El gusto por manejar se traslada a los aficionados de muchas maneras, y una de ellas es el uso de la transmisión manual. El hecho de usar 3 pedales y estirar la mano para hacer los cambios por cuenta propia es casi un ritual que al día de hoy, no se ve tan a menudo en deportivos que solían ser así.
Esto no tiene relación con el hecho de que las nuevas generaciones cada vez se interesan menos en aprender a manejar manual, sino que los avances en ingeniería son el principal factor para acoplar algún tipo de automatización en la caja de cambios.
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Precisión y agilidad
Sí, hacer los cambios uno mismo es mucho más envolvente pero en una era donde las armadoras compiten fuertemente por quién tiene el auto más capaz, más veloz y más potente es parte del motivo por usar transmisiones automáticas.
¿Cuántas veces no leemos que tal marca busca ser la más rápida en el Nürburgring con su nuevo modelo? Esta búsqueda por la velocidad y precisión es lo que hace que se usen transmisiones de doble embrague o convertidor de par muy sofisticadas, cuyos cambios son en cuestión de milisegundos que ni el piloto más experimentado es capaz de replicar.
Este ahorro de tiempo, por muy pequeño que sea, ayuda a conseguir aceleraciones más rápidas desde cero o en rebases, además de ser casi telepáticas en cuanto al momento que se requieren. Desde un punto de vista de precisión, es un factor inigualable por el hombre.
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El gusto por conducir
Sin embargo, en ocasiones especiales es cuando las marcas ofrecen transmisión manual como opción, por ejemplo en el BMW M2 de actual generación, o en el Aston Martin Valour, una edición de aniversario de la marca que porta un V12 de más de 700 caballos de fuerza.
Aunque las transmisiones automáticas, léase PDK, una ZF de 8 cambios de gran desempeño o alguna similar, integren modos manual y levas de cambio en metal o fibra de carbono, la experiencia de tocar la palanca y moverla al cambio que corresponde es algo que nunca dejará de seducir.
Es casi como darle la mano a un viejo amigo que llevamos años sin ver, pero que el gusto por convivir sigue intacto. De hecho, las transmisiones manuales son las que menos cambios complejos han tenido en la historia, pues el máximo de velocidades en la gran mayoría de autos es de 6 cambios. Algunos, como el Porsche 911 o Corvette C7, llevan 7 velocidades, pero tener un manejo más envolvente es algo que difícilmente se replicará con solamente dos pedales.