Colima, México. En una de sus recientes revistas, National Geographic publicó una edición especial llamada “Panorama cambiante del género”. Para ello, Anne-Marie Slaughter, ex rectora de la Universidad de Princeton, experta en políticas públicas, y una de las principales precursoras de la equidad de género en nuestros tiempos; escribió estas líneas: “El objetivo máximo de aceptar la fluidez de género es dejar que todas las personas se definan a sí mismas como seres humanos, que escapen las categorías asignadas y desafíen la sabiduría heredada”.

Con esto, ella propugna por dejar atrás el encasillamiento de los géneros hombre-mujer para dar lugar a la fluidez de género, la cual reconoce la plena libertad de actuar como decidamos en cualquier momento, sin que esto sea visto contraproducente o erróneo.

Atreviéndome a generalizar, dejar los géneros atrás no es una idea que pueda ser hoy bien recibida por las mayorías en México, pero sabemos también que las masas muchas veces se equivocan.

Fernando Savater argumenta que las personas se dividen fundamentalmente en creyentes y pensantes: una persona que cree se aferra a una ideología; tiene fe en un pensamiento que alguien más le impuso y simplemente no lo cuestiona, por lo que puede durar con él el resto de su vida. Una persona que piensa, en cambio, reconoce que como humano, puede equivocarse, y que lo que hoy concluye mañana puede cambiar, pues sus experiencias serán otras y sus conocimientos también, por lo que continuamente desafía y cuestiona su mente en búsqueda del conocimiento verdadero.

Estimado lector; mi mente se abrumó al escuchar por primera vez acerca de la posibilidad de que la división binaria hombre-mujer, deje de existir como la conocemos hoy. Yo, como probablemente usted, concluí inmediatamente que ello implicaría una inimaginable “desorganización social”, y no supe qué pensar después. Pero una cosa sí sé: que usted y yo somos entes pensantes, y que esto que hoy pensamos no se exime de la posibilidad de estar equivocado.

Mujer, hombre, persona que me lee: a pesar de estar insertado en la cultura Occidental, México sigue siendo un país altamente conservador: con estereotipos corriendo por doquier y con ciudadanos que nos atrevemos a criticar cuando no tenemos fundamentos para hacerlo, y lo que es peor; cuando no tenemos ni siquiera el interés de contar con ellos. Cuando actuamos en masa, somos muchas veces creyentes. Ello nos ha traído resultados caóticos en la esfera pública: elección de malos gobernantes y un completo quiebre con ellos después de que han sido electos por nosotros mismos, por citar un ejemplo común.

Pero estas conductas también repercuten en nuestra esfera privada, incluyendo el trato que les damos a las demás personas tratándose del tema de género. Sencillamente por el género, por ejemplo, las mujeres fuimos consideradas como personas “no aptas” para recibir la calidad de ciudadanas hasta 1953. Y en estas seis décadas que han pasado parece que muchos (¡Muchos!) quieren darle el mismo trato a las personas con preferencias sexuales distintas, negándoles derechos innatos como contraer matrimonio o formar una familia.

Hoy el tema de fluidez de género asienta una perspectiva aún más amplia: que yo mujer, me pueda vestir como lo que se considera hombre, pensar como hombre o actuar como hombre si así lo deseo en un momento dado, sin que ello signifique mi renuncia a mi condición sexual de mujer. O dicho de otro modo; sin que ello signifique que yo tenga preferencias sexuales diferentes. Y pone la posibilidad de que esto también pueda hacerse por parte de los hombres, tal como lo defendió ya Jaden Smith (hijo de Will Smith) portando ropa de mujer en un desfile de modas.

Esto no significa que así tenga que llegar a ser, pero si evidencia el deseo de que todos seamos vistos y tratados simplemente como seres humanos. El atribuirnos roles específicos por género también construye estereotipos sociales que necesariamente conllevan limitaciones. No tenemos por qué tenerle miedo a que esto cambie; tan sólo podemos voltear a ver a los países en los que la tolerancia sucede ya, como Estados Unidos y las naciones escandinavas, que son además ejemplo para nosotros en calidad de vida.

Tal vez la clave de la equidad se encuentre ya no la asignación de medidas especiales para cada “género”, sino simplemente en la renuncia a él para concebirnos como seres humanos verdaderamente iguales, sin prejuicios que nos digan lo contrario. Con la capacidad que todos tenemos de ser seres pensantes, podremos descubrir y comparar los beneficios que esto traería y los perjuicios que seguiría acarreando el permanecer igual. Vale la pena que desafiemos la información con la que hasta contamos ahora, y que nos ha hecho pensar lo que hasta ahora creemos que sabemos.

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