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I. El dron
El dron que muestran en su página
La organización internacional Women on Waves anunció que el próximo sábado 27 de junio volará un dron que contiene paquetes de pastillas abortivas de Fráncfort del Óder, la ciudad alemana, a Slubice en Polonia. Los pueblos se ubican uno enfrente del otro y los separa un río, el Óder. La geografía resulta fundamental en el caso de este esfuerzo, ya que uno de los requisitos para volar un dron sin que sea necesaria una autorización gubernamental es que en todo momento esté bajo la mirada de quien lo controla. Por eso el Óder es el escenario perfecto: en muchos de sus puntos, son menos de 300 metros los que separan una orilla de la otra. Se tratará de un viaje sencillo, pero no por ello menos importante: con este acto, de ser un símbolo del terrorismo de Estado, el dron pasará a ser también un arma para el ejercicio de derechos. En este caso, los derechos reproductivos de las mujeres.
En Alemania, las mujeres pueden abortar legalmente. En Polonia, gracias a una legislación de 1993 que abolió el régimen permisivo que prevalecía desde 1956 bajo el comunismo, sólo es legal que las mujeres aborten en tres supuestos: cuando sus vidas o su salud estén en riesgo, cuando el feto presente malformaciones y cuando el embarazo sea el resultado de un acto criminal. Sin embargo, las mujeres, bajo ningún supuesto, enfrentan penas por abortar. Los criminalizados son las y los médicos. Según Women on Waves, precisamente por esto no es castigable el acto que facilitarán: las pastillas abortivas que transportarán a Polonia, misoprostol y mifepristona, pueden ser directamente ingeridas por las mujeres en sus casas, sin que sea necesaria una supervisión constante por parte de profesionales de la salud. La seguridad depende, en última instancia, de la información con la que cuentan (y que, claro, se ingieran en las primeras nueve semanas del embarazo, en las dosis sugeridas). Información que la misma organización se encarga de proveer, en conjunto con las otras tres con las que está colaborando para este evento (el grupo de apoyo para mujeres de Polonia, Cocia Basia, la Feminteka Foundation de Varsovia y el colectivo Porozumienie kobiet 8 marca).
El dron no puede pesar más de cinco kilos, lo que limita de manera importante el número de pastillas que puede transportar. Pero eso no importa: el objetivo no es sólo proveer estos medicamentos, sino desatar una reflexión sobre las condiciones en las que las mujeres pueden o no acceder a un aborto seguro. Una discusión apremiante considerando que de la seguridad de un aborto depende la vida misma de las mujeres. El acto de Women on Waves invita a pensar sobre el tema a partir de la imagen que ofrece: un río que divide los mundos, un río que puede hacer toda la diferencia en la vida de las mujeres. De uno de sus lados, el alemán, está la salud y la libertad; del otro, el polaco, está la muerte. ¿De qué lado tuvieron la suerte de haber nacido las mujeres?
La maravilla de Women on Waves, sin embargo, no radica solamente en que visibiliza las injusticias que padecen las mujeres que viven en regímenes como el polaco, es decir, regímenes que contribuyen a elevar los índices de mortalidad materna, sin reducir los números de aborto. Lo extraordinario de su labor es que al mismo tiempo en el que provoca una reflexión sobre las injusticias, presenta una forma sumamente creativa y simbólica de remediarlas. Hoy es un dron. Pero todo comenzó con un barco.
II. El barco
Women on Waves, una organización no gubernamental sin fines de lucro, fue fundada en 1999 por Rebecca Gomperts, una médica holandesa. El proyecto inicial no me deja de fascinar: convirtieron un contenedor de carga en una clínica ginecológica móvil (el diseño se lo deben al artista Joep van Lieshout). El objetivo era incorporar el contenedor a un barco y navegar a países en los que el aborto estuviera criminalizado prácticamente sin excepción. En el puerto, siempre en coordinación con organizaciones locales, abordarían a mujeres del país en cuestión. De ahí viajarían a aguas internacionales, a 12 millas de la costa, y les ofrecerían a las mujeres información, talleres, entrenamiento y servicios de anticoncepción y de interrupción del embarazo. El barco, al estar registrado en Holanda, se regiría por su ley, misma que permite el aborto hasta el momento de la «viabilidad» del feto (por lo general, hasta las 24 semanas del embarazo, aunque la mayoría de las intervenciones se realizan antes de la semana 22). Tan cerca de los pro-vida y tan lejos de su poder; tan lejos de los pro-choice y tan cerca de su cobijo. Vaya manera de resignificar los límites y los alcances de la territorialidad del derecho. Gomperts lo describe como «desafiar la ley, sin quebrantarla».
