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En Estados Unidos los debates presidenciales son de tal injerencia que algunas cifras de televidentes han superado al Superbowl. Sus ciudadanos los utilizan para conocer las propuestas de los candidatos, así como la viabilidad de las soluciones planteadas. Muchos escándalos políticos han salido a la luz en los debates estadounidenses, dando así a los electores espacio para evaluar trayectorias de vida y hasta habilidades para la reacción retórica.
Nuestro país tiene una tradición democrática más reciente. No es de extrañar que la experiencia mexicana en torno a los debates siga siendo escasa. Los ejercicios realizados todavía no logran ofrecer un espectro amplio de formatos. Se han tenido debates acartonados que —paradójicamente— ni siquiera dieron a la ciudadanía parámetros claros para evaluar los costos y beneficios de las políticas públicas propuestas.
A decir verdad, la organización de debates no es cosa simple. No hay fórmulas únicas. Son instrumentos que materializan aquel principio del patrimonio electoral europeo, según el cual los votantes tienen derecho a formarse una opinión y, por tanto, las autoridades deben garantizarlo. Al mismo tiempo, son momentos estelares en las campañas, por lo que se debe tener especial cuidado en no afectar la equidad entre los participantes.
Esta semana las/los aspirantes a gobernar la Ciudad de México (18-abr) y la Presidencia (22-abr) inauguran el ciclo de debates 2018. Se están proponiendo cambios importantes en los modelos para quitar el famoso “acartonamiento”.
A continuación, algunas transformaciones.
Se ha tenido el cuidado de difundir los debates en territorio nacional y en el extranjero, dando con ello posibilidad de que los votantes que viven en el exterior revisen información política a la que no tienen acceso fácil, dada la prohibición de campañas fuera de México.
Mientras más temas se incluyan en un mismo debate, menos profundidad se alcanza en las respuestas. De ahí que algunos institutos electorales han optado por organizar varios para que se puedan discutir a detalle los temas eje. Habrá 3 debates para la Presidencial y los ejecutivos de Jalisco y la Ciudad de México; 2 para las gubernaturas de Chiapas, Tabasco y Veracruz. Puebla y Guanajuato optaron por un debate.
Hay cambios en los hábitos de consumo de medios. Muchos han abandonado la radio y televisión, ahora reciben información a través de internet en tabletas o teléfonos inteligentes. De ahí que algunos institutos están optando por redes sociales de mayor penetración.
Mucha gente sigue privilegiando consumir entretenimiento los fines de semana, mientras que la información noticiosa la recibe de lunes a viernes. El Instituto Electoral de la Ciudad de México optó por transmitir su debate en miércoles, a efecto de captar a las audiencias que los domingos se separan de la política.
En algunos países (Corea del Sur, Jamaica, Uruguay) se ha optado por invitar únicamente a los candidatos punteros en las elecciones, por fortuna el modelo mexicano obliga a que las autoridades inviten a todos/as los candidatos/as registrados, lo que garantiza al electorado conocer la totalidad de la oferta política
El tema de la rigidez del formato ha estado asociada a la falta de espacios para réplicas y a que los candidatos han podido eludir temas de preocupación.
La Ciudad de México optó por dotar en cada tema de una “bolsa de tiempo” a cada candidato/a para que la distribuya como convenga a su estrategia. Ésta se puede ejercer sin un orden definido, basta con pedir la palabra.
En cuanto a lo segundo, hay propuestas novedosas que atienden a la recomendación internacional (National Democratic Institute) según la cual los moderadores deben tener un papel activo. Pueden formular preguntas novedosas, aunque los temas deben ser conocidos de antemano. En este ámbito es crucial que los moderadores sean personas de gran reconocimiento y que las interrogantes que planteen no incluyan juicios de valor o induzcan respuestas.
¡Bienvenidos los debates!
Consejero electoral del Instituto Electoral de la Ciudad de México.
@ yuribeltranm