Era 2004 y el mundo estaba sumamente emocionado por la película Oceans Twelve (La Nueva Gran Estafa). Para promocionar la película, los productores decidieron realizar una campaña en la F1 , precisamente para el circuito de Mónaco, pues quedaba con la “trama” de la película.
El equipo que realizaría esta campaña publicitaria seria Jaguar , y la idea era simple. El equipo montaría un diamante en la nariz de cada uno de sus monoplazas, mismo que estaba encerrado dentro de una protección especial que no afectaba la aerodinámica del auto. El valor de cada uno de ellos nunca se supo, pero los patrocinadores declararon que tenían “un millón de dólares” invertidos en los autos de Jaguar Racing, por lo que se calcula medio millón de dólares para cada uno.
En teoría, sonaba a una gran estrategia de mercadotecnia. Mónaco , una ciudad relacionada con el lujo, millonarios y mucho glamour vería a dos monoplazas con un diamante en la nariz, algo exclusivo que seguro llamaría la atención. Todos en Jaguar estaban de acuerdo con la idea, pero se olvidaron de una cosa sumamente importante.
Mónaco es uno de los circuitos más estrechos en todo el calendario de la F1, por lo que los choques contra los muros no son nada de extrañarse. La parte más dañada de los monoplazas en esta pista es la nariz, por lo que suelen ser cambiadas constantemente durante las paradas de pits.
Arrancó el fin de semana del Gran Premio y ambos autos sobrevivieron intactos tanto las pruebas como la calificación, manteniendo los diamantes sanos y salvos. Sin embargo, el domingo arrancó la carrera y todo comenzó a salir mal.
En la primera vuelta, uno de los autos terminó estrellado contra el muro en la famosa horquilla de Mónaco, destruyendo la parte frontal del monoplaza. El impacto fue a baja velocidad, por lo que el piloto salió ileso, pero ahora tenían que sacar el auto del muro para llevarlo a los pits.
Para sorpresa de los patrocinadores, el diamante había desaparecido en el instante en el que fue retirado del muro. Lo realmente curioso del momento es que jamás se dejó de transmitir en vivo y, a pesar de revisar incontables veces el video, nadie sabe como fue que de un momento a otro ya no estaba el diamante.
Se decía que había terminado entre los escombros del muro, pero nadie del equipo podía entrar a la pista sino hasta dos horas después, pues la carrera seguía en curso. Lo más posible era que alguno de los oficiales de pista lo había tomado en cuestión de instantes, pero después fueron interrogados e investigados por la policía local y no resultaron culpables.
El diamante que promocionaba la película fue declarado como “perdido” y no como “robado” por las autoridades, por lo que no se continuó con una investigación a detalle. Sin embargo, algunos años después comenzaron a salir a la luz algunas cosas sumamente curiosas respecto al accidente.
El primer dato es que ninguno de los dos diamantes estaba asegurado por la compañía productora a pesar del riesgo que implicaba el ponerlo en la parte frontal de un auto de F1. Cuando cuestionaron al responsable de la estrategia de publicidad, solamente aseguró que jamás pensó que algo así podría pasar.
En segundo lugar, el accidente sucedió en la primera vuelta, en una de las curvas más lentas pero con menos gente presente, por lo que no había tantas personas mirando el momento del impacto.
Finalmente, la carrera se llevó a cabo y ganó Jarno Trulli, piloto de Renault, pero todo el mundo estaba concentrado en la historia del diamante perdido y su curiosa relación con una película en la que tienen que planear un atraco sutil pero efectivo.
Jamás se supo el paradero del diamante, pero es posible que todo haya sido en realidad una estrategia de mercadotecnia por parte de Oceans Twelve para colocar su película en la boca de todos.