El Langenort antes del viaje a Polonia (2003)
Según ha narrado en diversas ocasiones, Gomperts debe la inspiración para el proyecto a su labor con Greenpeace. Después de completar su entrenamiento médico para proveer servicios de aborto, comenzó a trabajar en uno de los barcos de esta organización en el que navegó por América del Sur. En el viaje conoció a muchas mujeres que le relataron las experiencias terroríficas que habían enfrentado con sus embarazos no deseados, al no tener acceso a un aborto legal y seguro. «Sus historias», afirma en la página de Women on Waves, «eran desgarradoras. Había mujeres que habían sido violadas. Había mujeres que no tenían medios para subsistir. Y había mujeres que habían sido expulsadas de sus comunidades.» «Como mujer», relató en una entrevista, «y como doctora, me impactó aprender sobre las consecuencias que tienen una educación sexual restringida, un acceso limitado a la anticoncepción y una política que criminaliza el aborto.» Una de las consecuencias que Gomperts no deja de señalar es la de la mortalidad materna: prohibir el aborto no sólo no disminuye el número de abortos, sino que, al orillar a las mujeres a la clandestinidad, pone en riesgo su salud y sus vidas. «La ley», se afirma en Vessel, el documental que hicieron de la organización en el año 2014, «no impide que las mujeres necesiten o tengan abortos. Sólo los hace inseguros.» De ahí el propósito de la organización: «responder a una necesidad médica urgente y llamar la atención sobre las consecuencias de embarazos no deseados y del aborto ilegal».
El primer país al que navegaron fue Irlanda, en el 2001. En aquel entonces (y hasta el día de hoy), era de los países europeos con las leyes más restrictivas en torno al aborto. A pesar de ello (o quizá por ello), había una comunidad importante de organizaciones a favor del derecho a decidir de las mujeres que mostró un interés por el proyecto de Gomperts. La versión irlandesa de Women on Waves se formó con un poco más de 100 personas voluntarias (una cantidad notable si se considera que las que originalmente iniciaron el proyecto en Holanda fueron once). Se encargaron de toda la logística para que la visita fuera un éxito. La organización holandesa, sin embargo, enfrentó un obstáculo importante antes de poder llegar a puerto: conforme a la ley de Holanda, para proveer servicios médicos de aborto después de los 45 días de embarazo, se requiere contar con una licencia. Si bien no planeaban utilizar el misoprostol y la mifepristona más allá de este plazo, prefirieron solicitar el permiso. En pleno viaje se desató un debate en el parlamento holandés sobre sus actividades. Sin contar aún con la autorización expresa, decidieron abstenerse de proveer el servicio por miedo a ser castigadas al volver. Todo lo demás (información, consejos, ultrasonidos, anticoncepción), sí lo pudieron ofrecer al llegar a Irlanda.
Una de las labores más importantes que realizan al llegar a una ciudad, además de mediatizar su presencia, es establecer, junto con organizaciones locales (siempre trabajan de cerca con ellas), una línea telefónica a la que las mujeres puedan hablar. Las llamadas no cesaron incluso después de que anunciaron que no ofrecerían las pastillas. En cinco días, 300 mujeres las habían contactado. La necesidad de información era innegable.
