Hasta donde se recuerde, no ha habido tanto afán de AMLO por despedirse. Y más en el mundillo de la política donde las emociones son poco transparentes. El que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse.

Lejos de perder influencia, AMLO está a plenitud y todavía puede tomar decisiones que sorprenderían y espantarían a muchos. Si el Presidente se siente lastimado, también puede tomar represalias...

En los próximos días se sabrá si Noroña estirará la liga, como Ebrard, hasta amagar con la ruptura y luego regresar agachando la cabeza.

Tras la presidencia, AMLO va a ser una especie de ermitaño, sin esposa ni hijos pero rodeado, eso sí, de su servicio doméstico.

No es el mejor momento del presidente López Obrador. Tan preocupado siempre de asegurarse un buen lugar en la historia nacional, sus recientes actos y dichos definitivamente lo alejan de ese anhelo.

México no es una isla, y lo que sucede en el exterior tiene repercusiones internas. Hay que tomar en serio las protestas estudiantiles mexicanas pro Palestina.