Es el metal del momento. Igual acapara titulares con récords en las subastas de primavera que como refugio de la exclusividad que sirve de panacea entre los creadores más elitistas para endulzar sus precios ante un público que se vuelve perezoso. Una versatilidad que está agrandando la leyenda del acero frente a los metales preciosos y no precisamente en la categoría de los relojes deportivos, sino como excepción.

El fenómeno viene de atrás. Audemars Piguet redefinió los estándares del lujo moderno cuando en los experimentales años 70 lanzó un reloj para triunfadores llamado Royal Oak en acero con el provocador eslogan “más difícil de modelar que el fino oro”. Incluso antes, en los inicios de la relojería de pulso en el siglo XX, un referente como Patek Philippe cimentaba su leyenda en un periodo de cambio cultural con piezas intencionadas en acero que hoy quitan el sueño a los coleccionistas por su escasez.

La casa de subastas Phillips organizó en mayo una sesión temática titulada "Start-Stop-Reset" centrada en míticos cronógrafos vintage, únicamente de acero, que ha contribuido a aumentar el sex-appeal del rudo metal. La estrella de la sesión fue un Patek Philippe Ref. 130, de 1927, adjudicado en 4.6 millones de francos suizos cuando su precio de salida era de 1 millón. También en la subasta benéfica Only Watch del pasado noviembre en Ginebra, un triple complicación Ref. 5016A de la misma casa rompió los pronósticos con un remate de 7.3 millones de francos. El mismo modelo tiene un precio en catálogo de 800 mil francos en la versión de platino.

Rolex, un creador forjado en los principios del reloj como resistencia, debió intuir la mística del metal gris ya en 1985. Ese año dejó de usar el habitual acero 316L que utiliza normalmente la industria relojera, para crear su propio acero 904L. Esta aleación exclusiva está mejor dotada contra los efectos del paso del tiempo y la firma de la corona la presume como un factor diferencial.

Pero la fiebre ‘steel’ no arraiga únicamente en piezas históricas. En 2016 nuevas propuestas han consolidado al metal como la sensación de la temporada. Desde firmas tan distantes como Greubel Forsey, que lo usa por primera vez en el Signature 1 Unique Edition, su reloj de entrada de precio a unos ‘accesibles’ 153 mil dólares, hasta el nuevo Cartier Drive. El último estreno de la casa parisina llega en acero con mecánica de manufactura cuando lo normal es debutar en oro y lanzar después los modelos del metal más accesible.

Hasta la relojería complicada ha encontrado el gusto de combinar la mecánica más exclusiva con la actitud casual-elegante del metal básico a precios más atractivos.

El Audemars Piguet Royal Oak Double Balance Wheel Openworked, el IWC Pilot’s Watch Perpetual Calendar Digital Spitfire, el Jaeger-LeCoultre Master Ultra Thin Perpetual, el Chopard L.U.C Perpetual Twin o el Ulysse Nardin Marine Chronograph Annual Calendar difícilmente hubieran arriesgado su entrada en escena con una caja color gris de batalla antes de este año.

Aunque tal vez ningún reloj expresa con más elocuencia el caso que el Vacheron Constantin Quai de l’Ile Stainless Steel, un neo-dandi con movimiento de buena sastrería y Sello de Ginebra en una casa donde el acero estaba prohibido hasta ahora en modelos de estilo formal.

La firma lo recuperó después de que no obtuviera el éxito esperado en su lanzamiento en 2008 en las versiones de oro y paladio. “El reloj era correcto, pero se adelantó a los gustos del público”, dijo en su día Juan Carlos Torres, CEO de Vacheron Constantin.

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