Por: Cristina Hernández/ Fotografías: Laura Williams y cortesía Omar Juárez

Los movimientos de faldas y el sonido del zapateado acompañan el ritmo de la música de los estados de Sinaloa y Tamaulipas, que en esta ocasión se suman a los festejos de la graduación de los estudiantes de la Escuela del Ballet Folklórico de México. Las danzas precolombinas se unen a las prehispánicas para recordarnos que ambas culturas han heredado los bailes típicos de nuestro país, que no sólo retoman formas de bailar y mover el cuerpo, también de hablar y hasta vestir.

“Es una clase de genealogía. Como una mirada general al origen del folklor del país. Saber de dónde vino, qué se reapropió y de qué manera”, así lo explica Valeria Altamirano, quien durante los últimos años se ha dedicado a la danza folklórica, para así tratar de explicar y promover la cultura que existe en nuestro país. Al bailar, se necesita también tener conocimiento del origen de las danzas y los bailes, con el propósito de entender qué es lo que se quiere comunicar y mostrar al público.

Los trajes típicos, el zapateado, faldeo y constantes horas de ensayos han sido parte de la vida de Valeria desde hace algún tiempo. Comenzó a bailar desde que era pequeña, pero fue cuando tomó la materia de Danza Folklórica en la Escuela Nacional Preparatoria #9 que se interesó por estudiar danza de manera profesional. Una de sus maestras fue Raquel Barroso, quien dirige la Compañía Mexicana de Danza Folklórica.

Fueron esas clases y profesores los que la motivaron a seguir bailando, pero ya no sólo como un pasatiempo. Así encontró una nueva manera de expresarse, por medio de movimientos corporales, los cuales adorna un vestuario lleno de color y vida.

Con la maestra Barroso participó en el grupo representativo de la Escuela Nacional Preparatoria que hacía espectáculos en los nueve planteles del sistema de educación media superior de la UNAM. El momento que más recuerda de esa época es cuando bailó en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario. Fue una de sus primeras presentaciones como miembro de una compañía de danza folklórica.

Con el paso del tiempo los ensayos diarios ya no eran suficientes. Ingresó a la Casa del Lago para estudiar Danza Contemporánea, “el maestro que tuve era muy estricto, pero por lo mismo ha sido de los mejores de mi vida”. El estar en movimiento constante la hizo exigirse cada vez más y a los 16 años decidió estudiar la carrera de danza, pidió informes y presentó exámenes de colocación hasta ingresar a la Escuela de Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández. En esta institución, la carrera consta de dos etapas: la precarrera, en la que se desarrollan actividades motrices, la cual dura tres años; y la carrera, ya de manera profesional, durante otros cuatro años.

Sobre la preparación para los exámenes, Valeria responde: “Para ser bailarina profesional te piden nociones de ballet, es una clase abierta de danza donde hay sinodales que te evalúan, miden tus técnicas y capacidades motrices, las piernas, cadera y brazos para saber cuáles son las proporciones de tu cuerpo”.

Bailar en la Escuela de Ballet Folklórico no garantiza estar dentro del Ballet que hace las presentaciones semanales en el Palacio de Bellas Artes, pero la escuela está formada con la intención de que sean sus mismos alumnos quienes lo nutran. No tienen patrocinio del INBA, pero sí trabajan juntos en varios proyectos gubernamentales.

El otro lado de la danza

Otra de las experiencias que ha tenido al ser parte de esa escuela ha sido formar parte del proyecto representativo que visita varios países. En esta ocasión ella viajó a Corea del Sur, “la Escuela de Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández está consiguiendo un lugar independiente del Ballet como institución”. Viajó también a Europa, donde se dio cuenta de lo apreciado que es el arte en todas sus formas. La gente reconoce, respeta y admira lo que se baila en México y el trabajo que realizan sus bailarines.

Valeria reconoce con tristeza que en México hay una cultura amplia y hermosa, pero que no se valora como debería, porque no hay un fomento a la educación de los artistas, ni un impulso para otorgar espacios donde puedan estudiar o seguir desarrollándose profesionalmente. “Todo el arte es elitista, la danza también lo es”.

“Cuando entré, tenía la ilusión de pertenecer al Ballet y estaba dispuesta a trabajar para ello, pero en diciembre participé en el espectáculo Navidades en México y estuve ensayando de cerca, con los bailarines principales”. Eso le emocionó mucho, pero también le hizo darse cuenta de varias cosas que ocurren internamente. “La disciplina y los ensayos no exigen la calidad que yo pensaba”. No descarta la posibilidad de formar parte del Ballet y presentarse en Bellas Artes, pero también quiere estar en otros proyectos.

¿Filosofar bailando?

Aunque a Valeria le apasiona bailar, esto lo complementa con la carrera de Filosofía en la UNAM, que en ningún momento descuidó y terminó en tiempo y forma. Ahora se dedicará a hacer la tesis, que retomará temas de estética basados en la danza.

Siempre respetó el horario de la danza, porque esos horarios no se podían mover, así que las actividades y oportunidades en la Facultad de Filosofía y Letras las acomodó poco a poco. Reconoce que fue difícil combinar las dos carreras. Así era el día de Valeria: “Entraba a Francés a las ocho de la mañana, luego de diez a dos tenía clases en la facultad, una hora para comer y para transportarme al Centro, donde está la escuela. Ya estaba ahí y tenía clases de las cuatro a las nueve de la noche. Llegaba a mi casa a las diez de la noche a hacer tarea y dormía un rato para el otro día”.

Los finales de semestre eran más pesados para ella, porque tenía que rendir tanto física como emocionalmente. Recuerda que sólo una vez le dio colitis, tuvo que controlar su peso e ir al nutriólogo para mejorar y cuidar su alimentación.

Una parte fundamental en su vida es su familia. Sin ella no lo hubiera logrado, porque la apoyaron económicamente para pagar los gastos de la escuela, los vestuarios y cada elemento que se necesita para una presentación de danza. También en los traslados y durante todos sus cursos y estudios.

Recuerda que durante la universidad sólo fue a dos fiestas, ya que le daba prioridad a los ensayos en los que debía estar para poder participar en los bailes y formar parte de las coreografías. “Dejas ir personas, relaciones, convivencias y proyectos en la universidad. La danza es muy presencial y en los proyectos o presentaciones no te toman en cuenta si no estás, porque el trabajo esencial es el cuerpo”.

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