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The Martian: ¿y dónde está Scott?

The Martian: ¿y dónde está Scott?
01/10/2015 |23:19
Redacción El Universal
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En su indispensable Biographical Dictionary of Film, el escritor, investigador y crítico de cine David Thomson define así a Ridley Scott: “Es un hombre sin personalidad; encuentro tan difícil saber quién es hoy -luego de tantas películas que ha dirigido- como en el momento en que inició su carrera”.

Lo anterior viene a cuento porque, luego de ver su más reciente cinta, The Martian (Misión Rescate, por su título al español), es imposible no preguntarse ¿acaso lo que acabo de ver lo dirigió Ridley Scott?, ¿éste es el mismo director de Alien y Blade Runner?, ¿en qué momento Ridley Scott se convirtió en Ron Howard?

La dolorosa conclusión a la que uno llega es justo la misma de Thompson: es imposible -al revisar su extensa obra- saber quién es realmente Ridley Scott. Luego entonces, no existe en Scott un verdadero autor.

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Basada en el libro homónimo de Andy Weir (originalmente auto publicado en la página de internet del autor), The Martian es una cinta con una trama mínima: una misión tripulada a Marte huye del planeta rojo luego de que es sorprendida por una tormenta de polvo. En la confusión, uno de los astronautas del grupo es abandonado al suponerlo muerto luego de perder contacto con él. Sorpresivamente, resulta que Mark Watney (Matt Damon) está vivo. Uno de los primeros hombres en pisar Marte puede convertirse también en el primero en morir ahí.

Cual moderno Robinson Crusoe y gracias a la manía de ponerse a hablar solo (aquí con el pretextazo de llevar una bitácora en video de lo sucedido), vemos como Watney, sin perder nunca la calma y el buen humor, tendrá que sobrevivir con las provisiones que le quedan, sin agua y con poca comida, pero con la ciencia y sus conocimientos de botánica como principales aliados.

I’m going to science the shit out of this!”, dice el siempre entusiasta y determinado Watney quien -cual MacGyver del espacio- va resolviendo uno a uno los problemas que la situación plantea haciendo gala de su ilimitada inteligencia y siempre con una explicación pseudo científica de por medio; un mecanismo por demás desesperado de esta cinta para hacernos creer que es mucho más inteligente de lo que realmente es.

Lo cierto es que The Martian es tan profunda y cercana a la ciencia como lo puede ser la serie The Big Bang Theory. Su tan sonado “sentido del humor” pareciera emanado de aquella serie, haciendo de todo este número un acto onanista de celebración a la cultura nerd que domina hoy día Hollywood.

¿Es válido reclamarle a un autor cuando viola el canon que él mismo creó? Estamos ante un Ridley Scott irreconocible; si antes masacraba a tripulaciones enteras mediante una bestia completamente alejada de todo raciocinio (Alien, 1979), ahora en The Martian el director prefiere ser un mar de optimismo, un alud de carcajadas, un atardecer soleado donde jamás existe el peligro ni la desazón, donde la soledad extrema de estar en Marte no afecta al personaje en lo más mínimo.

De las implicaciones cuasi metafísicas de un mundo hyper científico-tecnologizado (Blade Runner, 1982), a la celebración de la ciencia como religión última y única. Aquí, Scott tiene más vasos comunicantes con el Tomorrowland de Brad Bird (2015) que con su propia filmografía: aquella idea de que el mundo sólo es para los mejores, para los más preparados, para los nerds.

Por supuesto, no se puede negar el oficio de Scott: la estupenda dirección de actores (una elección de reparto que no toma riesgos), el diseño de arte, la habilidad con los efectos especiales/visuales, cierto guiño por demás agradecible a las cintas del viejo oeste (aquella “carreta” en medio del desierto rojo que emula a The Searchers o Stagecoach), el ritmo de edición por demás efectivo (a cargo del veterano Pietro Scalia) y al menos un momento realmente majestuoso que estrictamente hablando no es producto de la habilidad del director sino del genio absoluto de David Bowie.

The Martian es probablemente la pieza más complaciente de una director ya de por sí complaciente como lo es Ridley Scott. Un entretenimiento de domingo sin mayor profundidad, sin enigmas, riesgo ni humanismo, simple en sus fórmulas y cuya mayor trascendencia será cuando en un par de años la pasen por televisión abierta una y otra vez en las “trilogías” del Canal 5.

The Martian nos obliga a replantearnos nuestra relación con Ridley Scott, ¿realmente era el autor que pensábamos?, o solo es -como dice David Thomson- “un gran decorador, un estupendo ladrón, un gran sintetizador…. una máquina que crea productos impersonales...un crowd pleaser nato”.