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¿Por qué insisto?

12/09/2016 |14:37
Redacción El Universal
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Desde que salí del clóset a mis 15 años, se me ha cuestionado todo.

T O D O.

Sin excepción.

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Que si no es porque le tengo miedo a los hombres. Que si no es porque quiero ser rebelde. Que si es porque quiero ser como Angelina Jolie (eran los 2000's tempranos, qué le hago). Que si es porque quiero joder a mis padres. Que si es porque me quiero joder a mí. Que si es porque quiero ir a contracorriente.

Que si estoy segura. Muy segura. Porque cómo voy a saber: si tengo 15, si tengo 18, si tengo 22, si no he intentado con hombres. Bueno: si no he intentado LO SUFICIENTE con hombres. Porque qué si el adecuado está a la vuelta de la esquina.

Que si no me había dado cuenta que Dios hizo que los hombres hicieran pipí parados y las mujeres hicieran pipí sentadas por algo (esto fue textual algo que me dijeron). Que si no es porque abusaron sexualmente de mí, porque, ¿adivinen qué? Lo más importante para algunas personas de haberse enterado de mi abuso sexual fue que QUIZÁ ESA ERA LA CAUSA DE MI HOMOSEXUALIDAD, POR LO QUE YA ME PODÍA CURAR.

Que por qué no me aventuraba a ir a terapia para resolverlo. Bueno: a ir MÁS a terapia. Que por qué me resignaba. Que por qué no le echaba ganas. Que porqué me quería ESTANCAR emocionalmente en lugar de entrar a lo profundo de mi ser y desentrañar y desterrar mi homosexualidad.

Y, finalmente, que si estaba lista para vivir una vida tan triste y solitaria porque el mundo es cruel, cruel, cruel. Porque el mundo discrimina. Porque el mundo es culero y lo único que podía ofrecerme era violencia y soledad.

Además de lo que se me ha cuestionado directamente, está todo lo que he tenido que leer y escuchar desde que recuerdo. Que ser gay es un pecado. Que es una enfermedad. Que es una perversión. Que es anti-natural. Que por mi sola existencia le hago daño a los niños y a las niñas. Que no debo darles clases. Que no debo adoptarlos. Que no deben ser dejados en mi cuidado porque no los vaya a confundir. O sobre estimular. O imponerles mi "estilo de vida".

Que atento no solo contra La Infancia, sino contra La Familia, La Nación y La Especie.

Que se me deben negar mis derechos básicos, porque mírenme nada más: pinche machorra culera asquerosa que debe ser violada para que se corrija. (Esto se me ha dicho también directamente. Varias veces.)

Y les cuento todo esto para decirles una cosa: ¿Ustedes creen que no me he cuestionado todo esto? ¿Ustedes creen que sigo aquí por necia?

Cuando eres cuestionada a tal grado e INSISTES y RESISTES es porque, después de toda la indagación, después de todos los estudios, después de todas las sentencias, después de todas las leyes, después de todas las pláticas, después de todas las lágrimas, después de todas las risas, los orgasmos, los abrazos, las peleas y los besos, te das cuenta que, en realidad, no le haces daño a nadie. Ni a ti.

Que lo único que haces es intentar pasártela bien. Y vivir. Que lo único que haces es tratar de encontrar a personas con las cuales descubrir el placer y sobrevivir el dolor. Con las cuales vivir. Ir de fiesta. Aprobar la escuela. Navegar en el trabajo. Soñar. Complotar. Reír. Llorar. Planear. Viajar. Tener hijos. Adoptar gatos. Tener perros. Qué sé yo. Hay mucho qué hacer en esta vida. Muchísimo.

Y por eso sigo aquí. Porque lo único que quiero es vivir en paz. Sin hacerle daño a nadie. Y porque es injusto que, a pesar de toda la evidencia de que mi orientación sexual no le hace daño a nadie, me sigan queriendo negar mis derechos. Los míos y los de todas las personas como yo.

Y por eso vale la pena luchar. Y por eso vale la pena insistir.

Porque es injusto que se me trate así cuando yo solo quiero vivir.