En la dinastía Patek Philippe siempre ha regido el gusto masculino. Por eso, en los 10 mandamientos de la firma de relojes más prestigiosa mandan la tradición, la independencia y el buen hacer, entre otros valores honorables. Y quién duda de tales salvoconductos.
En 1998, Sandrine, una empleada a tiempo parcial desde tres años antes e hija de un especialista en el arte de embellecer las cajas para relojes-joya, se incorporó al área creativa. Su primera aportación fue resaltar la necesidad de que la marca tuviera un reloj pensado por y para la sensibilidad de la mujer.
Un año después, en una marca tan abocada a la destreza técnica, nació el modelo Twenty-4, el primer súper-ventas para damas de la casa. Tuvo la osadía de ser un reloj-brazalete de acero con diamantes y movimiento de cuarzo, una combinación adelantada a su tiempo y casi anti-Patek.
Desde entonces, este guardatiempo es el más vendido en la historia de Patek (casi 15% de la producción anual) y Sandrine se convirtió poco después en la esposa de Thierry Stern, actual presidente y heredero. Como primera dama, hoy rige los designios del departamento creativo de la institución al completo.
Con la llegada de la señora Stern, se han incorporado dos valores a los estrictos códigos de la Cruz de Calatrava: emoción y estética. Asimismo, las piezas femeninas se han sucedido cada año con mejoras palpables en sensualidad.
Cuando la firma lanzó en 2009 su estratégico primer mecanismo de cronógrafo propio para sustituir al legendario calibre Lémania, todo un acontecimiento para los patekófilos, lo hizo sorpresivamente en un reloj de dama denominado Ladies First Chronograph. ¿Una premonición?
El gesto no pasó desapercibido en una empresa de dictados patriarcales en el mismo año en que Thierry Stern asumió el liderazgo y se presentó el Sello Patek Philippe, para blindar los principios de excelencia ante los posibles riesgos del cambio generacional. 
Cuando le preguntan por su complicación favorita, Thierry suele declarar con admiración y orgullo que es su esposa y añade que las colecciones femeninas funcionan mejor con el toque de una mujer.
Madame Stern se rehúsa a crear relojes para un cliente que no valora lo que se atesora en su interior. En la colección 2017 abundan las novedades gestadas para seducir no sólo a primera vista (un concepto también post-Sandrine), repletas de diamantes y metales nobles. ¿Un déjà-vu de la impresión que le causó visitar el taller de su padre por primera vez cuando tenía tres años? 
El nuevo Calatrava Alta Joyería Ref. 4899/900 refleja todos los argumentos de un líder que busca el mismo esplendor en el refinamiento femenino que en sus cotizadas complicaciones. 
Se trata de una pieza de gusto red carpet con delicado trabajo artesanal en el engastado de sus 702 piedras preciosas (4.35 quilates) y el grabado artesanal con motivo hojas sobre la madreperla de la esfera y las manecillas de oro blanco, como guiños de complicidad haute couture. 
Pero hay más. En su interior va un reformulado calibre 240 que celebra el 40 aniversario del debut del más prolífico de los movimientos extraplanos automáticos de la casa. No sé si a una mujer le pueda importar que a este mecanismo se le haya añadido una espiral de volante Spiromax en Silinvar, pero las damas Patek valoran los mismos criterios de un hombre caprichoso. 
El Calatrava interroga los dictados habituales de las carátulas y las cajas más bien funcionales para proponer un reloj que coquetea con el glamour extremo como primer argumento, con una hechura de 39 milímetros por lo general reservada a las piezas complicadas.
El esmerado engastado nieve —salpicado con piedras de diferentes tamaños— en la caja y la hebilla de oro blanco a base de brillantes Top Wesselton Pur y zafiros rosas de diferente tonalidad, los reflejos encarnados de las gemas en la parte superior de la esfera y el cabujón de zafiro en la corona, completan una de las grandes piezas de dama del portafolio histórico de la casa en la colección regular.
Los lanzamientos para mujer de Patek incluyen versiones donde de nuevo la abundancia de destellos y la mecánica con pedigrí de las creaciones icónicas como la Hora Universal, el Calendario Perpetuo o el Aquanaut, que cumple dos décadas esta primavera, completan una oferta con un mensaje diáfano. En un año donde a la relojería le falta creatividad, a Patek le sobran argumentos e intenciones para reinar un rato más no sólo en el mundo de los sesudos señores.

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