En el Palacio de la Zarzuela debieron aplicar la conseja de “A palabras necias, oídos sordos”, tratando de encontrar una explicación razonable al embrollo de pedir que se disculpe un país por hechos ocurridos hace más de 500 años. Quitar estatuas alusivas, poco aporta.

El calor humano es de ida y vuelta. A la Presidenta no le sobra recibirlo y al pueblo maltratado por una tragedia como los huracanes, le hace mucha falta. Y si le toman fotos, ¿qué?

Que el destino nos permita ver un futuro mejor. Nos lo merecemos. Como país, los mexicanos somos más grandes que nuestros políticos. Y, mientras tanto, que YSQ “siga su camino”. La historia lo juzgará. Y nosotros también.