No se puede apreciar un verdadero interés por transformar la educación, mientras no sea notorio el interés por transformar las Escuelas Normales. Ellas, que desde 1984 fueron elevadas a instituciones de educación superior, constituyen las formadoras por excelencia de profesores de educación básica en nuestro país. Sin embargo, se encuentran bajo la lupa del olvido, como lo señala un informe presentado en este mes por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE): “ La Educación Normal en México. Elementos para su análisis ”.
Son varios los problemas que en este documento se presentan: desde la falta de recursos, hasta la ausencia de diagnósticos oportunos para su oferta educativa, y de autonomía curricular. Pero hoy quiero señalar sobre todo dos, que a mi parecer constituyen factores fundamentales para que la calidad educativa que ofrecen las Escuelas Normales aumente: la escasa investigación educativa y los limitados cuerpos académicos especializados con los que cuentan.
En primer lugar, la investigación es la actividad que permite profesionalizar cada vez más el conocimiento. Sin ella, éste corre el riesgo de ser intuitivo, superfluo e inexacto. Pero además, en un mundo tan globalizado y tecnológico, la investigación es el único factor que nos garantiza no quedarnos con saberes y técnicas que ya no respondan a las demandas del presente.
Un ejemplo claro lo encontramos en las Tecnologías de la Información: TIC’s. Sin investigación educativa en torno a ellas, los docentes y futuros docentes corremos el riesgo de no responder a la realidad de nuestros alumnos, y de no aprovechar recursos que se nos otorgan como las tabletas MX, las aulas digitales, entre otros. Pero además, es la investigación educativa la que nos permite mejorar técnicas de evaluación, control de grupo, resolución de conflictos con alumnos disruptivos, y otros desafíos cotidianos, y de no hacerles frente sólo en base a lo que se comenta con los colegas, o lo que nos dicta el ensayo y error.
El problema es que en las Escuelas Normales sólo hay 4.64% de maestros investigadores, y no todas cuentan con estos cuerpos. Además, en los programas más prestigiados de investigación para estudiantes, como Delfín, no está inscrita ninguna Escuela Normal mexicana, lo que no fomenta este tipo de cultura en los alumnos normalistas.
El otro punto al que me refiero es el del cuerpo académico especializado. El mismo informe indica que sólo el 38.4 % de los maestros de las Escuelas Normales son profesores de tiempo completo. Ello señala que poco más de 6 de cada 10 profesores de Escuelas Normales no encuentra en estas instituciones las condiciones laborales propicias para dedicarse únicamente a dicho trabajo. Como tal, su concentración se divide en varias actividades y la calidad de su enseñanza disminuye.
En repetidas ocasiones, incluso sucede que los maestros de las Normales cuentan con una plaza de maestro de preescolar, primaria o secundaria por las mañanas, y trabajan en las Normales por la tarde, o viceversa. Así, algunos tienen que llegar a dar clases a la Normal a las 2 pm, cuando su horario de salida en la otra escuela es a la 1:30 pm. Con el tiempo encima, el hambre y el cansancio, no se les puede exigir que tengan el mejor rendimiento.
Esto, junto con el resto de los problemas estructurales de las Escuelas Normales presentados por el informe, constituye una importante explicación al bajo rendimiento académico que finalmente presentan los alumnos mexicanos de educación básica.
Lo que sí debemos celebrar, al menos, es que ya existan indicadores que funjan como diagnóstico y debate, tal como los que presenta este estudio del INEE, disponible para todos en la Web.
Ahora, este debate debe extenderse a los candidatos presidenciales que terminarán su veda electoral el próximo jueves 29 de marzo. Esperamos escuchar de ellos cómo piensan proceder en torno a éste y otros puntos tan específicos de la educación. De otra manera, las propuestas educativas seguirán siendo tan ambiguas como “Elevaremos la calidad”, “La Educación será primero”, y los problemas de raíz, como la formación de quienes enseñan, seguirán siendo ignorados.