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Entre dos columnas jónicas de color terracota, una mujer con un vestido blanco y dorado al estilo de la Grecia antigua sostiene un larguísimo collar de perlas. Lleva un peinado alto, los labios rojos y mira de frente al espectador. A sus pies hay una pantera negra.
Es una imagen poderosa y cautivadora ante la que el joyero Louis Cartier quedó fascinado. Mujer con pantera —el nombre de la obra creada por el artista George Barbier— se usó como invitación a la Exposition d’une collection unique de perles et de bijoux de la Décadance antique, una muestra de joyería que Cartier presentó en su boutique de Rue de la Paix entre mayo y junio de 1914.
La ilustración marcó un hito en la historia de Cartier porque la figura de la pantera que aparece en ella se volvió un emblema, aunque no fue el único factor para que eso pasara, ya que además de Barbier, otros artistas comenzaban a utilizar a ese felino como símbolo de una emergente independencia femenina.
Aquel año, Louis Cartier conoció a Jeanne Toussaint, una mujer audaz, inteligente y elegante que lo sorprendió por su agudeza y buen gusto. Se dice que Toussaint —quien era vista con frecuencia en los lugares parisinos de moda enfundada en un abrigo de pantera— viajó con Louis a Kenia. En ese exótico safari ambos confirmaron la identificación de ese animal como un sinónimo del poder y la distinción de las mujeres.
El arquitecto Charles Jacqueau, director de joyería de la Maison, empezó a experimentar con esa figura. Como primera pieza, desarrolló un magnífico reloj de pulsera que, en patrones geométricos cercanos al art déco, incluía diamantes y ónix para representar la piel moteada de las panteras.
El reloj fue propiedad de Toussaint, a quien no por azar apodaron “Pantera” y quien, en 1918, se integró como parte del equipo de la marca.
El estilo de Toussaint era un statement. Aparecía en las fiestas usando sus pieles de animales, con turbante y el cuello rodeado por múltiples collares de perlas. Se le veía mucho en compañía de su mejor amiga, la diseñadora Coco Chanel. Su gusto ecléctico influyó en otras mujeres y para 1933 lo había refinado tanto que fue nombrada directora de joyería de Cartier.
Fue una figura de autoridad cuando muchas mujeres aún no podían ni soñar con serlo. Además, en una industria creativa como el lujo. Durante los 37 años que permaneció en el cargo, diseñó piezas para personajes de la realeza y el jet-set como Wallis Simpson, la polémica duquesa de Windsor, y actrices como Liz Taylor y María Félix.
“Toussaint fue miembro de un inusual grupo de mujeres que se habían hecho a ellas mismas y que se estaban volviendo responsables de definir el buen gusto y estilo del París de finales de los años 30”, escribió la periodista inglesa Anne Sebba en su libro Las parisinas: Cómo vivieron, amaron y murieron las mujeres de París en los años 40.
Esta autora las retrata como “mujeres con una urgente necesidad de liberarse y de expresarse”. Y agrega: “Antes de la Primera Guerra Mundial, la joyería había seguido convenciones y tradiciones bastante rígidas, pero en los años 20, cuando las mujeres comenzaron a tener un papel más activo en la sociedad, su deseo de libertad empezó a reflejarse en las prendas y en las joyas. Toussaint fue seguida por aquellas mujeres que rechazaban el hecho de seguir confinadas y limitadas”.
Oro amarillo, figuras tridimensionales de animales salvajes y piezas con docenas de piedras preciosas multicolores empezaron a verse en los aparadores de Cartier. Si su predecesor Charles Jacqueau ya se inspiraba en culturas lejanas en tiempo y espacio como Grecia, Egipto y la India, Toussaint expandió aún más el mapa con influencias estéticas de África y el Medio Oriente.
Por supuesto, la pantera jugó un papel importante mientras el taller estuvo a su mando y logró abstraerla en brazaletes, pendientes y gargantillas con un sello lúdico y exuberante.
La innovadora joyera nació en Bélgica en 1887, con más exactitud en la villa de Charleroi, en el seno de una familia trabajadora que más tarde se mudó a Bruselas. Su madre era costurera y su padre tenía la modesta ocupación de vender en los mercados los encajes que cosía su esposa. Un día, él cayó enfermo y eso cambió el destino de los suyos.
Tristan Gaston-Breton, historiador especializado en empresas francesas, escribió en la publicación financiera Les Echos que el padecimiento del padre de Jeanne le impidió seguir con sus actividades comerciales y eso causó una separación.
Un hombre de origen alemán no tardó en mostrar interés por la señora Toussaint y se convirtió en su pareja y representante de ventas. Aunque el negocio creció, Jeanne y sus dos hermanos, que habían tenido una infancia feliz hasta entonces, vivieron un periodo de maltratos a manos del nuevo esposo de su madre. Charlotte, la hermana mayor, no tardó en huir de la casa.
Gaston-Breton dice que los abusos siguieron en la adolescencia de Jeanne, quien sentía la urgencia de escapar. Entonces se enamoró por primera vez. Tenía 16 años cuando conoció al joven Pierre de Quinsonas, hijo de unos aristócratas franceses quien, embelesado como ella, le hizo promesas matrimoniales.
La idea de la boda fue rechazada por la familia de Pierre, que lo amenazó con desheredarlo si no se casaba con la mujer que habían escogido para él en París. Al irse de Bélgica, donde se había refugiado para huir del servicio militar francés, se llevó a Jeanne. Quizá no podían casarse, pero eso no le impidió instalarla en un departamento cercano al Boulevard Lannes, en el distrito 16.
Además de primer amor y benefactor, De Quinsonas fue para Jeanne el boleto de entrada a la alta sociedad de la Bella Época. La joven se codeó con artistas, funcionarios y aristócratas. Buscó a su hermana Charlotte, quien también se había ido a la Ciudad Luz y de inmediato acompañó a Jeanne en su nuevo estilo de vida.
Fue en esos años cuando Jeanne conoció a Gabrielle Chanel y más tarde a Louis Cartier, con quien tuvo desde el primer momento una intensa relación creativa. Es sabido que de haber podido, él se hubiera casado con ella, pero se lo impidieron los cánones de la época.
En 1954, Jeanne se casó con el barón Pierre Hély d’Oissel. Era entonces directiva en una empresa de renombre, mujer enamorada y tenía un título nobiliario. Tras los turbulentos momentos que vivió en su juventud, la Pantera obtuvo amor, aceptación y respeto.
Se retiró de Cartier en 1970, a los 83 años, y falleció seis años después dejando un legado estético que perdura hasta hoy. “Mademoiselle Toussaint, a quien tuve el gran placer de conocer”, dijo una vez el diseñador Hubert de Givenchy, “no sólo era inteligente, sino extraordinariamente creativa. Transformó la joyería integrándola a la moda contemporánea y sus creaciones serán siempre admiradas porque están vivas, son de vanguardia y extremadamente elegantes. Exudan su estilo: muy personal, muy particular, muy Cartier”.