época del clásico grito: ¡Carro a la Vista! Admirábamos el tipo de autos, las derrapadas en las curvas y cuando pasaba una tripulación mexicana, todos aplaudíamos.
Hoy sigue siendo espectacular... recuerdo la plática de Fernando Razo Maciel, que aconsejaba tener cuidado cuando se veía mucha gente en los cerros, porque ahí estaban las curvas más peligrosas. Lo mismo se recomienda actualmente.
Y recuerden, ¡hagan de su automóvil un deporte, no un peligro!
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