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Como hace 100 años concluyó la Primera Guerra Mundial, debemos tener presentes ciertas lecciones de aquellos días que algunos, intencionalmente o por ignorancia, están desechando. Nuestro gobierno fue presionado por los beligerantes para arrastrarlo a sus respectivas causas, e igualmente la opinión pública fue manipulada a través del más importante medio de comunicación masiva de la época: la prensa. El Imperio Alemán subvencionó el papel y pagó articulistas del periódico El Demócrata, cuya propaganda germanófila fue contrarrestada por EL UNIVERSAL fundado por Félix Palavicini. Éste denunció los vínculos de El Demócrata con Berlín, pidió la expulsión del representante diplomático de ese país, vaticinó el triunfo de las democracias occidentales, se enemistó con la colonia alemana, e injustamente fue encarcelado tras una “manifestación pagada por alemanes”. La insidiosa campaña germana —cuyo fin último era propiciar una guerra mexicano-estadounidense— fue favorecida por las graves tensiones con Estados Unidos surgidas durante la Revolución de 1910. Como reseñé en un artículo anterior (2/XII/17), situaciones similares se repitieron con diferentes actores durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, de suerte que ciberataques rusos para influir en nuestro proceso electoral no serían nada nuevo en esa larga historias de injerencias extranjeras.
Al igual que en el pasado, la nueva intromisión ya es parte de la grilla electoral y de la guerra sucia en curso. A ello contribuyó la declaración del general Raymond McMaster, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, en el sentido de que han detectado nocivas actividades de Rusia hacia México, semejantes a las que realizó en otras elecciones de países europeos. No podemos pasar por alto, sin embargo, que quien históricamente más interesado ha estado en influir en esos procesos, ha sido EU, de suerte que, para nuestra desgracia, la injerencia cibernética que se avecina será por doble vía. Aunque el “Rey del Kitsch” (Rob Riemen dixit) está muy ocupado jugando golf, paralizando al gobierno y haciendo circo cotidiano como para interesarse en nuestros comicios, la burocracia profesional de los servicios de inteligencia sí está consciente de la importancia de lo que ocurre en nuestro país para su seguridad nacional.
Curándose en salud, algunos afirman que los ciberataques rusos son una vil calumnia de sus rivales para deslegitimizar el futuro triunfo de su candidato a la Presidencia. Esos rivales, además, señalan que dicho candidato tiene componendas con Rusia y hasta con Venezuela para que le ayuden a ganar los comicios. Esta manipulación electorera del problema no ayuda nada a que lo enfrentemos eficientemente sino, al contrario, lo hace aparecer como una fantasía o treta política que no debe tomarse en cuenta. A la Rusia de Putin poco le interesa quien gane o pierda las elecciones, lo que busca es aprovecharlas para tratar de crearle un problema adicional a EU: mientras la pésimamente gobernada superpotencia siga conflictuándose, distrayéndose y abandonando espacios, más oportunidades geopolíticas se le seguirán abriendo a Moscú.
Lo más paradójico de la situación es que, por una parte, la nociva actitud de Trump hacia México ha desatado un sentimiento anti yanqui que beneficiará al candidato que asuma la plataforma más soberanista y nacionalista. Por la otra, los hackers, bots y troles al servicio de Putin igualmente conducirán truculentas campañas que favorezcan al candidato que sea menos empático a Trump y a EU. Extraña y contradictoriamente… ambos están ayudando al mismo aspirante a la Presidencia.
Internacionalista, embajador de carrera,
académico