Travis Kalanick, el emblemático y controvertido fundador y presidente ejecutivo de Uber, dejó definitivamente el grupo estadounidense de alquiler de vehículos con conductor, bajo la presión de grandes inversores en un contexto de fuertes polémicas.
Un portavoz de Uber confirmó la dimisión de Kalanick, anunciada previamente por el diario New York Times, según el cual el directivo cedió a la presión de cinco grandes inversores del grupo.
"Quiero a Uber más que a nada en el mundo y, en este periodo difícil de mi vida personal, he aceptado la petición de los inversores de retirarme para que Uber reanude su desarrollo en lugar de verse parasitada" por las dificultades, declaró Kalanick en un comunicado.
Kalanick, de 40 años, que fundó en 2009 este servicio de alquiler de coches con conductor que tuvo un éxito fulgurante, había anunciado la semana pasada que dejaba sus funciones de forma temporal y debido a motivos personales.
"Travis siempre a antepuesto Uber a todo lo demás", reaccionó el consejo de administración del grupo en un comunicado a parte. "Es una decisión valiente, que muestra su entrega y su amor por Uber", agregó.
El comunicado precisó que Kalanick seguirá formando parte del consejo de administración.
Desde hace meses, el grupo estadounidense ha vivido despidos y dimisiones en serie, principalmente por acusaciones de acoso o discriminación, pero también entre sospechas de robos de tecnología en marco de denuncias de una filial de Google, Waymo, especializada en los vehículos autónomos.
Kalanick, como su mano derecha Emil Michael que ya había dimitido, fue acusado de haber alentado personalmente estas prácticas en la empresa.
Tras la dimisión de Michael la semana pasada, Kalanick parecía haber logrado salvar los muebles, manteniéndose oficialmente a la cabeza del grupo pese a una posición muy debilitada.
En realidad, el presidente ejecutivo ya había sido aparatado, algo que él había vinculado a motivos personales, entre ellos la muerte accidental de su madre. Pero la decisión parecía responder sobre todo a las recomendaciones de un gabinete de abogados a quien Uber encargó investigar su sulfurosa reputación.
El gabinete, contratado a raíz de la dimisión de una ingeniera que afirmó haber sido víctima de acoso sexual, incitó a Uber a "revisar" las responsabilidades de su fundador.
La cosa quedó ahí durante una semana pero, según el New York Times, cinco grandes inversores de Uber se asociaron el martes para reclamar la dimisión definitiva de Kalanick.
Según el diario estadounidense, entre estos inversores, que habrían reclamado un cambio profundo de dirección en un mensaje titulado "hacer avanzar Uber", se encuentra Benchmark, un influyente fondo especializado en tecnología, que tiene un asiento en el consejo de administración de Uber.
Todo esto ocurre en un contexto susceptible de atizar la impaciencia de los inversores: Uber está tardando en ser rentable.
Las cuentas del grupo, algunos de cuyos elementos fueron comunicados por la prensa a finales de mayo, muestran pérdidas por 708 millones de dólares en los primeros tres meses del año, después del "agujero" de 2.800 millones de dólares del año pasado.
El valor del grupo está estimado en más de 70.000 millones de dólares en base a su capacidad para captar fondos de inversores, pero estas cifras hacen temer que Uber resulte ser una burbuja.
También han enfriado considerablemente las especulaciones sobre una posible salida a bolsa, pese a que Uber era considerada a principios de 2017 como una de las probables grandes introducciones del año en Wall Street.
El grupo, que durante años encarnó la revolución de los servicios con conductor frente a los taxis, se enfrenta ahora a una competencia creciente, en particular del grupo Lyft, que aprovecha los problemas de Uber para darser una imagen de empresa modélica.