Hay algunos días que, particularmente, son más especiales que otros. Para apasionados de los autos, tener acceso a las últimas novedades y poder contarte acerca de ello es algo que nos hace latir el corazón. Sin embargo, hay ciertos momentos que nos marcan a un nivel personal.
La primera vez que tuve la oportunidad de ponerme tras el volante de un R8 , y la primera que manejé un superauto, fue hace casi una década. Se trataba de la primera generación y ofrecía un diseño muy distintivo resultado de trazos de los diseñadores Frank Lamberty y Julian Hönig. En aquel momento, su estética disruptiva le dio el estatus de ícono de inmediato.
Años después, en 2015, apareció la presente y segunda generación. Hoy en día nos encontramos con una variante de tracción trasera que, lejos de ser el “acceso” al modelo, rompe algunos paradigmas clave para Audi y perfila el modelo para el fin de su vida comercial, con la llegada de una variante 100% eléctrica como sucesor.
Así, llegó el día de recibir en la redacción al R8 RWD y llegó presumiendo un color “gris Suzuka” que tiene una discretísima tonalidad grisácea apenas notable si lo observas con cierta iluminación. Como suele suceder con las unidades de prensa que ofrece Audi, encontramos algunos opcionales que vale la pena resaltar.
Entre ellos, están los asientos rojos de piel Nappa, que llevan un paso allá la estética interior sin llegar a ser los asientos de cubo.
Hay algunos detalles que comienzan a denotar la edad del R8, por ejemplo: el cluster digital. En su momento fue el pináculo de tecnología para la marca, pero que hoy se queda ligeramente atrás con lo visto en los más modernos RS3 o RS5. De igual manera, destaca la posibilidad de reproducir CDs, algo raro en los autos modernos.
Otra de las particularidades es que toda la operación a nivel infotenimiento se condensa en la pantalla frente al conductor, lo que te deja entrever que el enfoque detrás de este ejemplar es mantener el peso lo más bajo posible y facilitarte la operación cuando lo lleves a la pista.
La estética exterior es parte de su aura. Sin llegar a lo radical del primo italiano, el Lamborghini Huracán, el R8 ofrece un diseño que es, sin más, un imán de miradas.
El auto en sí es muy bajo, con tan solo 1.2 metros de altura en total, y también muy ancho. Encontramos sutiles diferencias con las otras variantes, como que el panel lateral detrás de las puertas está al color de la carrocería. Se puede pedir en fibra de carbono con un costo adicional.
Otro detalle menos evidente, pero igual clave, tiene que ver con los discos de freno. Son de acero y no carbonocerámicos. El corte en el perfil del disco permite disipar mejor el calor interno, aumentando ligeramente la resistencia a la fatiga en el manejo deportivo.
Finalmente, en términos estéticos, encontrarás que la parte trasera es ligeramente diferente. Se trata del alerón, que está fijo en la variante tope de gama, pero aquí se encuentra en una configuración que permite ocultarse a bajas velocidades. Esto le da otra aura al deportivo alemán: de discreción y mayor simpleza.
No hay que dejarse engañar cuando decimos que se trata de la variante de acceso pues, al considerar la esfera en donde se ubica el R8, encontramos una ejecución excelente.
El interior se percibe lujoso, con materiales de primer nivel y una cantidad importante de detalles que nos llenan el ojo. Eso sí, los espacios de carga son muy reducidos.
Gracias a una rejilla de tela, podemos aprovechar el espacio entre los asientos y el compartimiento donde se ubica el motor en la parte trasera para guardar algunas cosas. Aunque tampoco es que vayas a ir el domingo por el super en un R8, pues no es lo recomendable.
Comparando con algunos de sus competidores directos, como el Porsche 911 GT3 o el McLaren 570S, el Audi R8 tiene hasta cierto punto el alcance para manejarse de manera más cotidiana. Esto, claro, sin olvidar que se trata de un auto de muy altas capacidades que requiere tener mucha más precaución en pavimentos maltratados, al pasar topes y en general con las llantas de perfil 30 montadas en rines de 20 pulgadas.
Un Audi de calle con tracción trasera resulta una buena sorpresa en todos los sentidos. Aun cuando el sistema Quattro se ha consolidado como uno de los esquemas de tracción integral mejor logrados del mercado, hay un cierto balance que hace que sea esta variante de propulsión la que resulta más sorpresiva.
Las diferencias van más allá del peso que se pierde al eliminar los componentes responsables de darle tracción también al eje delantero, que son 65 kg, para un total de 1,590 kg.
Esto nos da una relación peso-potencia de 2.7 kg/hp. Además, las cifras totales de potencia cambian considerablemente.
Mientras el R8 V10 performance con sistema Quattro entrega 620 caballos de fuerza, en esta variante las prestaciones se reducen a 570 caballos por temas de “control”.
Por otro lado, la dirección fue recalibrada y la suspensión no es neumática, por lo que carece de configuraciones. La puesta a punto, sin embargo, es una de las grandes bondades de este auto.
En ciudad no resulta tan incómodo, como sí lo parece un Porsche 911 GT3. Sin embargo, es cuando cambiamos de entorno y nos metemos de lleno al circuito que todo comienza tener sentido en la configuración del coche.
En el papel, y al buscar esa décima de segundo en los tiempos de vuelta, la variante de tracción integral es más rápida. Incluso me atrevería a decir que, gracias a la magia de la electrónica, es un auto mucho más fácil de llevar al límite. Sin embargo, para el purista, nuestra unidad de pruebas puede ser lo ideal. Es un auto que exige más fineza en los comandos que damos tanto mediante la dirección como con los pedales.
El límite de agarre, que es el punto en donde las fuerzas laterales comienzan a sobrepasar la capacidad de adherencia de las llantas, parece llegar más rápido que lo visto con los competidores de Stuttgart.
Sin embargo, estamos en un auto exótico que te da razones de más para sonreír cuando coqueteas con los límites. El sonido que emana del V10 es embriagante. Con explosiones y petardeos cuando reduces marchas y con una sinfonía mecánica que se libera conforme vas recorriendo el amplísimo rango de revoluciones al que funciona este bloque naturalmente aspirado.
Aún cuando nos hemos acostumbrado a que queremos más de todo en cada aspecto de los hábitos de consumo (más potencia, más espacio, que sea más grande y capaz), no hay que perder de vista que estamos hablando de un auto de 570 caballos de fuerza.
De tener los 620 hp de las otras variantes, es muy posible que el R8 se tornara un tanto más nervioso del eje trasero, lo que implicaría que la electrónica tuviera que intervenir más para poder mantener todo a raya, o que el conductor estuviera mucho más capacitado para no cometer errores fatales.
En un tiempo en que la electrificación se ha convertido en el pilar a desarrollar, y el desempeño se traduce en cifras más que sensaciones, el R8 es un embajador de lo que significa la pasión por el manejo deportivo, el alto desempeño y la exaltación de capacidades con un simple objetivo: hacer sonreír a quien está al volante.