Al final de John Wick: Chapter 2 la pregunta sigue siendo la misma que la primera vez: ¿cómo es posible que una película tan violenta, tan llena de clichés, con una trama mínima, tan cercana a los videojuegos y al cine tipo B funcione tan bien?
Y es que se podrá argumentar mil cosas respecto a lo banal de la trama, lo inútil del ejercicio o simplemente se podría no ser adepto al cine de acción, pero cabe reconocer que al menos en cuanto a construcción de escenas, John Wick se desmarca por encima de muchas otras cintas del género.
El gran elemento a destacar es la edición. En el cine de acción más burdo, la edición frenética se usa para simular el vértigo, la vista pierde al espectador generando una falsa emoción: no es lo que se ve, sino el constante flujo de imágenes el que perturba (Michael Bay). Este tipo de edición sirve también para ocultar errores (Robert Rodriguez) o para que el director esconda su torpeza respecto a la dirección en secuencias de acción (Christopher Nolan).
Pero en John Wick no sucede eso. La cámara acompaña al personaje en tomas largas privilegiando la vista continua del espectador, mostrando hasta donde sea posible todos los pasos de este sangriento vals.
Habrá quien vea en esto otro ejemplo de estética de videojuego, pero en todo caso es uno con un enfoque alrevés: no es lo que el personaje ve lo que importa (como en casi todos los shooters), es nosotros viendo lo que hace el personaje lo que interesa. Esto es un baile sangriento y la cámara sigue persistentemente a nuestro Barýshnikov con pistolas.
El manejo de los espacios también importa. La cámara se asegura de dejar en claro dónde está pasando todo, no importando incluso si los enemigos quedan fuera de cuadro, la acción siempre se centra en ver a Keanu Reeves resolver cada enigma (cómo matar al siguiente enemigo) en fracciones de segundo.
Uno o dos clichés generan risa, una multitud de ellos genera emoción. La primera John Wick descansaba en toda una serie de clichés respecto a espías y sociedades secretas que de tan absurdos resultaban emocionantes o al menos contribuían al estilo de la cinta (aquel maravilloso concepto del hotel donde se hospeda la mafia). El estilo es la regla de oro.
En John Wick Chapter 2 aquel universo se expande, obligando al “héroe” a viajar a otras latitudes para cumplir su objetivo (retirarse definitivamente de esta vida). Wick se dibuja aquí como un James Bond en negativo, uno donde la sensualidad no son las mujeres sino la violencia, uno que no quiere ser suave pero que dispara one-liners a discreción y que literalmente llenan la pantalla (hay incluso one-liners mudos).
Es un ejercicio de estilo inútil, tal vez, pero ejecutado con gracia y cuidado. Sorprende que al mando de todo esto no esté un cineasta experimentado sino un stuntman. Chad Stahelski, de casi cincuenta años, inició su carrera como boxeador para abandonarlo todo e irse a Hollywood. Ahí hizo una larga carrera como doble de acción en decenas de cintas, una de ellas The Crow (1994), donde fue el encargado de suplir a Brandon Lee luego de la conocida tragedia. A finales de los noventa obtuvo trabajo como doble de acción de una cinta que cambiaría al cine: The Matrix (1999). Luego de al menos dos décadas como doble de acción, consiguió empleo como asistente de director en un puñado de cintas (Ninja Assassin, Hunger Games, Captain America), para finalmente poder dirigir su primera película: John Wick.
Por supuesto, el gran lastre de John Wick es la inutilidad de todo esto. La violencia se muestra sin consecuencia alguna pero con un derroche de estilo que lleva incluso al director a excesos exquisitos como homenajear a Orson Welles en Lady in Shangai (o al final de The Killing Joke) hasta darse el lujo de coreografiar una balacera con las Cuatro Estaciones de Vivaldi de fondo.
Pero ni toda la solvencia técnica evita que John Wick Chapter esté armada sino como un largo prólogo rumbo a la tercera parte. Y ahí no puedo sino sentirme engañado: esto se trataba de divertirme, no de querer aplicar la ya clásica de Marvel para tenernos enganchados. Eso echa a perder la fiesta. Eso sí que es perder el estilo.
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¿Y los Oscar?
No hay mucha ciencia este año: todo (o casi todo) lo va a ganar La La Land y en su mayoría será con justicia. Pero si está interesado en mis predicciones rumbo al Oscar del fin de semana, puede leerlas haciendo click aquí.
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