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El 10 de diciembre se conmemoró el Día de Internacional de los Derechos Humanos. De una lista original de 30 derechos publicados en 1948, se han añadido varios, entre ellos: “El derecho al Internet”. No sorprende lo anterior, puesto que el Internet es una herramienta muy usada y poderosa. Carlos Santamaría, el niño de 12 años que ingresó a la licenciatura de física biomédica a la UNAM, lo ilustró muy bien, revelando en una entrevista que uno de sus secretos para aprender era el Internet, pues ahí lo encontraba todo.
En efecto, la red de redes contiene toda la información para potenciar cualquier habilidad, pero también para atraer toda clase de peligros, sobre todo entre los más jóvenes.
Entre la niñez y adolescencia actual suena el juego de “Momo”, una aterradora imagen de una niña de ojos saltones, piel pálida y sonrisa siniestra, que se ha hecho famosa a través de WhatsApp en forma de reto viral. La Unidad de Investigación de Delitos Informáticos de la Fiscalía General del Estado de Tabasco, en México (UIDI), reveló que: "Varios usuarios aseguraron que si le enviabas un mensaje a' Momo' desde tu celular, ésta respondía con imágenes violentas y agresivas. Incluso hay quienes afirman que les han contestado a los mensajes con amenazas y revelando información personal".
La Ballena Azul es otro ejemplo, en boga el año pasado, que consiste en un siniestro desafío que invita a niños y adolescentes a superar 50 pruebas (una por día). Como lo constata la BBC, algunas les obligan a despertarse de madrugada a ver videos de terror, cortarse el brazo con una navaja o acercarse al borde de un precipicio. La última consiste en suicidarse saltando desde un balcón.
Existen muchos más ejemplos similares a los anteriores. Revela la UNICEF en su informe “La seguridad de los niños en línea” (2012), que en general, los niños y jóvenes tienden a ser los primeros usuarios en el ámbito de Internet, y a menudo van muy por delante de sus padres y otros adultos en lo que se refiere a su utilización. Pero, aunque ellos lo utilicen más, no escapan a su condición biológica infantil: más vulnerable a los peligros tanto mentales como físicos, que puedan terminar incluso en ciberacoso, secuestros y trata de personas. Por ello, requieren vigilancia, y no es cosa menor.
En el salón de clases, los maestros deben platicar con sus alumnos, para concientizarlos. No es siempre necesario montar un taller o una materia especial: hablemos a tiempo con los niños y adolescentes de manera sincera, demostrándoles nuestra preocupación y los peligros que ellos corren, y permitiendo que nos cuenten de manera honesta si ya saben de este tipo de casos.
En casa, los padres deben ser los primeros vigilantes, restringiendo desde los aparatos tecnológicos que sus hijos menores pueden utilizar, hasta sus horarios de uso, y por supuesto, platicando con ellos y advirtiéndoles también.
El Internet ahora es parte de nuestra realidad; casi el 60% de la población mexicana tiene acceso a él, según el INEGI. Si nos preocupamos por estar seguros en las calles, en el Internet tampoco puede escapar de nuestra vista.
Por un derecho al Internet seguro, y a una niñez y juventud sana y feliz. La protección más eficaz de los Derechos Humanos la iniciamos nosotros mismos, en la vida diaria.