Continuaron con sus esfuerzos. El país que siguió fue Polonia, en donde fueron recibidas con gritos que las acusaban de «Nazis». (En Marruecos, les dieron la bienvenida con alaridos de «¡Terroristas!».) Después de Polonia zarparon rumbo a Portugal. A diferencia de Polonia e Irlanda, ni siquiera pudieron llegar al puerto en este país. El gobierno se rehusó a autorizarles la entrada a sus aguas nacionales y envió dos navíos para vigilarlas. Este rechazo por lo general se reserva para barcos que representan una amenaza nacional. De ser «el barco abortista» pasaron a ser, tal cual, el «barco de guerra». Vaya simbolismo: la amenaza feminista, una amenaza de «guerra».
Idearon dos respuestas al rechazo del gobierno portugués. La primera fue llevarlos a juicio, razón por la cual acabaron en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, una de las cortes internacionales más importantes del mundo. El Tribunal determinó que el gobierno había violentado su derecho a la libertad de expresión y de asociación. La medida que el gobierno había emprendido (negarle la entrada a su barco y vigilarlas con sus navíos) no era propia de un gobierno democrático. Para el Tribunal, no bastaba que las mujeres fueran capaces de ingresar al país y ahí reunirse con organizaciones. El hecho de que las reuniones fueran en el barco era tan importante como la información que iban a difundir. De ahí la violación gubernamental: les impidió difundir la información que querían, de la forma que querían.
La segunda respuesta de Women on Waves al gobierno portugués consistió en aparecer en un programa televisivo popular en Portugal y difundir información sobre el misoprostol. Esta es una pastilla que originalmente estaba pensada para el tratamiento de úlceras, pero que a finales de los ochenta se comenzó a utilizar como un abortivo en Brasil. El documental sugiere que las mujeres, al leer la leyenda «no ingerirse durante el embarazo» en el empaquetado, decidieron explorar su uso abortivo. Funcionó. Hoy en día, esta pastilla, junto con la mifepristona, está incluida en la Lista Modelo de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud para la interrupción temprana del embarazo. Por supuesto, afirman en el documental, que la ingesta de estas pastillas tiene riesgos, pero estos son relativos: «1 de 300 mujeres muere debido a un aborto peligroso, mientras que 1 de 500,000 mujeres muere por un aborto seguro. [Abortar de forma segura es, de hecho,] más seguro que dar a luz.»
Ingerida con la mifepristona, el misoprostol tiene un 95% de efectividad; mientras que tomado solo tiene un 80% de efectividad. La ventaja del misoprostol, a diferencia de la mifepristona, es que por lo general está disponible directamente en farmacias incluso en lugares en los que se prohíbe el aborto, como era el caso de Portugal en aquel entonces. De ahí la estrategia: más que perder el tiempo al aire discutiendo si la legislación en torno al aborto debía o no cambiar, Gomperts dio la información necesaria para que las mujeres pudieran practicar un aborto seguro.
III. La red
La información, obviamente, no lo es todo. No basta para poder practicar un aborto seguro: se requiere también del medicamento. El misoprostol, aunque es mucho más accesible que la mifepristona, no está disponible en todos los países del mundo. En Brasil, terminó por limitarse su acceso cuando se dieron cuenta las autoridades para qué estaba siendo utilizado. Si la historia de los movimientos pro-vida indica algo, es que harán todo lo posible por restringirlo de la manera más estricta posible. Para este problema específico, Women on Waves ideó una nueva solución: Women on Web.
Women on Web les ofrece a las mujeres los servicios de aborto que no pueden conseguir en su país. La página ofrece una consulta médica en línea en la cual se evalúa la situación de las mujeres para ver si son candidatas para usar las pastillas. Si sí lo son, Women on Web se las envía directo a sus casas. Por este servicio, Women on Web solicita una donación (que varía de país en país y va de 70 a 90 euros). En caso de que una mujer no tenga el dinero, la organización simplemente le pide que «dé lo más que pueda para ayudar a otras mujeres» o, en su defecto, que solicite que alguna otra mujer realice la donación por ella.
