Las noticias sobre la violencia que viven las mujeres en el país no cesan.
Hace casi un mes, fue el acoso que sufrió de Andrea Noel en la Condesa. Y, claro: los insultos y las amenazas innumerables que recibió por haberse atrevido a denunciarlo. Acabo de leer que algo similar le ocurrió a Gabriela Nava, una estudiante de comunicación de la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán de la UNAM: en el camión que abordaba para llegar a la escuela, un tipo la estaba grabando, debajo de su falda, sin su consentimiento. Para cuando la alertaron del hecho, él se echó a correr y no lo logró alcanzar. Solo pudo grabar su cara unos segundos. Denunció el acoso ante las autoridades universitarias, quienes respondieron que, como no ocurrió dentro del campus, no había nada que podían hacer. Narra que, cuando les respondió que subiría el video en línea, le dijeron que tenía que tener cuidado porque ella sería la evidenciada. Como quiera denunció (ante las autoridades estatales y en línea). Y sí: recibió mensajes similares a los de Noel. «Zorra barata». «Las más putas son las que se quejan más.» «Qué te andas vistiendo así, eres una puta y es tu culpa.»
Esta misma semana, Elisa Alanís en su columna de opinión de El Universal denunció el ataque que sufrió una colega, también en el transporte público. Abordó una combi en el Estado de México, como todas las mañanas, para llegar temprano a las oficinas de El Universal en Reforma y Bucareli. Además de ella y el conductor, dos hombres y unas seis o siete mujeres se encontraban abordo. Todo marchaba bien, hasta que el conductor se desvió de la ruta y se dirigió a un terreno baldío. Estando ahí, él, junto con los otros dos hombres, la violentaron a ella y a las otras mujeres. «Le bajaron los pantalones; le levantaron la blusa; la sentaron en sus piernas; “qué rica, ¿te gusta cómo te toco?”, vociferaron entre risas, burlas. Le pegaron en el pómulo y en el estómago. Le sacaron el aire, su vista se nubló, cuando también sintió el roce de la navaja en un costado del vientre.» El ataque duró 40 minutos. Cuando concluyó, los agresores simplemente las dejaron ahí y se fueron.
Luego está el caso de Daphne, la menor del estado de Veracruz en cuyo secuestro y violación estuvieron involucrados cuatro muchachos, mayores de edad, hijos de empresarios. La violación ocurrió hace más de un año, en enero de 2015. A petición de ella (según narró en su Facebook), su padre buscó a los padres de estos chicos para exigirles tres cosas: 1) una disculpa y una explicación para su hija; 2) que, si se encontraban en el mismo lugar que ella, se fueran; y 3) que tomaran terapia. Circulan en línea videos en los que aparecen disculpándose. Dado el incumplimiento de las condiciones que habían acordado, el padre de Daphne finalmente acudió a las autoridades estatales a denunciar en mayo de 2015. Casi un año después, el proceso sigue estancado. Todo apunta a que el estatus privilegiado de los muchachos les ha garantizado seguir en la impunidad. Con la mediatización del caso, la violencia para Daphne —y su familia— no ha cesado. Fue, de hecho, lo que la movilizó a romper su silencio. Si bien acepta que ha recibido muchos mensajes de apoyo (más de 300 organizaciones y personas feministas firmaron una carta apoyándola), estos, narra, por lo general provienen de gente que no conoce:
«Me siento triste por que me siento sola, se que no es así pero así lo siento, muchos de mis “amigos” y muchos de mis “conocidos” dudaron y me juzgaron (antes de que salieran los vídeos) y aun con los vídeos siguieron o siguen criticando, algunos otros optaron por poner estados “neutrales” como “no sabemos la verdad no hay que juzgar” “no sabemos si son inocentes o no”, por favor si hubieran querido ayudar o ponerse en una posición neutral mejor no hubieran puesto nada, eso solo me lastima mas ya que al poner “no sabemos si son inocentes o no” YO sentía una patada en el estomago de saber que CLARO QUE NO son inocentes, de saber que ELLOS SABEN la verdad, ellos saben lo que paso esa noche y aun así siguen mintiendo.»
«Sí», afirma Daphne, refiriéndose a las críticas que incontables mujeres han escuchado al denunciar la violencia que sufrieron: «he tomado, si he salido de fiesta, si he usado faldas cortas, como la gran mayoría por no decir que todas las niñas de mi edad, por eso me van a juzgar? por eso me lo merecía? por eso paso lo que paso? por andar de noche con mis amigas?» Justo ayer leí otra noticia, también proveniente del estado de Veracruz, de una joven de 19 años que también fue violada, también en una fiesta, ella estando inconsciente. La violación fue grabada y ya fue difundida en línea, en donde se encuentra en (al menos) una página pornográfica. Sé —sé— que este no es un fenómeno raro. Precisamente lo que se está viendo, una y otra vez, es que la tecnología está siendo utilizada en contra de las mujeres (Nava pudo viajar a la escuela sin que un hombre le grabara los calzones). Y sé —sé— que la misoginia está arraigada en esta sociedad (como en muchas otras). Pero su alcance no me deja de sorprender: ¿a qué grado está normalizada la violencia sexual que hombres como estos no solo violan a una mujer, sino que lo graban y sin pena lo difunden? ¿En qué otro delito ocurre algo semejante? (Todos los ejemplos que se me vienen a la cabeza tienen que ver con la violencia del narco o, claro, con las torturas de Abu Ghraib.) Pero, claro, pienso en lo que las autoridades universitarias le dijeron a Nava: se asume que, no importa qué hagan, siempre serán las mujeres las «evidenciadas».
Eso les pasa.
Por caminar en la calle.
Por abordar un camión.
Por ir a la escuela.
Por ir a una fiesta.
Por divertirse.
Por confiar.
Por vivir.
Babosas que creyeron que tenían el derecho a vivir, ya no digamos en paz.
Por si no fuera suficiente, leí un artículo en Vice sobre los secuestros de mujeres jóvenes en Jalisco. Los casos están impresionantes: están siendo secuestradas a plena luz del día, en las calles principales de Guadalajara. (¿Por qué me sigo sorprendiendo si la compañera de El Universal fue violentada abordando un maldito camión citadino rumbo al trabajo?) Los números que presenta Vice son alarmantes: solo en los primeros dos meses de este año, 187 mujeres han sido reportadas como desaparecidas. Claro: no son solo los secuestros. 150 mujeres fueron asesinadas el año pasado. Las cifras de ambos delitos han ido en aumento en los últimos cuatro y cinco años. ¿Y las autoridades? En negación. Hasta han llamado a las denuncias que algunas mujeres han hecho en redes sociales «mensajes falsos» (denuncias que han tenido que hacer después de que las autoridades se han rehusado a atenderlas). Esto en un estado en el que ya ha sido declarada la Alerta de Violencia de Género contra de las Mujeres.
Supongo que lo único que me consuela de este panorama es cómo las mismas mujeres están resistiendo. En Jalisco, varias han levantado la voz, objetando a la idea de que sus denuncias son falsas. La misma Daphne ha denunciando el trato del que ha sido objeto, en un mensaje que no me deja de conmover. Nava y Noel, a pesar de la reacción a sus denuncias, no han desistido. «No nos van a callar», ha dicho Noel una y otra vez. Es posible posicionarse frente a la violencia de una manera distinta. Desde la fuerza. Desde la convicción de que la violencia así está mal y nada, nunca la justifica, a pesar de lo que tantas personas aún dicen. No nos van a romper. No nos van a seguir jodiendo. Vamos a resistir. Y van a ver. Otro mundo es posible.
A pesar de todo, me hacen creer que sí.