Más Información
Osiel Cárdenas, exlíder del Cártel del Golfo, recibe auto de formal prisión; enfrentará juicio por homicidio
Jóvenes mexicanos pasan más de 2 mil horas al año en el teléfono; OCDE alerta sobre su impacto en la salud mental
Franck Muller y su Aeternitas Mega, el reloj de pulsera más complicado de la historia. MCT y su Sequential One-S110 Evo Vantablack, creado en colaboración con el artista indo-británico Anish Kapoor y cuya esfera está hecha del material más oscuro que existe. Louis Moinet y su Memoris (en la foto de abajo), desarrollado para conmemorar el 200 aniversario de la invención del cronógrafo por parte de ese relojero francés…
Firmas como estas tres —pioneras, originales y modernas— son las que Ramón González distribuye desde la fundación de su compañía Raconli, que en 2017 celebra 30 años. “Mi locura por la relojería me ha vuelto no un defensor, pero sí un luchador por las marcas independientes”, afirma González. “Gracias a ellas existe el sabor de la relojería. Su competencia y creatividad es lo que le da vida a este actividad, y además creo que el cliente merece tener más opciones”.
Por locura se refiere a su vínculo vitalicio con la industria. Su padre se dedicó a este negocio en las décadas de 1960 y 1970, con marcas como Zodiac y Sicura. “Yo nací con esta pasión”, dice. “Cuando era niño lo que más disfrutaba era sentarme a ver a mi papá trabajando con los relojes”.
De joven colaboró con Alex Benoît, directivo de Rolex en ese entonces. Luego olfateó y consiguió su primera gran oportunidad, nada menos que con la casa madre del Royal Oak y una de las grandes independientes del sector. “Cuando se abrió la oportunidad de importar a México, a mediados de los 80, contacté a Audemars Piguet y logré que me dieran la distribución para nuestro mercado”, cuenta. Tenía sólo 24 años.
En abril de 1987, sus socios y él establecieron Raconli. No fue un comienzo fácil porque, según González, en ese tiempo Audemars Piguet era poco conocida en el país. “Fue un trabajo duro porque los minoristas de la época —los padres de quienes ahora están al frente en las joyerías— me decían: ‘Si no es Rolex o Cartier, va a estar difícil’”. Sin embargo, convenció a los más importantes en la Ciudad de México, Guadalajara, Puebla y Monterrey, y así empezó a abrirse camino.
No duda en decir que la vigorosa reputación de Audemars Piguet en México se debe a su labor. “La llevamos de cero a la marca que es hoy. Sentí mucha satisfacción cuando, en una de sus visitas, el CEO François-Henry Bennahmias me dio un abrazo y públicamente dijo que gracias a mí estaban muy fuertes”.
Raconli también distribuyó Jaeger-LeCoultre cuando Audemars Piguet era dueña del 40 por ciento de esa firma, antes de que Richemont la adquiriera en el año 2000. Finalmente, su relación con la manufactura de Le Brassus terminó en 2005, cuando ésta decidió llevar la distribución de forma interna.
Su historial de esos años no estaría completo sin mencionar a Gérald Genta, otra casa independiente que después compró Bulgari. “Con Gérald Genta hicimos buen negocio, pero no por mucho tiempo porque él era muy bohemio, se encontraba a mis clientes en la Costa Azul y como traía sus relojes en el bolsillo del saco, se los vendía de manera directa”, se ríe González. “No estoy diciendo nada que no sea conocido. Genta era un tipo genial, diseñador del Royal Oak, del Nautilus [de Patek Philippe], del Pasha [de Cartier]. Una gran figura de la relojería y un gran personaje”.
En Baselworld, la feria de joyería y relojería de Basilea, llegó a un acuerdo con Martin Braun, que meses más tarde pasó a formar parte de Franck Muller.
“Me entrevisté con el propietario del grupo, Vartan Sirmakes, y me volví su distribuidor”, dice. “Desde que empezamos con Franck Muller, hace casi una década, hasta la fecha, no hemos tenido un año con menores ventas que el anterior, a pesar de las crisis”.
Franck Muller cumple un cuarto de siglo en 2017 y González, gran aficionado a los autos y las motos clásicas, ya se aseguró de que tenga una celebración a tono: esta firma patrocinará la cuarta edición del Rally Maya que se llevará a cabo en mayo próximo, con todo un reloj de edición especial (en la foto de abajo).
A su portafolio se sumó de forma simultánea Cvstos, propiedad de Sassoun Sirmakes, hijo de Vartan, y luego Pierre DeRoche, Armin Strom, Louis Moinet, MCT y Manufacture Royale.
“Me volví famoso entre los independientes y ellos me empezaron a buscar. A veces los tengo que rechazar porque sólo acepto las marcas que me gustan”, explica. “Por ejemplo, de MCT se me hace genial la forma en que sus relojes dan la hora. De Louis Moinet, me parece maravilloso que sean los inventores del cronógrafo. Me encanta que Armin Strom (en la foto de abajo) se dedique a hacer esqueletados y que produzca sus mecanismos in house. De Manufacture Royale me gustó que hacen sus movimientos y la relación calidad-precio de sus tourbillones”.
Su best seller es Franck Muller, que está en más puntos de venta. “Te guste o no la marca, Franck Muller es un genio”, asegura. “Cuando decidió hacer complicaciones tradicionales, logró hacer las mejores”.
Más allá de sus gustos personales, el catálogo de Raconli obedece a una estrategia. Un coleccionista podría tener un reloj de cada una de estas marcas porque son muy diferentes y no compiten entre sí.
En estas tres décadas, González ha notado una evolución entre los consumidores de marcas independientes. “Cuando empecé con Audemars Piguet, era muy difícil venderle uno de sus relojes a alguien que no tuviera un Rolex como primer reloj, era como un asunto de estatus”, analiza. “Ahora hay gente que al comprarse su primer reloj importante, se salta el paso de las marcas tradicionales y viene por un Franck Muller”.
Al frente de Raconli ha sorteado varias crisis. Pero más allá de los obstáculos, en el balance de su trayectoria lo entusiasma “ser parte de la historia de la relojería en México. Voy a cumplir 30 años en el negocio y sigo feliz. Sí, hemos tenido años en los que hay que amarrarse el cinturón, pero es algo tan noble que al final las cosas salen bien. Es cuestión de ajustarse o de hacer cambios, de adaptarse a lo que hay”.
Lo que comenzó con su padre hace casi 60 años parece estar destinado a perpetuarse con sus hijos, que ya trabajan con él. “Cuando tienes una empresa y funciona con la familia es doblemente gratificante”, afirma. La lucha por la independencia tiene garantizada una nueva generación de defensores.