La historia está llena de coincidencias que la leyenda popular se encarga de elevar a mitos. Y a los mitos se les permite todo, incluso cuestionar sus principios.

Nautilus venía con una leyenda incluida antes de nacer. Gérald Genta escuchó en 1972, en el restaurante del hotel Ambassador durante la feria de joyería y relojería de Basilea (Suiza), a Henry y Philippe Stern discutir sobre cómo debería haber sido el reloj Royal Oak si hubiera sido pensado para Patek Philippe.

El genial Genta, que había creado el Royal Oak para Audemars Piguet y alardeaba de poder diseñar 30 relojes en un día, bosquejó allí mismo, en privado, un reloj en una servilleta que dos años después acabó mostrando a Philippe Stern.

El reloj se convirtió en una realidad en 1976 y desde el primer trazo estuvo inspirado en el ojo de buey de un yate con sus bisagras de sellado, por el gusto del joven Stern por la navegación a vela.

A diferencia de lo angulado de su predecesor, el Nautilus tenía las aristas endulzadas y los eslabones centrales intercalados del brazalete entre una H y un canto rodado, el exterior mate y el interior pulido para sentirse más suave al tacto.

Genta dijo que lo hizo tan refinado pensando en una institución y una familia que irradiaban distinción, aunque la idea fuera crear el primer Patek Philippe deportivo en los 137 años de historia de la casa.

El Nautilus, un reloj de acero que a diferencia de otros deportivos estaba pensado para ser utilizado en cualquier ocasión, sumamente difícil de producir por lo caprichoso de su caja y brazalete integrados, y por consiguiente de precio elevado, tardó en cuajar en el gusto del público.

Detalles como el degradado de los eslabones del brazalete, el contraste entre los pulidos y los satinados y la carátula en relieve forjada en Stern Frères, además de hacerlo seductor al tacto y a la vista eran una forma de justificar el precio para una reloj inclasificable.

Tres meses antes de morir en 2011, en una de sus últimas entrevistas, Gérald Genta declaró a Tiempo de Relojes refiriéndose a los detalles de cómo concibió tanto el Royal Oak como el Nautilus: “Me gustan los relojes que se acarician con la mirada” y “El secreto de un reloj está en la carátula”. Ese día llevaba puesto el primer prototipo del Nautilus y nos dijo que era el que usaba últimamente.

Los 70 eran años convulsos en lo social y en lo relojero, y la nueva generación imponía un estilo de vida más distendido. Las marcas necesitaban evolucionar y en apenas cuatro años se había implantado una nueva tipología de relojes, sport-elegant, que al terminar la década ya eran un fenómeno. El Nautilus irradiaba contracultura.

El primer modelo de 1976, la Ref. 3700/1A creada en un bloque con dos partes para la caja de níquel-cromo-molibdeno-acero, tenía un tamaño enorme para la época pero era plano (42 x 7.60 milímetros), lo que pronto le hizo adquirir el apelativo de ‘Jumbo’ en referencia al gigante de la aviación comercial.

En su interior, el calibre 28-255 C basado en un ébauche de Jaeger-LeCoultre incorporaba un rotor de oro de 21 quilates, otra extravagancia para un modelo de acero. Además era sumergible a 120 metros y no permitía ver el interior del mecanismo.

En 2016, uno de los relojes más caros del mundo ya no es de acero, contradiciendo sus orígenes. El más noble de los metales rudos, con toda una mística histórica en Patek Philippe y que fuera el protagonista también del Nautilus del 30 Aniversario, cede la escena al platino de la Ref. 5711/1P (edición limitada de 700 ejemplares) y el oro blanco del cronógrafo Ref. 5976/1G (1,300 ejemplares).

Éste no ha sido el único detalle que hizo bullir los blogs cuando los modelos del 40 aniversario fueron revelados la primera semana de octubre. El mismo espíritu desconcertante de los años 70, pero aún más refinado y esquivo en el precio. Toda una declaración de intenciones hacia el coleccionismo en un año de ventas moderadas en la industria.

Entre esos cambios, algunos de los cuales han sorprendido hasta al más previsor de los patekfilos, está el aumento en las dimensiones de las cajas, la sustitución del material luminiscente de los índices por oro y diamantes baguette, y la incorporación del logotipo del 40 aniversario con la leyenda 1976-2016,  un hecho inaudito en el discreto y clásico diseño de Patek Philippe.

El Nautilus, como ya lo hizo hace cuatro décadas, vuelve a romper clichés y desafiar principios asentados de la casa. Si alguien se puede permitir romper con lo establecido, ése es Patek Philippe.

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