En la actualidad, es de lo más común que todas las marcas lancen el “facelift” o rediseño de sus autos. Esto ocurre, en promedio, a los 2 o 3 años de haber sido lanzada la generación más moderna, siendo una práctica más que normal para todas las armadoras.
En los facelifts se hacen cambios estéticos para mantener cierto modelo actualizado con respecto a las tendencias de diseño (una manita de gato, como dirían por ahí), pero también se les suele adaptar nueva tecnología, elementos de seguridad y, en ocasiones, cambios a motor y transmisión.
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Lo que hoy nos parece de lo más común, como manera de alargar cada generación de autos, tuvo como objetivo inicial ganar mercado. Esto ocurrió en la década los 20, cuando la masificación y aumento de ventas de autos de pasajeros se dispararon en EUA.
Alfred P. Sloan, quien fuera un importante ejecutivo e incluso CEO de General Motors en aquellos años, fue la mente maestra detrás del concepto del facelift. ¿El motivo? GM perdía mercado contra Ford y su exitoso Model T, a lo que Sloan se le ocurrió hacer cambios estéticos a los autos de su compañía.
Ford pensaba que esto sería una estrategia inútil, por lo que el Model T se mantuvo intacto hasta los años 30, cuando la firma del óvalo azul se encontraba por detrás de GM en temas de ventas.
El pensamiento que tuvo Sloan detrás del facelift es que los compradores notarían que su auto envejece con respecto al que pueda tener el vecino o los que circulan en la calle, a pesar de ser el mismo auto, esencialmente. Esto crea la necesidad mental de mantenerse actualizados, lo que obliga al consumidor a cambiar su coche con mayor frecuencia.
En términos más profesionales, esta estrategia recibe por nombre obsolescencia programada, y hoy también es visible en celulares, computadoras y demás aparatos electrónicos.
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Esto depende de cada marca y modelo, pero por lo general, cada generación tiene una vida de 4 a 5 años. Hay casos donde el producto es tan bien recibido y con cada facelift se mejoran aspectos mecánicos y de chasis, que las marcas deciden mantenerlo a la par de otro modelo con características similares. Por ejemplo, los Mazda CX-5 y CX-50. Por otro lado, el Volvo XC90 es un ejemplo de un vehículo con varios facelifts, pues su primera generación (2002-2014) recibió 5 rediseños.