Si vas manejando por la calle y tu neumático sufre una pinchadura, es fácil bajarnos y montar la llanta de refacción o, en el peor de los casos, llevarla a reparar a la vulcanizadora más cercana. No obstante, estas son dos cosas que no podemos hacer si estamos hablando de un vehículo rodando fuera de este mundo.
La NASA constantemente desarrolla programas de exploración espacial y parte crucial de estos son los famosos “ Rovers ”, vehículos de millones de dólares diseñados específicamente para conocer nuevos planetas o satélites.
Y si bien echan mano de componentes tecnológicos dignos de una película de ciencia ficción, uno de los elementos más importantes de estos vehículos son los neumáticos . Si lo ponemos en una balanza, podrías tener todo un laboratorio móvil, pero no serviría de nada si no puede desplazarse correctamente.
Es por eso que los ingenieros de la NASA han puesto incontables horas al desarrollo e investigación a los neumáticos. Estos no pueden fallar en su misión y han tenido que ir evolucionando con el paso del tiempo.
El primer intento se presentó con el Programa Apollo. Estos neumáticos estaban fabricados en un polímero de zinc en forma de “V” para optimizar la tracción en terrenos sueltos. Sin embargo, los problemas aparecieron cuando se dieron cuenta que esto no les permitía cargar el peso suficiente para transportar todas sus herramientas.
En 2004, el Mars Rover exploró un nuevo diseño de neumáticos, dejando atrás el concepto suave para dar paso a tecnología “sólida”. Se le conoce de esta forma porque se eliminan todas las posibilidades de pinchaduras y los rodamientos están fabricados en componentes resistentes al maltrato.
En este caso, se usaron aluminio y titanio para ayudar con la resistencia sin comprometer su peso ligero. No obstante, marte no trató bien a las llantas de este Rover y, con tan solo 10 millas recorridas , ya se presentaban serios daños.
Por lo tanto, la NASA tuvo que volver al diseño de fabricación de neumáticos mediante hilos metálicos. De acuerdo con sus propios ingenieros, el primer prototipo usó más de 8 mil hilos metálicos.
Al momento de las pruebas, el metal resultó inutilizable porque se deformaba al contacto con piedras. Sin embargo, los ingenieros ya tenían un segundo plan en desarrollo que era muy similar,pero usaba diferentes compuestos.
En lugar de usar aluminio, el nuevo prototipo estaba fabricado en una aleación con memoria de forma compuesta de níquel y titanio. Este componente puede deformarse en el camino pero, con un poco de calor, volver a su forma original.
La temperatura a la que este compuesto regresa a su forma original puede ser modificada con una variación en su construcción, lo que le permite a los ingenieros desarrollar neumáticos especiales dependiendo del planeta o satélite.
Su fabricación en tipo “cadena” permite que el Rover tenga mucha mayor suspensión y esté completamente protegido de sufrir pinchaduras a millones de kilómetros del mecánico más cercano.
Por el momento, este compuesto está solamente reservado para su uso en la NASA . Sin embargo, la agencia aeroespacial y Goodyear se encuentran desarrollando una opción similar de uso citadino y han comenzado con las pruebas.
Aún tienen que definir temas como caminos con agua o lodo, pero el futuro de los neumáticos está pronto a cambiar y será para que podamos rodar sin temor a quedarnos en el camino por una pinchadura.