Más allá de ser el pretexto ideal para que gente de otras nacionalidades “celebren” la cultura mexicana portando un sombrero enorme, el Cinco de Mayo sirve para recordar cuando el ejército mexicano se enfrentó victoriosamente a la milicia francesa en una batalla en Puebla de Zaragoza.
Por suerte, a 158 años de este evento histórico la relación entre franceses y mexicanos es más que estrecha y a lo largo de los años, ambas culturas han aportado cosas que son ampliamente apreciadas en cada uno de estos países.
No obstante, hasta hace unos años los vehículos franceses gozaban de una muy mala reputación a causa de diversas razones. Y es que los modelos que se vendían hace unas décadas en el mercado mexicano eran sinónimo de una bomba de tiempo para tener una costosa visita al mecánico.
Es justo recordar que hace unos años, Peugeot importaba sus modelos de plantas de manufactura sudamericanas que mermaban tremendamente la calidad de estos autos y para colmo, era complicadísimo encontrar refacciones para dichos coches.
La situación en Renault no era tan distinta y existen ejemplares que verlos en la calle en la actualidad es prácticamente un milagro, pues sus dueños de entonces prefieren no recordar haber tenido una de estas de estas unidades.
Es prudente aclarar que en la actualidad, la calidad de los productos que venden Renault y Peugeot ha mejorado de manera considerablemente pues, mientras la marca del rombo ha volcado su estrategia a la comercialización de vehículos afines a mercados como el mexicano, la firma del león galo ha optado por la venta de autos que se perfilan al mercado premium con autos importados de plantas europeas.
Sin embargo, a propósito de esta efeméride de nuestro calendario, hemos decidido recordar algunos de los ejemplares que más problemas presentaban en el apartado de lo mecánico.
El subcompacto de Peugeot fue un considerable éxito de ventas, gracias a una estrategia comercial que apostó por un diseño juvenil y un equipamiento interior que era coherente con el aspecto exterior. Su manejo era bastante agradable y ágil, sin embargo, la transmisión era más frágil que una copa de vino.
Por si fuera poco, el servicio en las agencias de Peugeot entonces dejaba mucho que desear, pues las operaciones eran muy costosas, tardadas y con escasez de partes.
Este sedán de aspecto extraño era bastante cómodo de manejar, sin embargo, al igual que casi toda la gama de Renault a inicios de la década de 2000, la transmisión era un dolor de muelas a los pocos kilómetros de uso.
A pesar de que en la actualidad este modelo es sinónimo de la refinación que han alcanzado los franceses para hacer un sedán familiar con prestaciones deportivas, las primeras dos generaciones de este auto tuvieron severos problemas en la flecha de transmisión, lo que hacía que pasaran mucho tiempo en las agencias de la marca del rombo.
Sin lugar a dudas, uno de los sedanes más refinados de su momento. Sin embargo, la refinación de sus líneas estéticas estaba acompañada de dolores de cabeza por las constantes fallas en su el sistema eléctrico, en la computadora y el sobrecalentamiento del motor.
Este intento de Renault por capturar el segmento de los vehículos de entrada no tuvo el recibimiento esperado, pues además de tener un diseño muy básico, los problemas mecánicos estaban a la orden del día.
Entre ellos, fallas en los testigos de las bolsas de aire, deficiencias en la electrónica, problemas en la bomba de gasolina y diversos reportes de inyectores dañados que afectan el cuerpo de aceleración.