Ninguna dinastía relojera despierta tanto respeto como el clan Stern al frente de Patek Philippe. Charles, Henri, Philippe y Thierry Stern han perpetuado de padres a hijos una receta mágica desde 1932, cuando adquirieron la gran dama relojera de Ginebra para incrementar el brillo con cada generación. Hoy, la irrupción de los smartwatches, el enfriamiento de China en el consumo del lujo y las incertidumbres internacionales han frenado el crecimiento de la relojería suiza y muchas marcas dirigen su mirada al oráculo Patek Philippe, la única institución, junto a Rolex, que parece estar inmunizada contra las turbulencias del momento.

Thierry Stern (Ginebra, 1970), el presidente actual, lleva 20 años asimilando sus valores con naturalidad. “No vivimos una situación crítica. La inestabilidad pasa. No es la primera ni será la última. La diferencia es que cuando ahora ocurre algo es mundial”, asegura en una entrevista exclusiva en la edición de verano de Tiempo de Relojes. “Esa voluntad de que los activos longevos deben sobreponerse a los ciclos, ya sean modas o falta de entusiasmo en el consumidor, es lo que una compañía familiar se puede permitir ajena a las presiones que tienen los grupos públicos como Swatch Group, Richemont o LVMH”.

“De repente, China se detuvo cuando muchas marcas se habían sobreinventariado por el éxito y eso ha causado algunos problemas. En los años del boom asiático, nosotros no incrementamos nuestra producción para no sacrificar la calidad y creo que fue acertado”, dice en un tono ausente de afección paternalista.

Stern hace estas declaraciones cuando el valor de las exportaciones de relojería suiza arrojan un retroceso de 11.1% en abril respecto a los doce meses anteriores, según la Fédération de L’Industrie Horlogère Suisse. Pero desde la casa ginebrina se envían mensajes alentadores. “Hay marcas un poco perdidas ahora pero definitivamente las cosas mejorarán y la única forma es ser muy innovador. No me refiero a hacer relojes conectados, porque no creo que se pueda competir contra Apple. Si a dos firmas en la cima como Patek y Rolex les va bien es porque no cambian de estrategia a largo plazo”.

Stern considera que la mejor forma de mantener la confianza de la clientela es no cambiar de ADN ni filosofía de marca. “No nos verán adoptando relojes con gadgets”. Según él, eso no significa que haya que dar la espalda a la evolución en una casa tan defensora de la tradición como la suya. “También nos fijamos en la moda, los colores, los tamaños, pero siempre con precaución. Debes estar abierto a las tendencias, pero la pregunta difícil siempre es saber hasta dónde”.

El heredero de Patek, que fue educado para perpetuar la forma de hacer relojes como un arte revaluable, alerta sobre los peligros de las soluciones inmediatas que muchas firmas de prestigio están adoptando. Se refiere a las que esta temporada han introducido más modelos en acero para bajar su entrada de precio. “Es un juego peligroso. Cuando esto pase les llevará años poder regresar al oro”.

Patek, que ha impulsado siempre la escasez como algo afín al lujo, ve cómo sus raros cronógrafos vintage de acero incrementan cada día más la cotización en subasta, hasta el punto que hace ocho meses la Ref. 5016A, un refinado triple gran complicación, una pieza única de acero, se pagó a 7.2 millones de dólares en la subasta Only Watch cuando su precio de lista en oro es de 765,000 dólares. Y, por el contrario, un modelo como el Pilot Travel Time, otra dulce anomalía por ser editado en oro blanco cuando su estilo es casual, tiene una larga lista de pretendientes y la firma prefiere mantener las listas de espera.

Sobre la tendencia cada vez más generalizada de las ediciones limitadas, dedicadas o por pedido como recurso de exclusividad, su opinión es concluyente: “Significa dos cosas: que a la marca se le ha agotado la creatividad y cede esa responsabilidad al cliente, y que está dispuesta a que alguien altere tu identidad”. Algo que no va con el Sello Patek.

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