Los polos del planeta son terrenos difíciles de conquistar. La nieve, bajas temperaturas y pocas formas de sobrevivir han hecho que las personas se alejen de dichos lugares durante varias décadas.
No obstante, la curiosidad por explorarlos es basta, y muchas empresas han ofrecido soluciones a esto. Tal es el caso de esta historia, un proyecto que comenzó como una empresa privada que daría recorridos en la Antártida y terminó por quedar abandonado en el camino.
Bajo el nombre Antartic Snow Cruiser, Thomas Poulter, diseñador y empresario, desarrolló un vehículo gigante que vio la luz del día en 1939. La inspiración del producto era 100 por ciento americana y se apoyó en el Instituto de Tecnología de Chicago para inventar el vehículo.
La idea de que la base de expediciones fuera móvil surgió luego de que Poulter casi muere en una expedición a la Antártida a mediados de los años 30. Según él, si la base se hubiera movido de lugar constantemente, las fuertes heladas no habrían sido tan catastróficas.
El diseño original contaba con una avioneta montada en la parte superior de la base para poder explorar por los aires. Para poder subirla, la base móvil contaba con una grúa lateral que también podía ser de utilidad para montar llantas de refacción.
En 1937 arrancó el plan del Antartic Snow Cruiser gracias a un financiamiento por 150,000 dólares por parte del gobierno estadounidense. No obstante, su construcción comenzó hasta agosto de 1939 y tardaron solo 11 semanas en completarlo.
El vehículo contaba con más de 7 metros de distancia entre ejes y 17 metros de largo. Para mover a semejante bestia, había dos motores diésel Cummins con 300 caballos de fuerza que motivaban cuatro generadores eléctricos.
Su velocidad máxima era de 45 km/h, por lo que no iba rápido, pero para el uso que le tenían pensado era más que suficiente. Otro de sus elementos más novedosos era el uso de dirección en las cuatro ruedas, algo que vemos en deportivos modernos.
La suspensión usada permitía regular la altura y “guardar” los neumáticos por las noches para que se mantuvieran calientes gracias a los gases de los escapes.
Así, el Snow Cruiser salió en un barco de Boston con dirección a la Antártida. Llegó a la tierra prometida un 12 de enero de 1940 y, como dato curioso, rompió la rampa por la que tenían que bajarlo, pero se logró el cometido.
No obstante, sus diseñadores jamás probaron con anterioridad la unidad en condiciones de nieve, por lo que se enfrentaron a una serie de problemas. Lo primero, fue el uso de unos neumáticos suaves que comprometían la tracción, y el peso era otro gran factor en contra.
El Snow Cruiser apenas pudo recorrer unos cuantos metros, y esto gracias a que el capitán encontró que tenían mejor tracción yendo de reversa. Luego de algunos días, el frío comenzó a ganar la batalla y descompuso los motores.
Los tripulantes no tenían la herramienta necesaria para repararlos, por lo que, después de unos meses, decidieron estacionar el Snow Cruiser en algun punto de la Antártida y, para 1941 , se perdió por completo bajo la nieve.
Según los datos de la compañía, la base móvil recorrió cerca de 100 kilómetros antes de quedar atascada. Todos los tripulantes fueron sacados del vehículo y abandonaron al proyecto en la nieve .
Se dice que durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados buscaban recuperar dicho vehículo para realizarle algunas mejoras y usarlo en lugares fríos. Algunos reportes sugieren que en 1946 un barco estadounidense dio con el paradero del Snow Cruiser, pero ya estaba muy enterrado.
Al día de hoy, no se tiene registro de su paradero y tampoco se sabe de alguna empresa que quiera recuperarlo. Podría estar enterrado bajo la nieve o perdido en el mar, pero siempre será una historia curiosa de contar.
Fotos: Boston Public Library