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Rebasando su etimología y denotación, la Oratoria tiene múltiples significados.
Es un desafío intelectual para quien la practica. Plantea el reto de crear arte e incendiar castillos sonoros en el corto tiempo que dura la atención de una audiencia. En ese lapso, el orador debe ser concreto y directo en su mensaje, llenarlo de artificios conmovedores, y comunicar una idea de valor. Tres de tres bastante complejos.
Además, es una constructora de utopías sociales. Porque ha convencido a la sociedad de las más revolucionarias y duraderas ideas. La leyenda de Buda dice que toda su profecía se basó en la persuasión, y Cristo hizo lo mismo. Martin Luther King, Mohammed Alí y Obama son otros ejemplos contemporáneos. El orador va de la mano con la transformación perenne.
La Oratoria es práctica. Todo el tiempo somos oradores. Andamos y persuadimos de manera paralela: a nosotros mismos, a nuestros padres, hijos, jefes y amigos. Todo el tiempo necesitamos defender ideas. Si contamos con un buen dominio de esta arte, es entonces factible que tengamos éxito en cualquier empresa cotidiana. ¿A quién no le gusta, o necesita convencer?
Tristemente, la Oratoria es también un olvido. Porque con todas sus capacidades, en la actualidad está desterrada de los planes de estudio, y parece que el único lugar en donde podemos encontrarla es en los concursos, o en talleres privados que, aunque son loables, no abarcan al grueso de la población. Se requiere contar con asignaturas, cursos y manuales específicos de comunicación oral en la Educación Pública, pues sin ellos será difícil que la sociedad pueda beneficiarse cabalmente de ella.
Ya existió el momento en el que la Oratoria protagonizó Grecia, Roma, y otras grandes sociedades en sus momentos democráticos; cuando se suprimió su estudio (y en general, cuando se suprime la libertad de expresión), escaló la tiranía y dictadura. Hoy puede regresar aún su momento estelar, al fin y al cabo, tiranías en el mundo ya tenemos: urgimos de herramientas para combatirlas. Y para evitarlas.
La Oratoria es la más práctica y razonada de las artes, y grandes son las razones para fomentarla como se debe. Escribió Alejrandra Pizarnik que las palabras no hacen el amor: hacen la ausencia; pero cuando logramos domarlas, hacen el amor, la guerra, la paz y el progreso. ¡Que viva la Oratoria: que viva este día!
Enhorabuena al periódico EL UNIVERSAL y a la Fundación Ealy Ortiz por haber logrado la institución de esta efeméride nacional en 2015, y a todos los que practican y creen en la alta causa de la persuasión argumentada.
Maestra de primaria en la escuela pública “J. Jesús Ventura Valdovinos”, Villa de Álvarez, Colima. Licenciada en Educación Primaria por el Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima (ISENCO).