Esos gandallas de ocasión apostaron al futuro incierto del heredero morenista, con quien se lamen los bigotes de perpetuarse en la palestra, de concretarse su fantasía de que sea el candidato de Morena a la presidencia.

Trump es un tipo que no acepta negociar con quien parece aceptar sus condiciones y aplasta a quienes a todo le dicen que sí, pero termina respetando a quien le opone resistencia. 

En los lazos consanguíneos de los López Obrador-Beltrán se puede ver una telaraña de relaciones y compromisos que han prevalecido y, seguramente, prevalecerán para perpetuar su dinastía.

La presidenta necesita demostrar con hechos palpables que cumple su parte del trato con Trump. Un buen comienzo sería que Rubén Rocha dejara la gubernatura de Sinaloa.

A diferencia de otros tiempos, en que lo catapultaron su audacia y su astucia, Trump asume en EU siendo más viejo y menos cuidadoso de las formas, sin importarle las consecuencias de sus dichos.

Dijeron que no serían iguales que los de antes y, en efecto, no lo son. Son peores. Por cínicos e hipócritas.