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El desarrollo de un nuevo auto, desde cero, es una aventura con elevados índices de costo y riesgo. Tan es así que para Ferdinand Porsche, por ejemplo, el lanzamiento del primer auto bajo su firma, el 356 en 1948, fue su canto del cisne, pues fallece en 1951. Una forma de mantener a raya estos factores adversos es aprovechar lo previamente desarrollado para llegar a clientes con necesidades distintas al producto de origen.
Un contemporáneo de Porsche del otro lado del Atlántico, Henry Ford , lo resolvió de una manera transparente con el Model T: todas las configuraciones estaban disponibles bajo el mismo emblema. Sedán, Town car, roadster, runabout, camioneta, coupé y puntos intermedios estaban disponibles a consumidores de diferentes preferencias.
Al paso del tiempo, esto es lo que resultaría en lo que actualmente se conoce como plataforma: un juego de componentes principales compartidos entre varios vehículos, incluso de segmentos diferentes, para reducir costos de producción y tiempos de desarrollo. Este es un parámetro algo elástico, donde para algunos casos lo compartido es el piso o chasis, en otros se considerará también motor y transmisión, y en los más mellizos, prácticamente sólo el emblema y partes estéticas serán diferentes entre dos o más autos.
Las enseñanzas de Ford tendrían eco en la cultura de producción industrial del mundo. Sin embargo, un cercano competidor sería la primera organización en usar una plataforma como la conocemos. General Motors aplicaría el principio de plataformas para productos bajo distinta denominación, comenzando en 1926 con la Plataforma A, base de los modelos Chevrolet Superior, Buick Master, Cadillac Suburban y GM Oakland.
Vehículos semejantes de marca distinta, como Chevrolet Camaro y Pontiac Firebird, o bien diferenciados en chasis, pero idénticos en marca, motor y otros componentes, como Volkswagen Beetle y Combi, se beneficiaron de este criterio, reduciendo costos y alcanzando millonarios volúmenes de producción.
Como cachorritos de la misma camada, los vehículos compartiendo plataforma en ocasiones se verán casi idénticos, aunque con distintos tonos de piel, mientras que en otros casos algunas aplicaciones podrían considerarse la última cría del parto, pues las diferencias pueden no resultar evidentes a simple vista y menos aún en el precio de venta. Bentley Bentayga comparte plataforma MLB con la también exorbitante Lamborghini Urus, pero también con la mesurada Touareg de Volkswagen.
La MLB es una de las más flexibles plataformas en la industria, con multitud de modelos basados en esta arquitectura longitudinal modular. Si bien el racional de la plataforma es compartir piezas esto no es absoluto, también tienen efecto criterios de diseño, dimensionales e ingenieriles, aún si motores, transmisiones o suspensiones son diferentes.
Desarrollar un juego en común de soportes de motor, columna de dirección, suspensiones o anclaje de asientos ayuda a bajar costos y volúmenes de inventario,
además de simplificar la vida de técnicos en planta y mecánicos en piso de servicio. Con la transición a propulsión eléctrica, compartir plataformas resultará aún más crítico, pues las soluciones de proveeduría de baterías podrán ser utilizadas por diferentes marcas, haciendo alcanzable el auto libre de combustible fósil a una masa crítica de compradores, facilitando esta evolución.
Para las armadoras, formar alianzas con el fin de desarrollar plataformas compartidas puede ser un buen rumbo en reducir costos, pero conlleva riesgos y compromisos a gran escala. Actualmente Renault, Nissan y Mercedes-Benz llevan buenas sinergias, y la futura consolidación de PSA con FCA fructificará en más opciones de corte europeo para nuestro continente. Cooperaciones más puntuales como BMW y Toyota con el nuevo Supra muestran que no todas estas uniones necesitan estar dentro de una fusión corporativa y que lo ocasional puede dar un respiro a dos marcas que necesitan un punto en común.
Ventajas para usuario y fabricante
El uso de plataformas permite optimizar inventarios y reducir costos, aunque tiene sus límites.
PARTES
Los componentes más compartidos en plataformas son:
Piso y chasis – Base del vehículo y ancla para las partes de carrocería.
Pared de fuego – División entre compartimento del motor y cabina, sus dimensiones están asociadas a un diseño inamovible.
Suspensión – Común al segmento donde se compartirá la plataforma: SUVs, Monovolúmenes o hatchback suelen compartirla, incluso entre marcas.
Soportes – Estos componentes requieren desarrollo preciso para soportar cargas, desgaste y resultados en pruebas de colisión.
Motor – Aunque puede variar la cilindrada, se comparten en plataforma puntos de soporte y componentes comunes.
Eventualmente el componente más compartido será el módulo de batería, pues proveedores como Panasonic, SKI o LG desarrollarán una solución común alrededor de la cual las armadoras desarrollarán su chasis.
RIESGO
Compartir componentes en múltiples modelos y plantas implica mayor inversión al momento de cambiar generaciones.
Lo que salga mal para una fallará en todas. Llamados a revisión por errores de diseño o fallas de manufactura implicarán una escala mayor
de autos a reparar.
Dilución de lujo
Compradores de gama alta pueden percibir como una afectación a la exclusividad el hecho de que la plataforma de una marca esté evidentemente en uso en productos más alcanzables.
PROVEEDORES FELICES
Fabricantes de partes como Faurecia, Saint Gobain, Marelli, Brembo, Ericsson o Microsoft pueden desarrollar soluciones compatibles para una plataforma y usarla para varias marcas.