Esta red es otro ejemplo de cómo «desafían la ley, sin quebrantarla», aprovechando todo el entramado jurídico internacional para ofrecer el servicio. La página, en sí, se rige por el derecho canadiense (en el que es legal proveer estos servicios). Los y las médicas que ofrecen las consultas se rigen por las leyes del país en el que tienen su licencia. De aquí su legalidad. Las pastillas también se adquieren en donde es legal. Su recepción es posible porque en la mayoría de los países las personas pueden recibir medicamentos para uso personal. Ya con las pastillas en mano, las mujeres son genuinamente libres para tomar su decisión.
Ahora: ¿qué si, después de ingerir las pastillas, las mujeres tienen complicaciones? (Según la página, 2 o 3 mujeres de 100 requerirán cuidados posteriores.) Sencillo: deben acudir a un centro médico en su localidad. Pero, ¿qué del hecho de que viven en un lugar en el que el aborto está penalizado? ¿No sería como entregarse a las autoridades? La particularidad del misoprostol, cuando se toma en los tiempos y formas sugeridas, es que es imposible médicamente determinar que fue utilizado, siempre que no queden rastros de las pastillas (mismas que se disuelven a los 30 minutos cuando son tomadas sublingualmente y aproximadamente a los 4 días cuando se introducen vaginalmente). Los síntomas son idénticos a los de un aborto espontáneo. De ahí la posibilidad de acceder de manera segura a cuidados médicos, incluso en países en donde es ilegal abortar.
IV. Las calles
El trabajo de Women on Waves no se limita a la subversión tecnológica. Además del barco, la red y ahora el dron, también realiza trabajo de calle. En el documental (que está disponible en Netflix y en iTunes y que sugiero ampliamente), muestran la labor que esta organización realizó en Ecuador con un grupo local de jóvenes feministas. Después de un taller y un foro, en el que se dio información sobre el aborto, subieron a un cerro en el que está la estatua de la Virgen del Panecillo. Ahí colgaron dos mantas: una afirmaba «Tu decisión» y la otra daba el teléfono para obtener información sobre aborto seguro. Esta segunda manta se convirtió en un esténcil de grafiti que fue utilizado a lo largo y ancho de la ciudad. Subversión old school.
En muchos otros países, principalmente asiáticos y africanos, trabajan de cerca con grupos activistas locales para que estos sean capaces de replicar los esfuerzos. El énfasis está, sobre todo, en el intercambio de información sobre el acceso a abortos seguros considerando los contextos particulares. En ver cómo pueden contribuir a que las mujeres adquieran los medicamentos y puedan abortar según las condiciones de su entorno, teniendo siempre el apoyo de estas redes.
He visto esfuerzos similares en México. En el país, el Distrito Federal es el único que tiene despenalizado de manera absoluta el aborto en los primeros tres meses del embarazo. Las mujeres, además, pueden acudir a las instituciones públicas de salud y obtener los servicios sin costo. En el resto del país, cada legislación estatal contempla distintos supuestos en los que las mujeres no serán encarceladas por abortar (si el embarazo fue resultado de una violación, si su vida o salud están en riesgo, etc.). A pesar de ello, es sumamente difícil que las mujeres accedan a abortos seguros en estos lugares, incluso cuando tienen derecho a ellos. De ahí iniciativas como las del Fondo María, una organización que se encarga de transportar a las mujeres al Distrito Federal para que puedan interrumpir sus embarazos. O Las Libres, de Guanajuato, que además de proveer información, defienden a las mujeres del encarcelamiento. O páginas como necesitoabortar.tk, en la que se le da a las mujeres información para que puedan conseguir el misoprostol en sus respectivas ciudades y aborten de manera segura. Redes que subvierten órdenes. Como Women on Waves.
V. Haciendo olas
Después del sábado, cuando vuelen el dron hacia Polonia, no sé qué siga para Women on Waves. No sé qué nuevo espacio ocuparán, qué tecnología subvertirán, qué ley desafiarán, de qué símbolo se reapropiarán. Pero trato de imaginármelo. Y quizá eso sea parte de lo que quieren provocar también. Además de denunciar y generar conciencia, creo que Women on Waves es una invitación a reimaginar los límites de lo posible. «Hay lugares más allá de la ley», afirman en Vessel. La pregunta es: ¿nos atreveremos a explorarlos?