Vladimir Putin es un dictador, pero también un gran estratega geopolítico: términos que para el amateur Donald Trump son terra ignota. Para atenuar lo que consideró la gran catástrofe geopolítica del siglo XX —el colapso de la URSS— y la expansión occidental hacia el antiguo espacio soviético, condujo una ofensiva contra Ucrania, país que pretendía vincularse a la Unión Europea y a la OTAN. En 2014, tras una efectiva maña maquiavélica, anexó Crimea y Sebastopol a Rusia, y frenó las aspiraciones europeístas de la desmembrada Ucrania. En represalia, EU y la UE le impusieron sanciones, confiscaron activos, degradaron las relaciones diplomáticas, lo expulsaron del G7 y lo marginaron como paria. Desde entonces implementó una astuta estrategia para recuperar un papel central en la política mundial, principalmente con certeros movimientos tácticos que aprovecharon las debilidades, negligencias o torpezas de sus enemigos.
Su audaz proyecto geopolítico fue enormemente favorecido por la decadencia de la corroída democracia estadounidense que favoreció la candidatura de un esperpento como Trump, misma que fue apoyada por los piratas cibernéticos y granjas de troles de Putin. En la inverosímil conferencia de prensa del pasado 16 en Helsinki, Trump, asumiendo una falsa, infantil y ridícula ingenuidad, afirmó que no veía las razones por las cuales Putin hubiera intervenido en las elecciones de 2016; ello a pesar que días antes su Departamento de Justicia formuló cargos contra 12 militares rusos. Mikhail Fishman, editor del Moscu Times y acérrimo crítico de Putin, señala que sus objetivos hubieran sido inalcanzables si Hillary Clinton era elegida, pues mantendría el ostracismo impuesto por Obama. Por contra, vio en Trump a un “neófito ignorante carente de pensamiento estratégico” … a “un tonto útil” que por padecer de “narcisismo idiota” era fácil de manipular. Ya está comprobado que Moscú intervino favoreciendo a Trump y que varios de sus “muy patriotas” colaboradores se coludieron con el enemigo. Lo que falta probar es el grado de colusión de Trump y su familia, pero como el ocupante de la Casa Blanca se comporta como un títere del nuevo zar, las sospechas son más que fundadas. La prioridad de Putin de debilitar la alianza entre EU y la UE, a las democracias liberales, al sistema internacional, etcétera, increíblemente ha estado a cargo de Trump.
El surrealista espectáculo de un presidente estadounidense defendiendo al de Rusia, dando más credibilidad a sus afirmaciones que a las de sus propias agencias de inteligencia, ha sido calificado como “alta traición” y una de las “más desgraciadas actuaciones de un presidente de que se tenga memoria”. Como ya lo hemos destacado, Trump no defiende los intereses nacionales porque ni los entiende ni conoce, defiende sus intereses personales, y en ello juega un papel clave su amigo ruso, quien evidentemente cuenta con información comprometedora que puede destruirlo. En mis artículos de julio y noviembre de 2017 (www.eluniversal.com.mx...walter-astie) reseñé que ello puede incluir desde lavado de dinero ruso sucio, tenebrosos negocios inmobiliarios, en gas y petróleo, hasta desmanes con prostitutas rusas.
Tras el éxito de relaciones públicas globales con la Copa Mundial de Futbol, y de convertirse en actor central en Siria y el Medio Oriente, el triunfante Putin se colocó al nivel de la superpotencia en Helsinki, donde, sin empacho alguno (llegó 45 minutos tarde al encuentro), demostró el ascendiente que tiene sobre Trump. No obstante, como 68% de los republicanos aprobó el patético desempeño de su mandatario, ya invitó a Putin a Washington. A la minoría que beneficia la incompetencia, falsedad y demagogia de su presidente, poco importa que sea un peligro para la seguridad nacional.
Internacionalista, embajador
de carrera y académico