Ya se sabía que las costosas campañas de comunicación política con fines electorales de Cambridge Analytica (ver mi artículo del 9/12/17 https://goo.gl/gZ3Z1u) eran poco ortodoxas, pero lo recién revelado supera toda expectativa. No solo saturó las redes sociales de varios países con fake news; bombardeó a los usuarios con información difamatoria y calumniosa, promovió el Brexit, y “cosechó” (harvested) ilegítimamente 50 millones de perfiles de Facebook para orientar el voto en las elecciones de Estados Unidos, sino que el “paquete” ofrecido a los clientes incluía prostitutas (principalmente ucranianas) y sobornos (honey traps) para entrampar, chantajear y “quemar” al objetivo. Lo anterior emergió de la operación encubierta de periodistas británicos de Channel 4 que, simulando ser potenciales clientes de Sri Lanka, entrevistaron a ejecutivos de la empresa: sus cínicas y triunfalistas revelaciones provocaron el despido del director ejecutivo, Alexander Nix. El método de los periodistas tampoco fue ortodoxo, pero amén de aplaudirlos por exponer las reprochables prácticas de C. A., recordemos que ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón.
Por su parte, Christopher Wylie, ex empleado de la empresa transformado en whistleblower (delator), espetó que C.A. es una mercenaria que por dinero hace lo que sea donde sea; ha distorsionado elecciones en varias naciones; trabajó para la campaña de Trump y se reunió con su yerno consentido, Jared Kushner; elaboró el perfil psicológico de 230 millones de usuarios de Facebook; proveyó “know how” a la petrolera rusa “Lukoil”, cuyo presidente —Vaguit Alekperov— es cercano a Putin; diseñó exitosos slogans como “construir el muro”; etc. Este tipo de firmas no trabajan con datos duros ni verdades: son “traficantes del miedo” que, mezclando la psicología social con la tecnología, manipulan las emociones (temor, inseguridad, rencor, ira, odio, racismo, nativismo, machismo, fanatismo, etc.) para controlar la conducta humana.
Uno de los fundadores de C. A. es Steve Bannon; estratega de la campaña de Trump y consejero presidencial hasta que fue despedido en agosto. La compañía fue financiada por el multimillonario Robert Mercer, quien por ser de extrema derecha y oponerse al liberalismo democrático, impulsó y financió a Trump como candidato antisistema, considerándosele el kingmaker al cual le debe el puesto. De acuerdo a Wylie, es una empresa inspirada en la ideología radical de Mercer, que realiza jugosos negocios con sus disruptivas estrategias políticas y, paralelamente, desata los demonios de las personas para librar una guerra cultural destinada a “quebrar” a la sociedad y crear algo nuevo y diferente. Como es una cruzada fanática para cambiar el sistema, no se respeta ninguna regla y todo se vale. En suma, tanto se trata de un tipo de comunicación política pervertida y disruptiva carente de ética, como otra de las tantas irregularidades (como la injerencia rusa) que llevaron a Trump a la Casa Blanca.
Las estrategias de comunicación política son una disciplina relativamente joven de la ciencia política, pero al igual que los partidos políticos, las campañas electorales, los comicios y la democracia misma, ya han sido desvirtuadas y contaminadas. Muestra de ello son los métodos y metas de Cambridge Analytica (cuya vicepresidenta, Brittany Kaiser, estuvo en México buscando clientes), y nuestro actual proceso electoral en el que priva la nociva explotación de las emociones (guerra sucia, fake news, calumnias, denostaciones, odio, miedo, etc.) sobre ideas y propuestas racionales e inteligentes para resolver nuestros males nacionales.
Internacionalista, embajador de carrera y académico