Hasta donde se recuerde, no ha habido tanto afán de AMLO por despedirse. Y más en el mundillo de la política donde las emociones son poco transparentes. El que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse.

Lejos de perder influencia, AMLO está a plenitud y todavía puede tomar decisiones que sorprenderían y espantarían a muchos. Si el Presidente se siente lastimado, también puede tomar represalias...

En los próximos días se sabrá si Noroña estirará la liga, como Ebrard, hasta amagar con la ruptura y luego regresar agachando la cabeza.

Tras la presidencia, AMLO va a ser una especie de ermitaño, sin esposa ni hijos pero rodeado, eso sí, de su servicio doméstico.