Las bolsas de aire son ese elemento que fueron creados para minimizar el impacto que reciben los ocupantes en el caso de un choque. Actualmente, el mínimo requerido en los mercados más exigentes es de 6 bolsas de aire, pero hay autos que equipan hasta 10.
Las bolsas de aire más primitivas se remontan a los años 60 y 70 como una medida de “acojinar” la cabeza del conductor. Pero su popularización ocurrió alrededor de los años 90 que, aunque se veían como un extra más sofisticado, gracias a organismos como el EuroNCAP es que se les empezó a dar mayor relevancia.
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Las bolsas de aire se activan gracias a los sensores que están puestos en zonas estratégicas para captar la energía de los impactos. Al notar una desaceleración contundente, manda la señal eléctrica al resto del sistema para generar una reacción química genere la detonación en menos de 2 milisegundos, aproximadamente.
Esta reacción es, literalmente, una pequeña explosión controlada, la cual permite a las bolsas de aire, hechas de nylon, inflarse. Por estar al interior de un espacio cerrado, la mezcla de compuestos a base de sodio son inofensivos para la salud.
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Literalmente, en un abrir y cerrar de ojos. Pero en cifras más precisas, una bolsa de aire tarda alrededor de 20 milisegundos en inflarse, con pequeñas diferencias según el tipo de bolsa . Esto significa que hay una velocidad importante para que los gases actúen y ocurra lo propio.
Por lo mismo, se considera que una bolsa de aire supera los 300 km/h en inflarse, para así ofrecer el nivel de protección para el que fueron creadas. Existen bolsas de aire para conductor y pasajero, laterales (protegen el tórax), de cortina (protegen la cabeza y cubren las ventanas), de rodilla, central (entre los asientos delanteros) así como en cinturones.
De acuerdo con la NHTSA (National Highway Traffic Safety Administration), el uso del cinturón de seguridad y la aplicación de bolsas de aire frontales pueden reducir en un 61% la muerte en caso de accidentes delanteros.