El Derecho Diplomático precisa que, una de las principales funciones del embajador, es la observación; que se expresa mediante los informes que rinde a sus superiores sobre los acontecimientos del país donde está adscrito. Aunque el desarrollo de los medios de comunicación escritos, electrónicos y digitales ha despojado al diplomático de la exclusividad y la oportunidad en cuanto a la trasmisión de noticias, sus informes tienen el insustituible valor de provenir del único que puede interpretar, verazmente, los hechos conforme a los intereses del Estado que representa. Por ende y como los representantes de las naciones amigas y de los organismos internacionales (ONU, OEA, Unión Europea, etc.) cumplen diligentemente esa importante función, asumimos que, quienes leen sus informes sobre nuestra inverosímil y surrealista realidad, han de concluir que sus enviados ya perdieron la razón o están bebiendo o fumando algo indebido.

Para los mexicanos ya es “normal” la desgarradora realidad que vivimos porque nos hemos acostumbrado a ella, pero para los extranjeros resulta absurda, siniestra y espeluznante. Veamos: somos una de las 20 principales economías del mundo, pero la mitad de la población vive en pobreza, pues el 10% concentra el 80% de la riqueza. No hay guerra, pero han muerto más personas que en Afganistán e Irak, y ocupamos el segundo lugar en este macabro rubro después de Siria. En Tamaulipas fueron despiadadamente masacrados 72 migrantes; en Guanajuato asesinaron en un solo día a 28 personas; cinco falsos mariachis acribillaron a seis en Garibaldi, y frecuentemente aparecen por todas partes cuerpos descuartizados, cabezas o ahorcados. Cada día asesinan a siete mujeres, cada 5 horas desaparece una, y en 2017 las muertes violentas fueron 70 por día. Hace cuatro años se “esfumaron” 43 estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa, y el número “oficial” de desaparecidos es de 36,265. En 19 estados se han localizado 1,300 fosas clandestinas; en Jalisco dos tráileres refrigeradores han “paseado” durante dos meses a 322 cadáveres. 15 gobernadores están acusados de malversar más de 200 mil millones de pesos, y el ex gobernador de Veracruz que sustrajo más de 60 mil millones, fue sancionado con 58 mil pesos. Varios funcionarios están acusados de corrupción, pero ninguno pierde el cargo o es sancionado. El gobernador de Chiapas modifica la Constitución estatal en 24 horas para poder ser senador; luego el Senado lo autoriza a sustituirse a sí mismo como gobernador, y a final de año volverá a ser senador. En dicho Senado se “desaparecieron” 50 millones de pesos destinados a la reconstrucción por el sismo del año pasado, y otras donaciones fueron desviadas hacia campañas electorales. En 2017 el robo de combustible a Pemex ascendió a 17 mil mdp, y en este delito como en el del narcotráfico, cobro de piso, secuestros, robos, trata de blanca, prostitución forzada, etc. están involucradas policías y políticos.

Como los informes diplomáticos sobre esa bizarra realidad son los que moldean la opinión de otros países sobre el nuestro, y no la versión de un México ficticio financiada con desperdiciados millones de pesos, nuestros gobernantes se enfadan. El presidente Calderón regañó a Hillary Clinton por afirmar que México era un “Estado Fallido”, pidió a Obama retirar a su embajador Carlos Pascual porque en sus informes criticó nuestra penosa realidad, y en cada reunión de embajadores nos pedía hablar bien del país (¿?) en nuestras adscripciones. Sin embargo, poco pueden hacer los exabruptos y nuestros diplomáticos para modificar la imagen que proyecta nuestra trágica realidad. Efectivamente México no está en bancarrota económico-financiera, pero sí lo está en imagen, prestigio, credibilidad, valores, decencia, honestidad, gobernabilidad, seguridad, equidad, justicia, derechos humanos, etc.

Internacionalista, embajador
de carrera y académico

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