Marzo es un mes que conmemora varias fechas cívicas importantes: el Día Internacional de la Mujer, la Expropiación Petrolera, el natalicio de Benito Juárez. Todos ellas son la ocasión para organizar ceremonias y rituales conmemorativos, y las escuelas de educación básica (preescolar, primaria y secundaria) son el principal espacio para hacerlo. Con la guía de sus maestros, los alumnos realizan presentaciones especiales, o como mínimo, evocan el acontecer en cuestión a través de efemérides que recitan ante todos sus compañeros y maestros. Este tipo de ceremonias cívicas se realizan con frecuencia, pues sabemos que son varias las fechas conmemorativas de nuestro calendario; pero además, se llevan a cabo también cada lunes, a través del ritual conocido como “Honores a la Bandera”. De ahí que valga la pena reflexionar sobre la pertinencia de dichas prácticas en la educación de nuestros niños y adolescentes.
Las ceremonias cívicas forman parte de lo que Philip W. Jackson, en su obra La vida en las aulas (1968) definió como “currículum oculto”, es decir, las prácticas educativas que no están plasmadas en el currículum oficial, pero que al realizarse de manera generalizada y sistemática, logran moldear la ideología de los educandos. Opera de manera análoga a lo que Althusser definió como aparatos ideológicos del Estado. De esta manera, para valorar su pertinencia, se debe primero conocer la ideología que se espera formar en el ciudadano mexicano, y comparar qué tanto ayudan las ceremonias cívicas a que nos acerquemos a él.
El ciudadano mexicano que se espera a partir de la educación se encuentra descrito en el artículo 3º constitucional y en el Plan de Estudios vigente, a saber, el 2011. Mientras que el texto constitucional enuncia el sustento filosófico, el Plan de Estudios despliega una serie de rasgos específicos, a través del Perfil de Egreso de Educación Básica. En un ejercicio de resumen y selección de los rasgos cívicos, la Constitución señala que la educación deberá desarrollar en el ser humano el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos, la conciencia de la solidaridad internacional, de la independencia, justicia, y democracia. Por su parte, el Perfil de Egreso hace énfasis en formar un ciudadano que argumenta y razona, y que valora la vida democrática.
Surge entonces la pregunta: ¿Qué tanto logran las ceremonias cívicas alcanzar dicho perfil? Considero que en teoría, constituyen un excelente espacio para hacerlo, ya que todas las intervenciones están enfocadas en ese tipo de valores, pero en la práctica, muchas de sus rutinas forman sólo ciudadanos repetidores que no reflexionan sobre el valor cívico de lo que realizan durante la ceremonia y por lo tanto, no logran interiorizarlo.
Comienzo mi análisis con uno de los elementos más importantes de las ceremonias: el Himno Nacional. A pesar de cantarlo tantas veces, en la mayoría de ellas lo seguimos hacemos mal. Confundimos palabras y cambiamos términos, como decir “del arcángel divino”, en lugar de “el arcángel divino”, como la lógica de su oración lo exige: “Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva, de la paz el arcángel divino”; o cambiar “retiembre” por “retiemble”, entre muchos ejemplos más. La importancia de cantarlo bien reside en que ello reflejaría que comprendemos el significado de este símbolo patrio; lo que nos quiere dar a entender. Para ello, los docentes deben esforzarse en analizar la letra del Himno con sus alumnos, y la historia nacional que refleja; y hacerlo de manera sostenida, en todos los grados escolares, porque en cada uno adquirimos una conciencia mayor. Pero pocas veces se efectúa de esa manera.
Por otra parte, tenemos las efemérides. En la mayoría de los casos, estas prácticas han llegado a ser una simple repetición de palabras cuyo significado queda ignorado tanto para quienes las recitan como para quienes las escuchan (si lo hacen). La preocupación central de los alumnos está en aprenderse la efeméride de memoria, pero el trasfondo histórico y cívico queda relegado. Como un examen de naturaleza memorística, una vez que la efeméride es dicha, el contenido se esfuma. Esto se debe, algunas veces, a que la efeméride es muy larga y complicada, y otras más (la mayoría), a que el alumno no tuvo un tiempo de reflexión de su significado, antes de decirla, por lo que él también se vuelve incapaz esa significancia. Otras perturbaciones que sufre la atención del público al que las efemérides van dirigidas, es que en ocasiones se dicen demasiadas, y que se acompañen de prácticas como decir el nombre de quien dirá cada una, justo antes de que la persona empiece.
Con este tipo de prácticas, este componente currículum oculto no genera la ideología plasmada en el artículo 3º constitucional, ni en el Plan de Estudios. Más allá de generar un ciudadano con amor a la Patria, y que argumenta y razona su actuar, se inculca un estudiante acostumbrado a obedecer una rutina que lo distrae un poco de las lecciones de clase, pero que va generando incluso una cierta aversión hacerlos los temas cívicos, por no lograr darles un significado en su vida diaria.
Por supuesto que no todas las ceremonias cívicas incumplen con su objetivo, y que existen muchos maestros y escuelas que le otorgan el tratamiento que les es propio, adaptando todas las intervenciones de sus alumnos de una manera atractiva para ellos. Sin embargo, esto no debería ser una cuestión de voluntades. El Sistema Educativo debería supervisar más cada una de las prácticas escolares, pues toda intervención en la escuela educa; y las ceremonias cívicas deben ser una de las prioritarias, por llevarse a cabo cada semana, por efectuarse en todo el país, y por el poder que podrían tener para cohesionarnos más como nación, al desarrollar un auténtico sentimiento patriótico. Para empezar, estos rituales deben ser objeto de mayor atención entre docentes en los Consejos Técnicos Escolares, y se debe hablar con los padres de familia, para que cuando sus hijos practiquen sus intervenciones en casas, no lo hagan sólo memorizando, sino comprendiendo el valor histórico al que aluden.
Para obtener mejores resultados en la educación, es costumbre que se intente cambiar contenidos, hacer reformas administrativas, o alguna otra acción que implique un cambio desde fuera. Sin embargo, también se trata de visualizar sencillamente una nueva forma de organizar los recursos con los que ya contamos, y las ceremonias cívicas son un ejemplo de ello. Poniéndoles atención y mejorando sus prácticas, no sólo estaremos contribuyendo más a alcanzar los sustentos filosóficos de nuestra educación nacional, sino que también será otro medio de dejar atrás la memorización sin sentido; ideal que persigue el Nuevo Modelo Educativo, pero con el que también se viene soñando desde mucho antes del siglo XVI. A fin de cuentas, en el siglo que nos ubiquemos, siempre tendrá vigencia el ideal de Paulo Freire: soñar con una educación que enseñe a pensar, no a obedecer.