Regina Tamés*
Hace algunos años que vivo de manera distinta el día de las madres. Antes me era totalmente ajeno. Pero desde que tengo hijos y empecé a recibir felicitaciones por el 10 de mayo todo cambió. Aún no logro disimular la molestia que me produce esta fecha. No sé cuál debería ser mi reacción: soy una mamá feliz, pero no es todo lo que soy, y me molesta que se asuma que valemos más como mujeres por serlo, o que todas quieren o pueden convertirse en madres. Este día es como un recordatorio del papel biológico que la sociedad espera que las mujeres cumplamos. A la vez, me recuerda la hipocresía de la gente que considera “sagrada” la maternidad, pero no respeta ni facilita las condiciones para ejercerla.
El bombardeo publicitario inicia casi un mes antes de la temida fecha. Nos recuerda que la sociedad no ha comprendido todavía el papel de las mujeres en el mundo. La mercadotecnia nos inunda de mensajes que pretenden reiterar lo mucho que valemos las mujeres siempre y cuando seamos madres. Las sugerencias para “consentir a mamá” van desde lavadoras y secadoras de ropa y otros electrodomésticos para que nos sea más fácil la misión de llenar de amor el “nido” familiar; o los cosméticos que nos harán sentir más bellas y por tanto seguras. La lista continúa y es ya conocida (lista casi idéntica a la del 8 de marzo, día de la mujer). Las empresas aprovechan esta fecha para vender pues a eso se dedican. Pero, ¿por qué como sociedad nos dejamos presionar para participar en la urgencia por salir a comprar “algo” para demostrarles a las mamás lo importantes que son? Supongo que porque es más fácil comprar que reflexionar que estamos lejos de que el día de las madres implique felicidad para todas las mujeres.
Mi decisión de ser mamá fue pensada, discutida, deseada y posible. Tuve el privilegio de que fuera informada y de que mi parto fuera elegido y seguro. Esto es una excepción en México. Todavía estamos lejos de que las mujeres puedan decidir de manera libre e informada si quieren embarazarse o no. En GIRE acompañamos a muchas mujeres, en ocasiones niñas, que sufren violencia sexual (con frecuencia por familiares) y como consecuencia quedan embarazadas. Estas mujeres no desean ser madres en ese momento y se les impone la maternidad. Sin duda el festejo para una mujer con una maternidad deseada y que tiene posibilidades de dar a su hijo todo lo que necesita, será distinto que para quienes no tienen esta posibilidad.
Pero la suerte no está del lado de todas aquellas mujeres que desean embarazarse. En México muchas mujeres mueren durante el embarazo, parto o posparto. Quienes quieren ser madres tampoco son protegidas por el Estado que hace muy poco para prevenir sus muertes. En 2013, hubo 861 muertes maternas en nuestro país, y pocos reclamos de justicia por estas mujeres han sido escuchados… incluso el 10 de mayo.
Existe otro aspecto que parece trivial pero resulta profundamente revelador de la discriminación para quienes son mamás: el famoso festival del día de las madres. Estos bailables en donde las y los pequeños saltan de un lado a otro los pasos que han ensayado durante semanas. Claro que habrá quienes nos veamos emocionadas y hasta dejemos rodar una lagrimita en estos eventos. Pero las consecuencias que tienen y el contexto en el que se dan es lo que no debemos perder de vista: las escuelas convocan a este evento en horas laborales y, además, les dan el resto del día a los niños para que puedan pasarlo con sus mamás. El 10 de mayo no está en la lista de feriados oficiales de la SEP (¡sólo faltaba!), lo que implica que las mujeres deberán buscar la manera de estar presentes en el festival y ver qué hacer con los pequeños después de terminado el show. Las unidades de trabajo generalmente no dan este día, por lo que la mujer deberá pedirlo a cuenta de vacaciones. Si no lo pide, tendrá que buscar con quién dejar a la criatura; porque tampoco conozco muchos lugares de trabajo que permitan que ese día vayan los niños a la oficina para acompañar a sus mamás. Nótese que este día ocurre además a tan solo 10 días de haberse celebrado el día del niño, cuyo festejo en muchas escuelas suele requerir la presencia de las madres, y también se da el resto del día a los niños. En un lapso de dos semanas, las mamás ya faltamos dos días a trabajar (adiós vacaciones). No veo esto en el día del padre. Independientemente de que su día se celebra en domingo, las escuelas los festejan tempranito en la mañana para que puedan asistir y nunca se van con los niños al terminar el baile.
Mi reflexión no es evocada desde la lejanía teórica como feminista solamente. Soy mamá y no entiendo el día. Mi trabajo se desarrolla los 365 días del año y no comprendo la necesidad de que mi relación con mis hijos se festeje en una fecha en particular. Como sociedad debemos poder movernos a un mejor lugar en donde se festeje que las mujeres tienen la opción de ser o no madres y ambas opciones sean igualmente válidas. El juicio social sobre la autonomía de las mujeres sigue siendo muy duro, pues aquellas que deciden no tener hijos son cuestionadas y sigue existiendo la presión de que no tener hijos supone un proyecto de vida incompleto.
Finalmente, ¿qué pasa con quienes deciden ser madres, sobreviven el parto y tienen la responsabilidad de la crianza? México no cumple con el estándar de licencia de maternidad de entre 14 y 18 semanas establecida por la Organización Internacional del Trabajo; las licencias de paternidad son insuficientes (cinco días) para que los hombres asuman responsabilidades de cuidado; tampoco tenemos licencias parentales que reconozcan la diversidad de familias y los tiempos de licencia se puedan dividir como mejor les acomode a quienes van a cuidar del recién nacido. No se habla de la falta de guarderías en el país, que deriva en que las abuelas, tías y vecinas asuman las responsabilidades de crianza, sin remuneración económica. No existen horarios flexibles para que quienes tienen hijos (no sólo las mujeres), puedan generar corresponsabilidad entre la vida reproductiva y la vida laboral. La respuesta ha sido que las mujeres trabajen “igual que los hombres”, dejando a los hijos fuera de este esquema sin poder convivir con sus padres y madres.
En lugar de salir todos a celebrar un día que fue creado con fines de consumo, deberíamos unirnos para encontrar soluciones para los problemas que enfrentan las madres de hoy en México. Si bien disfrutamos de ver a nuestros hijos bailar, no queremos estrés por faltar al trabajo, ni culpa por no ir al festival, ni una plancha de regalo.
*Directora de GIRE