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“Es en el mejor interés del país que un nuevo primer ministro lidere los esfuerzos [del Brexit], por eso es que hoy estoy anunciando que renunciaré como líder del Partido Conservador el viernes 7 de junio”. Con esas palabras fue que el día de ayer la primera ministra Theresa May comunicaba su renuncia.
Hace tres años ya de aquella histórica votación en la que los ciudadanos británicos dijeron sí al Brexit y con ello iniciaron un viacrucis que aún no termina por definirse. Desde hace meses se barajaba esta posibilidad y ella se resistió tanto como le fue posible. Hoy, mantenerse en el poder es ya imposible. May sólo espera la visita del presidente Donald Trump el 5 y 6 de junio próximo para abandonar el poder.
May se quedó sola ante la incapacidad de diseñar un plan que pudiera dar un poco a cada sector. Su propio partido, particularmente el ala más radical, la abandonó cuando, en su último intento por atraer el voto de los laboristas anti-Brexit incluyó la propuesta de sostener una unión aduanera con la Unión Europea, así como abrir la posibilidad para celebrar un segundo referéndum y someter su plan al arbitrio de la ciudadanía.
No funcionó y el anunciado desenlace ha llegado. Su renuncia abre la puerta a distintas posibilidades y visiones para el futuro del Brexit, particularmente para quienes fueron sus principales artífices en tiempos de David Cameron.
Justo en esa línea es que se apunta el euroescéptico Boris Johnson, quien hoy por hoy, lidera las encuestas para ocupar Dow- ning Street en sucesión de May. Boris Johnson, a diferencia de May, es un convencido del Brexit y su reacción inmediata ha sido asegurar que el 31 de octubre habrá salida de la Unión Europea “con acuerdo o sin él”.
El exalcalde de Londres se ha caracterizado por su excentricidad y es visto con desconfianza aún dentro de su propio partido. Sin embargo, parece existir unanimidad en torno a que es el único que podría hacer frente a posiciones más radicales que hoy están cambiando el mapa político en el país.
En este sentido, no se puede pasar por alto el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo acaecidas el jueves pasado en las que el Partido del Brexit podría coronarse con el primer lugar muy por encima de conservadores y laboristas. Recordemos que al frente de dicho partido se encuentra Nigel Farage, uno de los principales impulsores de abandonar la Unión Europea, cuyas posturas han robado votos a los conservadores.
Luego de la renuncia de May, Farage ha tuiteado: “Es difícil no sentir por la señora May, pero políticamente ella juzgó mal el estado de ánimo del país y de su partido. Dos líderes tory se han ido y sus instintos fueron proUE. O el partido aprende esa lección o se muere”.
En las próximas semanas vendrá un intenso proceso de definiciones. Primero a nivel interno en el partido, para determinar quiénes de los más de 10 aspirantes que se tienen habrán de presentarse ante la votación de los afiliados del partido para determinar un vencedor, el cual después deberá obtener la confianza del Parlamento y convertirse así, de manera oficial en el próximo primer ministro. Lo anterior podría alargarse incluso hasta julio o agosto, con lo cual quedarían apenas un par de meses antes de la fecha fatal establecida para el Brexit del 31 de octubre.
Se antoja muy difícil que en tan poco tiempo el próximo premier británico logre desarrollar un plan que obtenga el apoyo parlamentario suficiente para ser aprobado.
La salida de May sin duda no es la solución a un proceso de división interna en Reino Unido. El desafío de su sucesor es de tales dimensiones que casi es posible anticipar un Brexit sin acuerdo, el peor de los escenarios para todas las partes involucradas, principalmente por el tremendo impacto económico que puede conllevar.
Analista internacional